PABLO ALCÁZAR
Desde la Antigüedad, los mayores han tenido que recurrir a ciertos métodos represivos para domesticar a la juventud
Educar / encauzar / adecuar / conformar / encuadrar / domesticar / integrar / incorporar / a los jóvenes ha sido de siempre una de las preocupaciones de los mayores. Los apuros que sufren hoy los mayores para contener la enérgica espontaneidad de la juventud asoman también en escritos de hace 4.000 años. En una inscripción caldea, se lee: "Nuestra juventud es decadente e indisciplinada, los jóvenes ya no escuchan los consejos de los viejos, el fin de los tiempos está cerca". Los instrumentos que los mayores han utilizado para meter a los jóvenes en cintura han sido variados. En el Museo Arqueológico Nacional de Taranto (MARTA) hay una vasija griega de hace 2.300 años en la que un pintor anónimo dibujó a Afrodita a punto de golpear a su niño Eros con una sandalia. En la Villa de los Misterios de Pompeya, una madre apoya a la maestra que obliga a leer a un niño desnudo, cogiéndolo por una oreja. Mi madre utilizó como último recurso pedagógico una olla de aluminio el día en que yo acabé con su paciencia. La cacerola tiene un bollo que se corresponde exactamente con una protuberancia de mi cráneo. La alpargata también se usaba entonces. Afortunadamente, mi generación renunció a los castigos físicos y, equivocadamente, desterró el "no" de su programa educativo. Y, equivocadamente también, renunció a inculcar en los hijos un principio de realidad básico: no se puede tener todo. Hay que repartir. Los bienes son limitados y hay que esforzarse para obtenerlos. Las generaciones actuales no sólo han renunciado a decirles que no a sus hijos sino que presionan a la Escuela para que les dé títulos y calificaciones sin esfuerzo, en una interpretación espuria de la educación para todos, propiciada por los poderes públicos. Algunos hasta maltratan a los profesores "exigentes". Los chicos catalanes que se enfrentan violentamente a la policía son el producto de esa no educación. Los padres y los aprovechados políticos independentistas, en lugar de enseñar a sus vástagos que, si te enfrentas a los antidisturbios, te puede caer una hostia, presionan a la policía para que aguanten la violencia juvenil impasible, sin rechistar y sin molestar demasiado a los niños zangolotinos. Nada de alpargatas, los Mossos d'Escuadra, en lugar de pelotas de goma, tendrían que cargar sus fusiles con huevos kínder rellenos de helados o miel.
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