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domingo, 23 de febrero de 2020

Gobiernan los técnicos y los políticos van de florero? granadahoy.com

MAGDALENA TRILLO

Si nadie en el caso Serrallo sabe nada, ¿han cobrado durante trece años sus nóminas por nada?


Trece años gobernando una ciudad sin saber de urbanismo, sin controlar siquiera las citas de la agenda y sin manejar las funciones más básicas de un móvil o un ordenador. Un alcalde que se encontraba al principal promotor como a cualquier otro vecino, de vinos y de canapés, y un equipo de concejales que acudía a las juntas de gobierno y a los plenos para ratificar lo que dictaban los técnicos.
¿Es una estrategia defensa o es lo que de verdad ha ocurrido en la capital durante más de una década? De momento, es lo que se desprende de las incisivas crónicas que Lola Quero está escribiendo en nuestro periódico sobre el caso Serrallo y lo más grave es que sólo estamos en el principio de la dura página político-judicial que Granada tendrá que digerir con el caso Nazarí y un plantel de acusados casi idéntico. Reincidentes.
A la espera de lo que sentencie el tribunal, Granada tiene dos debates profundos pendientes: el primero será asumir qué le ocurrirá a todo el equipo del PP que parece haber vivido de prestado en la Plaza del Carmen -¿irán a la cárcel?- pero el segundo y mucho más delicado será cuestionarnos qué hemos estado votando y premiando los granadinos cuando le hemos dado el poder a un grupo de técnicos para que movieran los hilos -para que le hicieran el trabajo a los jefes y con la duda de hasta qué punto se han saltado la ley- y hemos permitido que unos supuestos profesionales de la política hicieran de florero.
La duda además genera una inevitable inquietud: ¿tampoco sabía nada el exalcalde de Granada (PP) cuando Madrid lo situó como delegado del Gobierno en Andalucía? Cuando su amigo Zoido le llamaba cariñosamente "Rotavator" y sus enemigos lo descalificaban como "el tractorista". ¿También en Sevilla era su secretaria y su jefe de Gabinete quienes lo manejaban todo?
Cuando se termine de escribir el perfil de Torres Hurtado, no sólo será importante contar el final de la travesía en los tribunales que está sufriendo junto a sus concejales, lo que provocó en su día una división irreconciliable en el partido y está en la base de la profunda crisis que viven los populares en Granada... Por encima del titular de la pena o la absolución serán clave los argumentos. Y es que en demasiadas ocasiones son vericuetos judiciales, cuestiones formales y tecnicismos los que justifican el final difuminando, las reflexiones que tienen que ver con el cómo.
Lo triste de estrategias de defensa de este tipo es que, al margen del destino de los acusados, el fondo de lo que se relata supone una mancha profunda en sus carreras. Si es verdad, por lo que revela sobre su irresponsabilidad e incompetencia y, si no lo es, por lo que se está trasladando a la opinión pública.
Y porque es lo que complicará que podamos realizar análisis críticos contra el propio sistema judicial, contra la abusiva tardanza de los procesos y contra la banalización de la presunción de inocencia. Alarma tanto lo que nos están contando sobre el día a día de la gestión municipal que resulta difícil plantear que una inocencia final pueda limpiar toda una era de (des)gobierno.
Esta otra visión del análisis, de crítica hacia los procesos, hacia el poder omnipotente que en España tienen jueces y fiscales, es tan necesaria como la que tiene que ver con la actividad y la bondad misma de los políticos. El caso del exalcalde de Santa Fe, el socialista Sergio Bueno, tal vez sea el mejor ejemplo: fue acosado judicialmente, decidió dar un paso atrás a nivel público y político, todo terminó en nada y ahora lo acaban de rescatar para el Gobierno de Pedro Sánchez como director del Gabinete de Montilla. Las segundas oportunidades existen.
Justo hace unos días publicábamos también que el caso Nazarí adelgaza con la decisión de archivar una de las causas, la del Cerrillo de Maracena. Una buena noticia en este caso para el PP y no tan buena para el PSOE porque las defensas reprochan con dureza la "mala fe" de los socialistas tratando de mantener vivo el asunto judicial.
Son casos y ejemplos muy distintos pero todos ayudan a construir la radiografía de un sistema, político, institucional, judicial y de poder, con demasiados vasos comunicantes, debilidades y zonas oscuras.

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