PP y Vox sumarán sus fuerzas para llegar al Gobierno de España. Aunque ahora no toca aún desvelar el truco para no movilizar al electorado de izquierdas
Contra la hipocresía |
El PP se ha metido solo en una cangrejera. Su cuento de la lechera para aupar a Pablo Casado en su carrera hacia la Moncloa se ha desvanecido a las primeras de cambio con una victoria mínima en Castilla y León, muy lejos de las expectativas creadas. Casado quería un triunfo incontestable para seguir tensionando el tablero político nacional y para neutralizar la pujanza de Isabel Díaz Ayuso en clave interna. Ni lo uno ni lo otro.
Los populares han ganado dejándose en el camino 55.000 votos y engordando a la extrema derecha. Han cambiado un socio en declive y cómodo por un eventual compañero de viaje exigente y extremista. En términos de gobernanza, se pierde en estabilidad y en calidad democrática mientras se abre paso la radicalidad y la incertidumbre. Fernández Mañueco estará lamentando que la dirección nacional del PP haya metido las zarpas para complicarle la existencia. En clave orgánica, el resultado fortalece a Ayuso y ensombrece a Casado. Si quería una victoria incontestable para reafirmarse frente a la presidenta madrileña, ha errado en sus pronósticos y ya están los partidarios de Ayuso pidiendo convertirla en líder de los populares en esa comunidad.
Ahora que el experimento les ha explotado en la cara y dependen del partido ultra de Abascal, Casado se pone exquisito y quiere gobernar en solitario con apoyos externos de Vox. La coalición de Gobierno desbarata sus planes futuros. Ese era el escenario final para las generales y, entretanto, nadar y guardar la ropa. Hasta ahora, han colaborado con la extrema derecha pero sin compartir cama. Como si se tratara de una relación extramatrimonial y la coyunda política hubiera que mantenerla en secreto. ¿A quién quieren engañar? Con ese farol no convencen a nadie. Ya conocemos el final de esa historia, si pueden porque las urnas así lo permitan, PP y Vox sumarán sus fuerzas para llegar al Gobierno de España. Aunque ahora no toca aún desvelar el truco para no movilizar al electorado de izquierdas.
La connivencia entre la derecha errática (PP) y la extrema derecha (Vox) arranca en Andalucía. Gracias a los votos del partido ultra, Moreno Bonilla es presidente. Los populares también gobiernan en Madrid desde 2019, tanto en el Ayuntamiento como en la Comunidad, con el apoyo inestimable de la ultraderecha. Y en Murcia, donde los ex de Vox están dentro del Gabinete de López Miras. El PP, salvo honrosas excepciones, no le hace ascos a colaborar con Vox. Por eso, se ven ahora hipócritas los remilgos de Casado a la coalición en Castilla y León. No porque no le guste, sino porque desvela las verdaderas intenciones de un PP que no hace ascos a ir de la mano de la extrema derecha.
Ciertas voces plantean la abstención del PSOE para que Mañueco gobierne libre del colesterol radical de Vox. Algunas son bienintencionadas y quieren que en España se practique la receta europea de tolerancia cero con la extrema derecha. Si este país fuera otro y todos sin excepción respondiéramos siempre con la misma moneda, éste sería indudablemente el camino a seguir. Otras, en cambio, de forma aviesa quieren escarbar en heridas recientes en la familia socialista y cargarle este mochuelo. Si el PP está en un dilema existencial en Castilla y León, se debe a la ambición desmedida de Casado y a la irresponsabilidad de acortar una legislatura por interés particular. Quien genera el problema ha de ser el responsable de solucionarlo.
La derecha, que ha convertido estos comicios en un plebiscito contra Pedro Sánchez, que considera a lo que denomina el sanchismo como el enemigo a derrotar a toda costa y a través de cualquier medio mezquino, que usa instituciones para evitar el progreso de este país, ahora pide a los socialistas un nuevo ejercicio de generosidad. Y es que su cinismo le hace tener un criterio selectivo y caprichoso: no le importa contar con la extrema derecha cuando le beneficia (ahí están los casos de Andalucía, Madrid o Murcia, donde ganó el PSOE) y exige ayuda cuando el agua les llega al cuello, como ocurre ahora con Mañueco.
Son los que obligaron a repetir las generales en 2019 porque no podían permitir gobernar a Sánchez y a su banda, los que han puesto todo tipo de obstáculos durante la pandemia y la crisis derivada de la misma, los que tienen paralizados órganos constitucionales, hacen trampas y compran voluntades porque no soportan que en España gobierne la izquierda. Frente a todos estos que aplican su manual de hipocresía y el ancho del embudo: no es no.
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