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martes, 16 de marzo de 2021

Las abejas como radares de contaminación: pueden atrapar microplásticos en su cuerpo granadahoy.com

 

  • Un estudio ha detectado por primera vez la presencia de microplásticos en el cuerpo de las abejas, confirmando su capacidad de detectar la contaminación ambiental

  • Continuar con esta línea de investigación permitiría diseñar sistemas de evaluación de calidad de productos como la miel o las verduras

Las abejas pueden ser rastreadoras de contaminación
 ambiental. 
FUNDACIÓN DESQBRE

IRENE SARRIÁ

El equipo de investigación Residuos de Plaguicidas de la Universidad de Almería ha realizado un estudio para conocer si las abejas podían ser indicadores de la contaminación ambiental de áreas concretas, y el resultado ha sido positivo.

En el estudio titulado ‘Honeybees as active samplers for microplastic’, los expertos del grupo Residuos de plaguicidas han analizado 19 colmenas situadas en Copenhague (Dinamarca) y sus alrededores, donde recogieron los cuerpos sin vida de 4.187 abejas. El objetivo era averiguar qué tipo de residuos se adherían a ellas durante su tarea polinizadora y si en efecto eran contaminantes.

Los residuos plásticos se encontraron en los cuerpos de las abejas

Para comprobar la presencia de microplásticos en estos insectos, se recogieron los cuerpos sin vida de las abejas durante la primavera, que es la época de máxima actividad en el enjambre. Así, los apicultores introdujeron las muestras en recipientes que enviaron a los investigadores, quienes las congelaron para evitar descomposición orgánica y la degradación de los plásticos.

Posteriormente, insertaron las muestras en frascos de precipitado con agua y etanol, una sustancia con la capacidad de separar los microplásticos del cuerpo de las abejas. Después, recuperaron los polímeros desprendidos con un filtro, los secaron y examinaron para identificarlos uno a uno. 

Los microplásticos se adhieren a tórax, patas y alas de las abejas

“La mayoría de residuos que se adherían a las abejas eran fragmentos y fibras. Estas últimas suponen un problema para el medio ambiente porque son de origen industrial y contaminan más”, explica Amadeo Rodríguez, uno de los investigadores.

La conclusión: las abejas pueden actuar como rastreadores de contaminación

Gracias al estudio se comprobó que efectivamente las abejas eran indicadores eficaces. Estos insectos son capaces de detectar la contaminación ambiental en un radio de ocho kilómetros desde sus colmenas mediante la captación de los diminutos polímeros que se adhieren a ellas durante la actividad recolectora. 

“Nuestra labor se centró en comprobar, mediante el análisis de los microplásticos hallados en las obreras, si éstas servían como bioindicador de la contaminación ambiental de áreas concretas, dado que su actividad se extiende por una zona específica”, explica Amadeo Rodríguez.

El análisis de estos insectos una vez cumplido su ciclo vital se propone como un método de monitorización más económico y simple que los actuales sensores de contaminación.

¿Posibles peligros para el ser humano?

Los expertos detectaron 13 tipos de microplásticos
 diferentes en el cuerpo de las abejas

La degradación del plástico derivado de la actividad humana genera residuos del tamaño equivalente a la punta de un cabello. Estos polímeros afectan, ya sea a través de su ingesta o porque contaminen un entorno, a los diversos ecosistemas y a los seres que los habitan. 

Las partículas de plástico son tan diminutas que el viento las transporta constantemente, motivo por el que están presentes en lugares como las flores donde las abejas realizan su actividad y, una vez adheridas a su cuerpo las obreras las transportan hasta el panal. 

De este modo, los microplásticos también acaban en la miel que consume el enjambre y, en última instancia, el ser humano.

Conciencia ambiental

El grupo Residuos de plaguicidas quiere continuar con esta línea de investigación con el objetivo de diseñar sistemas de evaluación de calidad de productos como la miel o las verduras.

Para ello, analizan los residuos que se producen durante su elaboración o manipulación y establecen parámetros para unificar el criterio de los laboratorios europeos, como la presencia y ausencia de plaguicidas en los alimentos.

De este modo, se garantiza la seguridad de los alimentos para su exportación e importación.


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