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lunes, 8 de febrero de 2016

De terremotos y otros desastres El Huffington Post

 
Geólogo y empresario

Todos sabemos que un fuerte terremoto (y varias réplicas) se ha producido en el Estrecho estas semanas. Nada nuevo, otros se han producido anteriormente y otros se producirán después. Les llamamos desastres naturales, y rezamos a Dios porque no nos toque sufrirlos... En realidad, no son nada excepcional, sólo hay que mirar la hemeroteca.
Estrecho de Gibraltar desde España. Foto: GEOPIEDRA.

Sin embargo, no todos sabemos o queremos saber que, más allá de la "voluntad de Dios", los desastres naturales ocurren en un dónde, un cómo, un porqué y un cuándo...
Lo terrible de este razonamiento simple es que el ciudadano de a pie no tiene por qué saber quién rige (más allá de Dios) esos dónde, cómo, porqué y cuándo. Debería ser el sistema social quien le advierta y le prevenga de ser víctima de un desastre natural.
Me explico con un par de ejemplos que hemos sufrido los españoles: ¿qué turista está advertido de que, yendo de vacaciones al Caribe, más o menos, según la época, corre riesgo de vivir un huracán como el Wilma de Cancún en octubre de 2005? Últimamente, esto puede pasar incluso tan al norte como Nueva York.
Segundo ejemplo: ¿por qué no se previó que los veraneantes que habían instalado su caravana en un determinado camping en los Pirineos corrían el riesgo de no contarlo si se desataba la "tormenta perfecta" (Biescas, agosto de 1996)?
Información y ordenación del territorio. Dos palabras simples que afectan a muchos intereses económicos; privados, claro. El interés económico público, el que ha de pagar para compensar las pérdidas, para reparar los destrozos, para indemnizar a las víctimas... ése crece, año tras año.
Las catástrofes naturales de tipo geológico han aumentado de forma preocupante por una razón bien sencilla: porque nuestra interacción con el relieve terrestre va en aumento y, por lo tanto, cada vez se expone más a sufrir las consecuencias de los desastres naturales.
Desgraciadamente la mayor parte de la población desconoce o ha olvidado muchos de los riesgos naturales, pero quien sí debería conocerlos y planificar la actuación que corresponda no vela por nosotros.
¿Alguien, más allá de los estudiosos, sabe que en las costas de Cádiz y Huelva hubo casi 2.000 muertos por el maremoto asociado al terremoto de Lisboa de 1755? ¿Alguien imagina cuántos podrían ser si ocurre en pleno verano, con la gente atestando las playas y paseos? Un terremoto producido cerca de la costa española podría ocasionar un tsunami que tardaría entre una hora y 20 minutos en llegar al suelo español. ¿Alguien confía en un Sistema Estatal de Alerta y Evacuación?
Peor que todo esto es que, cuando se produjo un fuerte terremoto en Lorca en mayo de 2011, el servicio público más básico, el que bajo ninguna circunstancia puede fallar, el que tiene que estar preparado para absolutamente cualquier eventualidad (que no sea un cataclismo destructor mandado por el mismísimo Dios, a modo de Sodoma y Gomorra), falló. Nos referimos al hospital.
Destrozos en la ciudad de Bhaktapur (Nepal) a raíz del terremoto de 2014. Foto: GEOPIEDRA.

Aún peor, aunque pueda parecer mentira, España no participará en el mayor estudio mundial que hay sobre terremotos debido a que no paga desde hace cuatro años la cuota obligatoria para llevar a cabo esta investigación. Tras esta fatídica decisión, los científicos españoles han optado por abrir una petición de firmas en el famoso portal Change.org y, de esta forma, volver al programa mundial.
España no volverá a participar en ningún programa internacional de estudio de terremotos hasta que no pague el dinero debido. En 2013 y 2014 fue expulsada de los dos grandes proyectos de investigación sobre riesgos geológicos, como son los terremotos y los volcanes, por lo que no contarán con científicos españoles.
La cantidad de dinero debido por parte de España ascendía a la cifra de 550.000 euros. Todavía es posible pagar el dinero debido y poder recuperar todo el prestigio perdido a nivel internacional. Pero, según los investigadores españoles, el Gobierno no ha hecho todo lo posible por renegociar el pago de estas deudas, y el daño para nuestro país es muy grande. Los que han salido peores parados tras la exclusión son los investigadores más jóvenes, que deberán emigrar para poder terminar sus tesis y proyectos científicos.
Con la exclusión de España de este programa, el proyecto que estaba propuesto para estudiar la falla de Lorca, que fue la que causó el mayor terremoto ocurrido en nuestro país, queda totalmente paralizado. Esto supone un gran retroceso en esta materia, ya que el estudio hubiera ayudado a comprender mejor las causas por la que se produjo el seísmo y a minimizar los riesgos de posibles terremotos en un futuro.
El punto más al sur de Europa, en la Isla de las Palomas (Tarifa-Cadiz). Foto: GEOPIEDRA.

Los terremotos se concentrarán en el Estrecho, que no es el nexo de unión entre dos continentes. Antagónica y primeramente, es un límite geológico que los separa, aunque no siempre fue así. Ahora se están montando las dos capas que allí confluyen, lo que se llama una zona de subducción.
Las zonas de subducción son lugares donde una de las placas tectónicas de la Tierra se introduce debajo de otra, produciendo algunos de los terremotos más fuertes del mundo. En el Estrecho existe una capa en la parte norte de la placa africana que subduce muy lentamente bajo Europa. Esta capa corresponde al manto terrestre (y a parte de la corteza superior), a lo largo de la cual se produce algo similar a una "bisagra", estirando la corteza por encima de ella. El resultado de esta dinámica son terremotos como el de Lisboa o, más recientemente, el de Alhucemas (febrero de 2004), de magnitud 6,3.
El Estrecho de Gibraltar es una zona de tal complejidad geológica y controversia que le podríamos dedicar un artículo específico a describir las ideas acerca de su apertura en el Mioceno, a las razones del terremoto de Lisboa de 1755 o a la desecación del Mediterráneo en el Messiniense, al origen de su abrupta batimetría... Sin duda, un lugar único en el mundo.

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