El periodista e investigador Bernardo Díaz Nosty acaba de publicar en España un libro sobre el riesgo de ejercer el periodismo en América Latina
En el último medio siglo se han registrado 1.200 asesinatos de profesionales de los medios
El periodista e investigador Bernando Díaz Nosty en su despacho. |
CRISTINA FERNÁNDEZ
Bernardo Díaz Nosty lleva años investigando sobre el asesinato y la desaparición de periodistas en América Latina y, por ende, las dificultades de ejercer la libertad de prensa en zonas de conflicto o dictaduras. Su libro más reciente, Periodistas en el punto de mira, ha sido publicado en España por la editorial Renacimiento. Díaz Nosty afirma que las muertes están más vinculadas a intereses económicos que ideológicos. En Cuba, por ejemplo, no hay documentados asesinatos de periodistas durante la época de Castro y en Venezuela, “ni con Chávez ni con Maduro se han alcanzado cifras comparables con otros países”.
–Acaba de publicar en España Periodistas en el punto de mira. Medio siglo de secuestros y asesinatos. En él cuenta que cerca de mil doscientos profesionales han perdido la vida violentamente entre 1970 y 2020 en América Latina. ¿Cómo puede subsistir en estos países el periodismo?
–El periodismo en México, por ejemplo, siempre ha estado vendido a los políticos. Ha sido una prensa muy corrupta, muy intervenida y eso ha llevado a su fragilidad. En Centroamérica, la mayoría de los estados son fallidos o narcoestados. Las fuerzas criminales se han apoderado de los parlamentos, de la judicatura, de la policía, del ejército. Es muy difícil pensar en una prensa crítica cuando la realidad es tan putrefacta. En estos países surgen medios afines a esos gobiernos donde nos encontramos con narcoperiodistas o periodistas delincuentes que son los que crean la realidad al servicio de estas estructuras corruptas.
–Podría parecer una exageración...
–Cuando cuento esto aquí la gente se alarma, le parece que exagero, pero esa es la triste realidad. Y qué no hablar de Venezuela, de Honduras... Hay una concentración de los asesinatos especialmente en el eje que va de Colombia a México, el circuito de la droga. Aquí, en la actualidad, se producen más del 75% de los asesinatos. En Honduras, un país del tamaño de Andalucía y del que poco se habla, lleva 69 periodistas asesinados entre 2000 y 2019.
–¿Por qué Centroamérica es un territorio tan hostil para el periodismo?
–Por un problema económico. Si el periodismo lo que trata es de reflejar la realidad y esto supone señalar a cárteles, a narcos, van a por ellos. Estos secuestros, palizas y asesinatos se hacen, además, con un sentido pedagógico y ejemplarizante, para que vean los demás lo que les puede pasar. No son asesinatos corrientes, son decapitados, desmembrados, enterrados en cal viva, hay toda una rama de terror en la desaparición de los periodistas.
–¿Se acentúa en el caso de las mujeres?
–Hay menos mujeres asesinadas pero la persecución se adorna de amenazas de violación, hacia ella, hacia sus hijas, vejaciones, insultos, toda la gama de descalificaciones, improperios y acoso que se puede imaginar. Hay un enorme desamparo. Muchas periodistas han abandonado la profesión.
–Ante este panorama, ¿qué hacen los profesionales?
–Esta impunidad con la que se ha ido castigando la profesión, atemorizándola, hace que mucha gente no se arriesgue. Cubren información de otro tipo. Hay periódicos que han llegado a decir a sus lectores que no pueden informar de estos temas por el riesgo que corre su redacción. Se crean, entonces, lo que la Unesco definió como las zonas de silencio.
–¿Qué son las zonas de silencio?
–Son territorios controlados por los narcos donde antes de cerrar el periódico o lanzarlo a la red, lo supervisan los cárteles. Es pura censura.
–¿Hay más crímenes ahora que en las épocas de las dictaduras latinoamericanas?
–Sí, ahora hay más. Pinochet ha sido superado con creces en Colombia, en México y Centroamércia.
–¿Puede más lo económico que el ideal?
–Sí, evidentemente. Los ideales están desdibujados, prima lo económico.
–¿Hay mecanismos de protección?
–En Colombia y México cientos de periodistas llevan escolta. Pero esta protección no siempre es eficaz ni puedes llegar a todos. Hay resquicios y los mecanismos de protección son difíciles.
–¿Es necesario un trabajo cómo este?
–Hay una gran resistencia a la recuperación de la memoria. Pero el horror hay que integrarlo para que no se repita. Sin embargo, en estos casos es muy difícil porque hay enormes zonas oscuras en la historia reciente y en la actualidad. Hay un divorcio enorme en los países más críticos de América Latina entre empresas periodísticas y periodistas. Las empresas no defienden a los periodistas. Muchas veces, tras un asesinato, no reconocen su vinculación con el medio. Entre otras cosas porque casi nunca hay contratos, es trabajo por piezas, mal pagado. Cuando se revelan los datos uno se da cuenta de la situación de miseria, de hambre incluso, en la que vivían algunas víctimas.
–¿El periodismo, en general, está en crisis?
–Sí. Así que imagina cuando partes de esta situación. Pero lo lógico es que haya una regeneración, no se puede seguir ahondando en esta deriva de corrupción y alejamiento de los principios de dignidad, de democracia y libertad. Son democracias impostadas, donde no se respetan derechos humanos básicos como la libertad de expresión y de prensa.
–¿Se hubiera podido publicar este libro en México?
–Una versión previa de este trabajo se publicó en México con un apagón de ventas que entiendo fue intencionado. Pedí la inmediata devolución de los derechos para editarlo en otra casa y se me fueron devueltos de inmediato. Se hizo un silencio absoluto.
–Si hubiese un ránking de países donde es más difícil ejercer la profesión...
–Fuera de los territorios de guerra, e incluso teniéndolos en cuenta, Centroamérica está en ese ránking a la cabeza. En Brasil, en una década, hubo más de medio millón de homicidios. Estamos hablando de entornos muy violentos en los que el periodismo no es la profesión de mayor riesgo. Ser sindicalista, maestro, abogado, juez tiene aún más peligro.
–¿Qué va a ocurrir con Afganistán?
–No lo sé, pero no necesariamente están relacionados los asesinatos con las dictaduras. Se han cerrado periódicos, se han exiliado periodistas, se ha dejado de suministrar papel, pero no se ha traducido en asesinatos.
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