El intento de asesinato de Rushdie se enmarca en una sucesión de hechos programados por el yihadismo contra la libertad de expresión. No estamos ante fanáticos
Los riesgos de la libertad de expresión |
Salman Rushdie tiene la virtud de ser víctima de trágicos sucesos personales luctuosos y vergonzantes, que derivan en un intenso debate sobre el significado y los límites de la libertad de expresión. Primero fue la condena en una fatwa del ayatolá y líder supremo iraní Jomeini, condenándole en 1989 a muerte debido a la publicación de su obra Versos satánicos (1988). La fatwa tiene la cualidad de que la condena puede ser ejecutada por cualquier musulmán. El escritor, eterno candidato a Premio Nobel de Literatura, ha estado a punto de perder la vida por el intento de asesinato el 12 de agosto de 2022 en Nueva York por un fanático que, a cambio, ganaría el paraíso y una sustanciosa cantidad de dólares.
El atentado contra Rushdie permite plantearnos las posiciones teóricas contra la libertad de expresión: la censura y la cancelación, para finalmente centrar el caso Rushdie en estas posiciones.
La censura es la prohibición jurídica de la libertad de expresión, absoluta o relativa (sometida a condiciones), que es practicada por los regímenes tiránicos y dictatoriales. Los primeros la prohíben totalmente. Los segundos la someten a condiciones y entre ellas la condición previa de la autorización del poder político. Hemos padecido en España durante el régimen franquista este tipo de censura del ejercicio de todos los derechos fundamentales y singularmente de la libertad de expresión. Los derechos fundamentales eran directamente suspendidos o sometidos al control previo administrativo de la autorización; sin ésta no era posible ejercitarlos. En la transición a la democracia la autorización previa quedó suprimida o conmutada por la comunicación previa.
La cancelación no puede prohibir, pues no tiene el apoyo de una norma de derecho. Pero, aunque no pueda hacerlo, la actitud del cancelador puede ser objeto de la acusación de atentado a la libertad de expresión. La cancelación es la llamada desde instancias de cualquier tipo -de una institución pública, de una organización, de un particular- a la abstención en la compra de determinados productos o al aislamiento social de una persona, colectivo u organización por múltiples razones de orden político, económico, social, siendo la más frecuente la opresión o represión de personas, colectivos, comunidades y pueblos vulnerables. La cancelación responde a diversas motivaciones. Abarca un amplio abanico de objetivos: desde los Estados a las personas concretas, mediante la apelación a la gente para que no las contrate, asista a sus espectáculos, compre sus obras, difunda su publicidad, les preste sus servicios, etcétera.
El caso de Salman Rushdie responde a una censura absoluta impuesta por un régimen teocrático tiránico y por boca de su dictador religioso, el ayatolá Jomeini. Es una censura absoluta, que además comporta la incitación al asesinato de la persona que expresa una opinión en un libro ofensiva de los dogmas religiosos. El dictador político-religioso se salta todas las garantías jurisdiccionales de la persona presentes en el Estado de Derecho, que en nuestra Constitución están reconocidas en los arts. 24 y 25. Utiliza un instrumento, la fatwa, de carácter religioso, que está por encima del ordenamiento jurídico. En el caso confluyen un Estado absoluto, en el que todos los poderes están concentrados en una persona sagrada e inviolable, y un Estado teocrático en el que las fuentes religiosas son las primeras fuentes materiales del ordenamiento jurídico. Es un caso de censura en su versión más extrema, impuesta por un terrorismo religioso de un Estado absoluto y teocrático.
El intento de asesinato de Rushdie se enmarca en una sucesión de hechos programados por el yihadismo contra la libertad de expresión. No estamos ante fanáticos asesinos solitarios y aislados que actúan por libre. El escritor británico es un eslabón más de la intolerancia expresiva yihadista repleta de asesinatos e intentos de asesinatos: los 16 periodista de Charlie Hebdo, Samuel Paty, Igarashi, Bluitgen, Nygaard… Rushdie es el ejemplo más mediático de la cadena; uno más y, probablemente, será seguido de otros. La censura de la libertad de expresión del yihadismo es la más intensa y cruel porque es una censura que reúne circunstancias especiales: a) no admite disculpa ni arrepentimiento (para nada sirvió la declaración pública de disculpa de Rushdie en Londres en 1990), b) se ceba en personas o colectivos aislados y no militantes en organizaciones combatientes, c) aplica la más alta sanción de la condena a muerte, y d) es ejecutada por un sujeto castigador universal: cualquier creyente musulmán.
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