El estudio ha sido publicado en la prestigiosa revista Nature
LAPRESSE Una planta pequeña entre la tierra seca de la reserva de Sau, Barcelona. |
La ciencia ha fijado por primera vez cuáles son los límites de seguridad y de justicia que no deberían sobrepasar los principales indicadores del deterioro ambiental. Y, por desgracia, ha concluido que algunas de esas líneas rojas ya se han cruzado y muchos de los impactos en el bienestar humano son ya inevitables.
Medio centenar de investigadores pertenecientes a la ‘Comisión de la Tierra’ (una plataforma internacional de científicos que colaboran por un mundo más sostenible) han publicado en la prestigiosa revista Nature las conclusiones de un trabajo científico que pretende ser un marco referencial para las generaciones actuales y futuras. En el mismo, los expertos han precisado cuáles son los umbrales que no se deberían cruzar para salvaguardar un planeta que pueda soportar el bienestar humano.
Tal y como recoge EFE, los límites que los científicos califican de “seguros” son aquellos que garantizan unas condiciones estables y resilientes en la Tierra; los “justos” son los que minimizan la exposición humana a los daños más significativos (como la pérdida de vidas, los desplazamientos forzosos, la pérdida de alimentos o de recursos como el agua, la seguridad nutricional o las enfermedades crónicas).
De esta forma, los científicos han fijado en 1,5 grados el límite “seguro” por encima del cual no debería subir la temperatura media de la Tierra para evitar una alta probabilidad de múltiples puntos de inflexión climáticos; ése no se ha incumplido todavía. Pero fija en 1 grado el límite considerado “justo” para evitar una alta exposición a daños significativos causados por el cambio climático; éste sí se ha incumplido ya.
Umbrales más allá del clima
Además del clima, los investigadores han fijado esos límites “seguros” y “justos” también en términos de biodiversidad, agua dulce, y diferentes tipos de contaminación del aire, el suelo o el agua. En ese sentido, han concluido que en la mayoría de los casos se han superado y que los seres humanos están asumiendo riesgos “colosales” y poniendo en riesgo la estabilidad y la resiliencia del planeta.
Los expertos señalan, por ejemplo, que entre el 50% y el 60% de la naturaleza global debería permanecer intacta (incumplido, tanto en términos de seguridad como de justicia); que el porcentaje de alteración del caudal del agua superficial no debería superar el 20 por ciento (incumplido); o que el aprovechamiento del agua subterránea no debe ser superior a la capacidad de recarga de los acuíferos (incumplido también, tanto en términos de seguridad como de justicia).
Los investigadores han advertido también que los ciclos de fertilizantes como el nitrógeno o el fósforo superan los límites que se consideran seguros y justos. Además, subrayan que muchas actividades humanas están alterando los flujos naturales del agua y liberando cantidades excesivas de nutrientes en los ríos, lo que plantea serias amenazas para los ecosistemas y para las contribuciones vitales que hacen al bienestar de las personas.
Una española, entre los científicos que han participado en el trabajo
Entre los cincuenta investigadores de todo el mundo que han participado en el trabajo está la investigadora Noelia Zafra, del Basque Center for Climate Change (BC3). La española ha destacado la relevancia de esta investigación, ya que se llevan realizando estudios científicos de los límites biofísicos de la Tierra desde los años setenta del siglo XX, pero por primera vez se han realizado los cálculos incluyendo “justicia social intra e intergeneracional y con todos los seres vivos de la Tierra”.
En declaraciones a EFE, Zafra ha lamentado que muchos de estos límites ya se han sobrepasado y ha asegurado que algunas de las consecuencias van a ser ya irreversibles. Para la experta, “lo más importante ahora es saber que es necesario trabajar, y mucho, para que las consecuencias de superar esos límites sean lo menos negativas posibles”.
La investigadora del BC3 apuesta, además de por el estricto cumplimiento del Acuerdo de París para contrarrestar la crisis climática y de biodiversidad, por impulsar nuevos acuerdos sociales “mucho más amplios y a todas las escalas (desde la global a la local) para poder implementar todas las medidas necesarias de una manera justa”.
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