lunes, 9 de marzo de 2015

Mujeres en la Guerra de Granada granadahoy.com

De las que hilaban en la rueca y ordeñaban cabras los cronistas apenas decían palabras. Sabemos de Isabel la Católica, pero había a miles. Unas fueron conquistadoras y otras "cabeza de turco"
1. Salida de la familia de Boabdil de la Alhambra, de Gómez Moreno. Aixa aparece de blanco. 2. Nani Jiménez en el papel de Isabel de Solís. 3. Isabel la Católica, de Juan de Flandes. 4. Ainhoa Santamaría, en el papel de Beatriz de Bobadilla.

GLORIA a ellas, gloria a su memoria, que doquiera que fue su presencia estimuló en sus azares, ejemplo en los trabajos, bálsamo en la adversidad, germen perenne de hechos históricos". Esto dejó escrito el historiador Fernández Duro. Y en un discurso en la Real Academia de la Historia en 1902 terminó diciendo: "Se quiera o no, la mujer española estaba allí donde la situación lo requería…en América, en el Mediterráneo, en la Armada Invencible…". Y había que añadir "…y en la Guerra de Granada"; y en mil lugares de la Historia, del Arte y la Cultura. Y despachando en el mesón y dando de mamar al niño. 

En la mayoría de los casos las mujeres fueron utilizadas como "cabeza de turco" para justificar derrotas o celebrar éxitos. La bella Judit tuvo el valor de decapitar a Holofernes por salvar al pueblo judío. La mitología achaca a Helena ser la causante de la Guerra de Troya; dicen que fue Tarpeya la que entregó a los sabinos la ciudad de Roma a cambio de joyas; y que el Conde don Julián entregó la España cristiana a los musulmanes para vengarse de los amores de don Rodrigo con la Cava, su hija. En las empresas de larga duración se llevaban mujeres para calmar los deseos libidinosos de los soldados. Los mismos Caballeros Templarios llevaron a las Cruzadas 13.000 prostitutas. 

En la Guerra de Granada, que duró diez años, habría otras muchas más mujeres que las damas que acompañaban a la Corte. Los españoles que fueron a América no tenían prejuicios raciales en mezclarse con las amerindias. Que se lo pregunten a un mestizo, el Inca Garcilaso de la Vega. Ya tenían experiencias mezclándose con las moras en las fronteras de la Guerra de Granada. 

Sobre las mujeres que fueron a América hay bastante documentación. Colón llevó a 30; y entre 1500 y 1580 pasaron unas 8.000. Una Real Cédula firmada en Granada en agosto de 1526 refiriéndose a las mujeres que debían pasar a ultramar, decía: "habiendo necesidad se puedan establecer casas de mujeres públicas en la ciudad de Santo Domingo". Lo curioso es que el documento lo firmaron los obispos de Osma, Canarias y Ciudad Rodrigo; claro que aquí lo que se quería preservar era la "honra" de las señoras casadas que allí vivían y las de sus hijas, para evitar adulterios e incestos. Habiendo putas, todo arreglado, suponían. 

Algunas mujeres jugaron importantes papeles en el proceso de conquista y colonización acompañando a sus maridos. Otras estaban deseando embarcar pues despedían a los soldados en los puertos exclamando "¿Esto se ha de comer el mar? ¡Qué lástima!". Famosas fueron Beatriz de la Cueva, esposa del adelantado Pedro Alvarado; Isabel Barreto, "señora del Pacífico" con Álvaro Mendaña; Marina "La Malinche", compañera de Hernán Cortés, a la que se achaca ser culpable de la derrota de los aztecas; Inés Suárez, la compañera de Valdivia en Chile, todo lo que tenía de guapa lo tenía de cruel; María Dávila acompañó al granadino de Guadix Pedro de Mendoza fundador de Buenos Aires. Beatriz de Bobadilla, Marquesa de Moya, fue amiga íntima y consejera inseparable de la reina Isabel. 

Papel importante jugaron tres mujeres en la conquista del Reino nazarí por distintas razones: Isabel la Católica, Aixa esposa de Muley Hacen e Isabel de Solís, su amante. Dejemos de lado por muy conocido el protagonismo de Isabel y recordemos cómo aprovecharon los cristianos los entresijos amorosos del rey nazarí Muley Hacen cuando abandonó a su esposa Aixa para casarse con la cristiana Isabel de Solís (Zoraida). Problemas amorosos que fueron muy favorables para la toma de Granada por la brecha que se abrió entre Boabdil y su padre. Mujeres había muchas, pero de las que estaban arreglando el mesón, hilando en la rueca y ordeñando la cabra, los cronistas apenas decían palabra.

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