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viernes, 27 de junio de 2014

"El Estado de bienestar no funcionará sin realismo" granadahoy.com

A la pregunta de si confiaría el mando del mundo a los políticos o a los financieros, responde: "A las mujeres".
M. M. FOSSATI
El economista del Banco Mundial José Cuesta. / Fito Carreto
José Cuesta Leiva nació en Madrid hace 40 años. Estudió Economía en la Universidad Carlos III y tiene una maestría en Desarrollo y un doctorado en Economía en la Universidad de Oxford. Es economista senior en el Banco Mundial, dependiente de Naciones Unidas, en el Departamento de Reducción de la Pobreza y Desigualdad. Tiene numerosas publicaciones sobre desarrollo económico, seguridad alimentaria y conflicto y pobreza. A la pregunta de si confiaría el mando del mundo a los políticos o a los financieros, responde: "A las mujeres".

-Por lo que sabemos del Banco Mundial no parece que a ustedes se les pueda llamar banqueros.

-No. Somos un banco de desarrollo, un banco global. Hay una parte financiera de inversión en proyectos, claro, pero el objetivo no es el de obtener beneficios financieros como un banco comercial, sino el de invertir en desarrollo.

-Se salvan ustedes, entonces, de la mala fama.

-Bueno, comparativamente tenemos mejor fama que el Fondo Monetario, pero hasta ahí llega lo de salvarnos. Por supuesto algunos de nuestros proyectos son controvertidos y son atacados, no tanto por gobiernos, sino por ciertos organizaciones locales de los países. 

-¿Participa usted de la opinión de que los bancos, el mundo financiero, mandan demasiado?

-Si fuera una pregunta general, no estoy seguro. Quiero pensar que en sistemas democráticos son los ciudadanos los que eligen el modelo, y dentro de él, los agentes financieros trabajan. En diferentes sitios hay diferentes modelos, claro, pero quiero pensar que son los pueblos los que eligen los modelos.

-Pero nunca se había mirado tanto la importancia de los mercados como criterio que lo rige todo.

-Sí. Pero creo que hay una dimensión técnica en el equilibrio entre Estado y mercado, y una dimensión ideológica. En ésta, es la sociedad la que debe decir hasta dónde quiere que el mercado prevalezca sobre el Estado, o viceversa. Creo que no es lo mismo esta preferencia en un país nórdico o de Europa Occidental que en Estados Unidos, o en países en desarrollo.

-¿En qué lugar del mundo, según usted, se da la mejor relación entre esas dos fuerzas? 

-Mejor es un adjetivo que un economista no debe utilizar. Puedo decir dónde se produce un mejor balance, y eso es en Europa, y dentro de Europa hay diferentes aplicaciones. Claramente, en sociedades americanas hay un mayor individualismo que en las europeas. Y no sé si por preferencia o por circunstancias, en las sociedades africanas o asiáticas no existe el criterio de protección social amplio o generoso.

-¿Y eso a qué es debido?

-Yo creo que es por la decisión voluntaria y continuada de las sociedades eligiendo un sistema de bienestar social generoso, que  implica un involucramiento fuerte de los que pagan impuestos, a cambio de una serie de servicios amplios y universales. Creo que eso no es una decisión coyuntural de un partido que gana las elecciones, sino de una sociedad durante muchos decenios.

-¿Las políticas de austeridad que se están imponiendo en Europa están socavando ese sistema?

-Hay dos partes: una es hasta dónde llegamos con el sistema de bienestar, y la otra cómo lo financiamos. En una situación de crisis se pone de manifiesto que es muy oneroso financiarlo. Es evidente que no va a ser sostenible a largo plazo. Hay una reflexión y una actuación que hacer sobre cómo conseguimos encontrar un modelo de financiación que sea consistente con el nivel de generosidad que queremos tenga ese sistema de bienestar y que sea sostenible en el tiempo. Puedo entender que a la gente le parezca irresponsable reducir este sistema, en particular en tiempo de crisis, pero es igualmente irresponsable engañarnos suponiendo que un sistema de bienestar generoso puede financiarse de cualquier manera.

-O sea, que estamos abocados al recorte de ese sistema.

-En el corto plazo, ya es una realidad, no es una opinión. La pregunta es si seremos suficientemente responsables para, una vez superada la crisis, que se superará como todas, buscar ese modelo que sea sostenible, y si no lo encontramos buscar un acuerdo político y social de reducción del sistema de bienestar social, en el cual estemos todos relativamente confortables.

-¿Hay fuerzas que operan para que no se vuelva a ese Estado de bienestar?

-Como le decía antes, aparte de la cuestión técnica, hay una cuestión ideológica. Hay fuerzas que pueden estar más o menos a favor de una determinada generosidad del sistema. Yo utilizo la palabra generosidad. Para muchos es un derecho que no puede negociarse. Las diferentes fuerzas jugarán sus cartas, y eso forma parte del juego democrático. La pregunta, repito, es si serán capaces de llegar a un acuerdo. Y no estoy seguro de la respuesta.

-Pero el objetivo debe ser llegar al acuerdo.

-Por supuesto, siempre. Y como todo consenso, implica pasar de nuestras posiciones ideológicas a una posición práctica que permita a todos estar confortables. Si no hay realismo, no va a funcionar, y habrá un nuevo debate en pocos años.

-Sus estudios constatan que la desigualdad en América Latina está disminuyendo, y por contra aumenta en Europa.

-Sí, pero hay un par de paradojas y un par de matices. Es cierto que a nivel de región América Latina ha ido disminuyendo su desigualdad. También es cierto que han empezado con las tasas más altas, y es más fácil reducirlo. El mundo occidental desarrollado ha visto cómo su desigualdad como región ha aumentado. Pero claro, partiendo desde muy bajo. Lo que sabemos es que no es posible reducir la desigualdad de una manera sostenida si no hay una combinación entre crecimiento económico y una política social fuerte que tenga como objetivo reducifr la desigualdad.

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