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domingo, 20 de julio de 2014

La ciudad, ¿más caliente? granadahoy.com

La proliferación del hormigón y asfalto, la densidad del tráfico rodado y la falta de espacios verdes influyen en la aparición de las islas de calor
V. R. BAYONA / A. ASENSIO
Las islas de calor son un fenómeno detectado en las superficies y atmósferas de las ciudades, sobre todo en el centro de las mismas, donde se observan unas temperaturas superiores a las de su entorno. Es un concepto relacionado principalmente con la presencia de hormigón y el asfalto, las edificaciones de varias alturas, el tráfico rodado y la densidad de la población. La capital, como ciudad que ha experimentado en los últimos años un notable crecimiento, no permanece ajena a esta situación, por lo que en general, tanto las máximas como las mínimas han aumentado en los últimos años. Mientras en invierno el incremento de algún que otro grado en las temperaturas se asume incluso con cierto agrado, es en verano cuando sus consecuencias negativas se acentúan, con un calor que no da tregua. Una situación que puede dificultar incluso el descanso nocturno. 

A pequeña escala, dentro de la misma ciudad se localizan espacios que podrían catalogarse como islas de calor, por la especie de microclima que se genera en ellos, que para pocos pasa desapercibido. 

En la ciudad de Granada, este fenómeno ha sido analizado por Juan Montávez, Antonio Rodríguez y Juan Ignacio Jiménez, investigadores del Grupo de Climatología Urbana y Cambio Climático del Departamento de Física Aplicada de la Facultad de Ciencias. Su estudio establece las zonas donde se dan los "picos" de calor, fundamentalmente en las barriadas construidas a partir de mediados del siglo pasado, con bloques de hasta diez pisos de altura que delimitan calles estrechas. Esta combinación, según el estudio -que fue publicado en elInternational Journal of Climatology en el año 2000- hace que el calor sea mayor en zonas como Camino de Ronda, Zaidín, Vergeles o La Chana. El algunos puntos de esas barriadas el termómetro puede marcar entre uno y dos grados más que en las afueras de la ciudad. La isla de calor de la capital granadina en la que se registra un mayor aumento de la temperatura está, concretamente, en el punto en el que finaliza Camino de Ronda y comienza el Zaidín, con una variación térmica de tres grados con respecto a la temperatura que puede registrarse en la Vega. 

Este fenómeno, según explican los responsables del estudio, se da fundamentalmente por la noche. Es más, la investigación realizada por la UGR destaca que las islas de calor apenas se dan durante las horas diurnas. Otro factor clave es, evidentemente, el tiempo, si hace calor o no. "Cuando el cielo está despejado y no se registra viento, la intensidad es mayor", apunta el artículo. 

Además, se destaca el papel del hombre en estos espacios -lo que se denomina antropización- en la modificación del ambiente. Aquí una de las claves es la contaminación, que en la ciudad de Granada -que no cuenta con una gran desarrollo industrial- es consecuencia principalmente del tráfico rodado. Según explica José Alfonso Gálvez, del Laboratorio de Planificación Ambiental de la Universidad de Granada, "cuanto mayor es el grado de desarrollo urbano y menor es la presencia de vegetación, mayor será el tamaño y la intensidad de la isla de calor". El asfalto, por ejemplo, es uno de los materiales con mayor capacidad de absorción y retención del calor solar. 

Gálvez apunta que la existencia de estas islas de calor influye en la población. Una de las primeras consecuencias de este incremento del calor es el aumento del consumo de energía necesario para mantener una temperatura de confort en las viviendas. Según los datos que ofrece Gálvez se ha demostrado que en ciudades como Los Ángeles (EEUU) "el aumento de la demanda de energía puede ser entre un 5 y un 10%". También repercute en la salud. Las temperaturas elevadas conllevan deshidratación, golpes de calor o la aparición de problemas respiratorios. 

Como contrapunto a estas islas de calor -y a las consecuencias que pueden tener sobre el bienestar de quienes residan en la ciudad- los investigadores apuntan al factor mitigador que tienen los jardines, que serían precisamente lo opuesto a las islas de calor. Quien durante los días pasados -con los termómetros por encima de los 40 grados- tuviera la oportunidad de pasear por zonas como el parque García Lorca habrá podido constatarlo. 

Otro factor que palía la presencia de las islas de calor en una ciudad como la de Granada es la presencia de corredores fluviales. Así, el Darro hace de "colchón", explica Gálvez, a las altas temperaturas de la zona. Sin embargo, el efecto es mucho menos perceptible en el entorno del Genil, más urbanizado. El artículo de Montávez, Rodríguez y Jiménez también destaca la capacidad de refrescar el ambiente del Darro, al tiempo que señala que la escasa capacidad del resto de los ríos que cruzan Granada -Beiro, Genil y Monachil- hace mínimo su efecto en la temperatura de las zonas por donde discurren. Sus conclusiones proceden del análisis de 84 puntos de medición a lo largo y ancho de la capital. 

Como solución para el centro, se plantea desde la instalación de vaporizadores hasta e incremento del uso de la vegetación. Sembrar árboles alrededor de edificaciones, en calles y parques, además de contribuir a diminuir el CO2 y procurar sombra, favorece el enfriamiento de las zonas. Los espacios verdes adquieren aquí también importancia en la medida en que pueden utilizarse para el beneficio de un barrio entero. Pero quizás la más llamativa que contemplan los estudios sobre la materia sea la de los tejados verdes 

Los tejados verdes utilizan plantas naturales en los tejados para reducir la acumulación de calor de las edificaciones. Chicago, por ejemplo, ya cuenta sus techos verdes por cientos y la ciudad se ha vuelto aún más ambiciosa, pues los edificios nuevos que se construyen con ayudas públicas incluyen generalmente además de certificados de eficiencia energética, tejados verdes. Pero mira más allá, poniendo sus objetivos en las calles; los nuevos espacio que están diseñando contemplan unas aceras más anchas para además de favorecer el tránsito de peatones, incluir en ellas árboles y plantas. A lo que habría que sumar el material empleado para la superficie que evita una absorción alta de calor. 

Ideas de una ciudad ecointeligente que, quién sabe, quizás algún día empiecen a calar en la capital, imitando el paso que dio el Ayuntamiento de Chicago en 2004, cuando convirtió su edificio en el primer tejado gubernamental verde del país, con una azotea de 23.000 metros cuadrados y más de 100 especies distintas desde el año 2004.

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