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jueves, 10 de noviembre de 2016

Retratos de familia el Huffington Post

 
Escritor


Cartelera de Corazón silencioso, de Bille August (www.fotogramas.es).
La eutanasia y los conflictos familiares que surgen cuando uno de los miembros -la madre, inmensa Ghita Norby- decide llevarla a cabo a causa de la enfermedad degenerativa que padece, es el tema central de la película Corazón silencioso, de Bille August.
Toda la familia -las dos hijas y sus compañeros, el nieto y una amiga de la infancia de la mujer que, ayudada por su marido, médico, toma la decisión- se reúne en la casa familiar, un fin de semana. El último fin de semana que pasarán juntos porque la mujer planea acabar con su vida ese mismo domingo, cuando todos se hayan ido. Surgen los conflictos, las rencillas, los miedos, las palabras envenenadas, los misterios no desvelados, los afectos, los recuerdos, el dolor, la impotencia.
Es una película honesta y muy teatral (dicho sea sin ningún tipo de connotación negativa), con ecos del cine de Bergman, tan presente en la obra y en la vida de August. De hecho, no sería mala idea adaptarla al teatro (pienso que Julia Gutiérrez Caba, un suponer, bordaría el personaje: posee la misma grandeza y sencillez que la actriz danesa). La eutanasia sigue siendo un tema pendiente en nuestras sociedades y convendría exponerlo más para que cada persona, desde su responsabilidad y opción personal, tuviese la última palabra ante una circunstancia tan terrible como la que rodea a la protagonista de esta conmovedora historia que acabo de ver en deuvedé.
El silencio, después de las palabras y las despedidas, se va imponiendo como una luz cálida que ayuda a la reflexión. No hay estridencias, tan sólo serenidad. Lo asumamos o no, la vida es un ciclo. Y en esas reflexiones, debe quedar constancia de ello. Rotundamente.
De otra familia y sus particulares exilios y existencias nos habla la escritora Alena Collar en su novela El retrato de Irene (Editorial Baile del Sol). Es, como la película de August, una obra honesta, narrada con buen pulso, que reivindica ciertas posiciones éticas, sin maniqueísmos ni discursos baratos. Una serie de personajes bien trazados, y sobre todos ellos, la Irene del título, con su magnetismo y sus silencios. Queda poso después de leerla. Y nostalgia, y decadencia de la que me gusta ensalzar. Esa decadencia inevitable que van tejiendo los años y sus avatares.
Dicen que noviembre es el mes más triste del año. No lo considero así. Es cierto que es un mes que está entre los últimos coletazos del verano y los excesos de la Navidad. Un mes lluvioso y frío, sí, pero perfecto para adentrarse en estas vidas, en estos retratos de familia que consiguen salvaguardarnos de la intemperie, de los feos tiempos que se avecinan, que ya están aquí.

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