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Continuamente nos cruzamos en nuestra vida con multitud de personas que son diferentes entre sí. Pueden pertenecer a los mismos grupos, haber sido educados de forma similar, haber tenido las mismas oportunidades.... ¿Qué marca las diferencias? Por un lado, la ciencia nos dice que el mayor peso es la genética, para lo que cada vez hay más voces disidentes (Bruce Lipton está entre los científicos prestigiosos que dicen que los genes no actúan si no hay una adecuada interrelación con el medio). Los psicoterapeutas humanistas nos inclinamos a pensar en que es la relación entre padres e hijos lo más determinante en el desarrollo de las personas y, sobre todo, en la creación de la estructura de la personalidad.
No dudo de la influencia e importancia de la predisposición genética pero, al margen de lo que en realidad haya, nuestra mirada profesional irá dirigida hacia el análisis de la relación parental. El amor y el respeto de las figuras parentales hacia los niños va a estar en una altísima prioridad entre los factores que más influyen en el desarrollo de estos últimos. Incluimos entre las relaciones parentales a los padres, abuelos, tíos, educadores, cuidadores.... Es decir, a todos los que asumen la función parental en algún momento de la vida del niño. Cuando hable de padres, el sentido será de figura parental.
Para los padres, tener objetivos claros y sanos a corto, medio y largo plazo les ayudará a no perderse ni dejarse llevar por los impactos emocionales del presente, que podrían dar el traste con la estabilidad y la solidez del mensaje parental. Es decir, que el padre sea consistente, que no ceda ante el miedo inmediato de un chantaje afectivo, de la presión del momento o de la responsabilidad y trascendencia que una decisión puede tener para su niño herido y que prevalezca el adulto sano en esa función parental.
Ser consistentes como padres significará:
No mirar para otro lado, ser consecuentes, sensatos, honestos, responsables... Para un hijo, saber que sus padres "están siempre ahí" y que "son de fiar" es lo que le aportará una seguridad imprescindible para que, una vez incorporada, le haga sentirse sólido como persona, libre de miedos patológicos y adquirir la estabilidad en sus vidas.Actuar dentro de la crianza y educación del niño de forma que este se sienta seguro de que el amor no está en juego. Saber transmitirles esa seguridad afectiva será fundamental para que la confianza no se quiebre y se vaya consolidando cada vez más.
Mostrar una coherencia emocional facilitará a los niños que sientan y expresen sus emociones de forma espontánea, segura y sana, sin temor a malas consecuencias.
Proteger sin invadir al hijo, respetarle mientras se le acompaña, dándole la seguridad necesaria para que su aprendizaje y exploración del mundo sea un éxito.
Permitir una comunicación fiable y segura, que el hijo se sienta seguro por compartir su vida y sus descubrimientos con sus padres, sin temer ser represaliado por sus ideas o por sus acciones.
Poner límites firmes a los hijos. Ni rígidos ni demasiado flexibles. La firmeza en los límites facilitará que los niños aprendan a moverse de forma libre por las zonas permitidas, sabiendo que la transgresión de las zonas prohibidas, además de ponerles en peligro, les traerá unas consecuencias a las que tendrán que enfrentarse. Nunca se debe prometer un castigo que no se va a realizar, ya que esto traería consigo la pérdida de la consistencia necesaria.
Aportar estabilidad y coherencia a sus hijos, dándoles una base de seguridad para aprender a funcionar en la relación con ellos mismos, con los otros y con el mundo.
La importancia de la consistencia de los padres para que los hijos consigan tener una estructura de personalidad sólida y sana, para mí, está fuera de toda duda.
También el paralelismo de un gobierno consistente y coherente para que los ciudadanos puedan vivir una vida segura, sana y productiva.
La consistencia es una condición necesaria para facilitar el desarrollo sano y positivo de las personas que están a nuestro cargo. Cualidad que debería estar presente en todas las personas que están arriba en las relaciones verticales, con la intencionalidad puesta en los de abajo de dicha relación. Lo mismo podemos decir para unos padres que crían a sus hijos, para un empresario o jefe que busca la mejor de la productividad en su equipo de trabajo, para un maestro con su discípulo o para que los gobernantes dirijan un territorio hacia un buen desarrollo político y humano.
Quizás si todos los que ocupamos posiciones dirigentes (padres, maestros, médicos, jefes, políticos, gobernantes) hiciéramos una autorreflexión sobre nuestra propia consistencia, y eso nos llevase a cambiar algunos aspectos, ofreceríamos una altísima mejora en las personas de las que nos ocupamos. La vida así sería muchísimo mejor.
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