Del uso a la gestión del agua
Del uso a la gestión del agua |
desde hace algunos años, directivos de las grandes estaciones de esquí de Europa vienen a España a conocer cómo hemos conseguido desarrollar una serie de técnicas y procedimientos para gestionar la nieve. Porque, desde hace ya muchos años, en las estaciones de esquí más meridionales, y ante la escasez de nieve que se padece año tras año, los equipos encargados de las instalaciones han tenido que desarrollar formas de trabajar con el escaso recurso, para conseguir mantenerlo el mayor tiempo posible y poder rentabilizar las instalaciones durante la temporada.
La necesidad obliga, dice el refrán, y gracias a esta especialización, los equipos de estaciones españolas son ahora reconocidos por los directivos de las estaciones del sur de Francia o el norte de Italia, porque ahora comienzan a sufrir las consecuencias del calentamiento global y, en consecuencia, tienen que conformarse con mucho menos nieve para garantizar una temporada al uso.
Actualmente, el caso de la nieve se deberá también trasladar al agua. Ya no podemos depender de que llueva más o menos porque ya sabemos científicamente que cada vez lo hará en menor medida, de forma imprevistamente descontrolada y que, por lo tanto, tendremos que conformarnos con el agua de que disponemos. Ante esta realidad, el uso del agua tendrá que cambiarse por la gestión del agua y no podremos utilizar y malgastar un bien tan escaso que, cada vez, será más necesario gestionar bien para sacarle el máximo partido.
Y también en este ámbito, en nuestro país estamos siendo pioneros. En torno al 80% del agua que se utiliza en la agricultura murciana proviene de la reutilización de aguas, previamente utilizada en otros procesos.
En este sentido, también es importante poner en valor el impulso que en un momento determinado se dio a la construcción de desaladoras, que no es más que otra forma de gestionar un recurso que podemos utilizar en diferentes ámbitos, sometiéndola a los preceptivos tratamientos que consigan mantener la calidad necesaria para su reutilización.
Y si es importante la gestión del agua y establecer los procesos adecuados para su tratamiento, también lo es adaptar las formas de producción a la nueva situación de restricción del recurso. Todas aquellas industrias que son especialmente dependientes y que necesitan grandes cantidades de agua para su producción, tendrán que ir transformando sus métodos de manera que su consumo se racionalice. Sin pretender criminalizar a ningún sector, sí es necesario exponer que, por ejemplo, la industria textil necesita entre 80 y 120 litros de agua para cada kilo de tela procesado y que el sector es responsable del 20% de las aguas residuales que se producen. En cualquier caso, también hay que apuntar la preocupación ya instalada en estos sectores y, siguiendo con el ejemplo de la industria textil, ya se están probando nuevos procesos que están permitiendo ahorros de cerca del 80%.
En la agricultura, otro de los grandes sectores consumidores de agua, la simple implantación del riego por goteo, frente al tradicional riego a manta, ya supone un ahorro enorme.
Sin duda, este es el camino, realizar una adecuada gestión de un recurso cada vez más escaso y que, bien tratado, puede utilizarse una y otra vez de forma adecuada. En este sentido, todos los expertos consideran que los tres pilares sobre los que debe pivotar este uso adecuado del agua deben ser, en primer lugar, una educación responsable en el consumo y utilización del agua; en segundo lugar, un incremento generalizado de la reutilización; y, por último, es imprescindible aumentar los procesos de desalación.
La transformación tecnológica y energética en que nos encontramos en estos momentos inmersos tendrá, por tanto, que prestar también la suficiente atención a la utilización de todas esas tecnologías disruptivas para conseguir que los recursos naturales se utilicen de forma responsable, racional y que permita la sostenibilidad económica a la que, irremediablemente, nos debemos empeñar.
Debemos hacer una apuesta decidida por la innovación tecnológica como herramienta que permita un control continuo del agua (tanto en aspectos de cantidad como de calidad). Este control continuo facilitará la generación de alertas tempranas que ayudarán a prevenir y anticipar desastres. De esta manera pasaremos de gestionar las crisis, a gestionar los riesgos; ganando eficacia y eficiencia en los costes.
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