Cuando a Héctor Rivero se le pregunta por una buena práctica entre las 62 ONG de el Desarrollo que hay en Andalucía actúa como un padre que tiene que elegir entre uno de sus hijos. Desde 2015, es el presidente de la organización que coordina a las entidades que se dedican a la cooperación internacional para el desarrollo, tanto dentro como fuera de la región. "Somos un referente a nivel estatal", asegura Rivero, que lamenta la situación presupuestaria de unas políticas que tienen difícil llegar a la meta histórica de inversión del 0,7% del PIB andaluz.
-¿Son solidarios los andaluces?
-En las 62 ONG para el desarrollo que hay en Andalucía hay 300.000 socios. Pensamos que en la crisis el número iba a bajar, pero en los años más duros aumentó. Tenemos una relación muy buena con la ciudadanía andaluza.
-¿Cuánto cuesta al año ser solidario?
-Hay muchas fórmulas. Hay quien paga mensualmente, quien paga trimestralmente y quien paga anualmente. Con menos de seis euros al mes es complicado, aunque hay quien aporta una vez, de vez en cuando.
-Le pregunto porque casi nadie se para con esos voluntarios que tienen por el centro de las ciudades.
-Tendríamos que hacer una reflexión. Aunque suelen ser muy simpáticos, en el fondo es un poco violento. Y más en algunas zonas de la ciudad donde vas sorteando uno detrás de otro. Pero las organizaciones tienen que salir a la calle y tomar el pulso de la gente.
-Las ONG para el Desarrollo son organizaciones con cierto prestigio.
-En las encuestas siempre sale una valoración muy alta. Hay organizaciones con más de 50 años de trabajo con unos sistemas de rendición de cuentas bastante grandes que hacen que la ciudadanía sienta que el dinero que se dedica a cooperación está bien invertido.
-¿Dependen financieramente de esas aportaciones ciudadanas o de la inversión pública?
-Hay organizaciones con fondos propios muy altos, con una historia y una tradición a muy largo plazo. Buena parte del sector tiene una dependencia alta de los fondos públicos. Nuestra acción consiste en participar en una política pública, que es la cooperación internacional para el desarrollo.
-La inversión andaluza en la materia lleva años estancada o con un crecimiento muy escaso.
-Este año termina el segundo Plan Andaluz de Cooperación para el Desarrollo de la Junta y establecieron un marco presupuestario que no se ha cumplido. El presupuesto global de la Junta ha crecido y la partida de cooperación ha subido muy tímidamente. Más allá de eso, nos parece triste que la política se haya estancado. Hemos tenido una legislatura con muy pocas iniciativas.
-¿Qué porcentaje del PIB andaluz destina la Junta a cooperación para el desarrollo? Imagino que está lejos de la meta del 0,7%.
-Según nuestras cuentas, estamos en el 0.14% y deberíamos haber llegado este año al 0,55%, según el marco presupuestario.
-¿Hay alguna Administración que cumpla con la meta del 0,7%?
-Que yo sepa, no. En buenas prácticas destaca el Ayuntamiento de Córdoba. Puso en marcha un programa llamado Cooperación Sur-Norte que trataba de aplicar iniciativas realizadas en países como Mali y Marruecos en barrios de la ciudad.
-¿Aquí también hace falta el trabajo de las ONG para el Desarrollo?
-Más de la mitad de nuestras organizaciones tienen iniciativas de acción social en Andalucía, sin contar con la educación para el desarrollo en institutos y colegios. Trabajan con infancia, población migrante, personas en desempleo y mayores, por ejemplo.
-¿De eso no deberían encargarse las ONG que trabajan en España?
-No sólo somos especialistas en países en desarrollo. El núcleo de los derechos humanos es igual aquí que en Bolivia o Mauritania. De lo que se trata es de no dejar a nadie atrás.
-En los centros de decisión europeos hay quien defiende que la solución a los flujos migratorios de África pasa por la cooperación al desarrollo de esos países.
-Nos encanta esa idea, pero esconde detrás una trampa. Se cambia la ayuda al desarrollo por políticas de control de movimientos migratorios. Por políticas de policía. Si la gente tiene condiciones de vida buenas donde ha nacido no es normal que uno se vaya de allí. Estamos degradando la vida en los países del Sur con procesos extractivistas que expulsan a la gente del territorio y al mismo tiempo queremos que se queden en sus países sin ninguna expectativa. Nos resulta poco coherente el discurso, pero ojalá apostaran claramente por el desarrollo de otros países.
-¿Le preocupan las posturas políticas que ponen el foco en los inmigrantes?
-Mucho. Es olvidar que la migración y la cooperación son las dos herramientas adaptativas del ser humano. No habríamos sido un éxito como especie si no nos hubiéramos movido y además somos una especie que, individualmente, habría sido incapaz de sobrevivir. Ni somos especialmente rápidos ni somos especialmente fuertes. Hay discursos que no se basan en la realidad de los hechos. No estamos sufriendo una ola ni una invasión de inmigrantes. Si las vallas que impiden llegar a las personas a Europa impidieran llegar a los recursos de África, no duraríamos ni dos meses.
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