MARTA CORNELLO, GANADERA Y PRESIDENTA DE LA ASOCIACIÓN SOMOS SIERRA NORTE |
Marta Cornello es vecina de Cazalla de la Sierra, en la Sierra Morena sevillana, una comarca cuya condición de parque natural no ha servido para frenar una acuciante despoblación. Tiene 40 años. Maestra y madre de dos hijas, es uno de los rostros de la renovación del sector agroganadero andaluz, por el hecho cada vez menos raro de que una joven formada se decida a continuar con un negocio de tradición familiar. Además de encargarse de sus 200 ovejas merinas y de 85 cochinos ibéricos puros, está implicada en la unión de los territorios rurales y pertenece a Ganaderas en Red.
-¿Comparte la sensación de que el abandono rural sólo empezó a preocupar cuando Sergio del Molino fue un éxito de ventas con su libro la España Vacía?
-No la comparto del todo, ya que la preocupación lleva muchísimos años sobre la mesa, sobre todo en el mundo rural. Pero es cierto que a medida que esta realidad está siendo más evidente y que jóvenes como Sergio del Molino, Pilar Burillo y cientos de ellos más están alzando sus voces, la repercusión social es cada vez más fuerte.
-¿Cómo lo vive en su territorio, el riesgo es tan acuciante como en la meseta?
-Es triste ver cómo las calles y plazas, las tiendas y la vida de los pueblos se escapa, y ver la tristeza reflejada en nuestros mayores, preocupados no sólo por el futuro de sus pueblos, sino por el de sus hijos y nietos , y de la juventud en general. El riesgo en nuestra tierra, como en casi todas las zonas rurales, es más preocupante de lo que parece.
-Usted se fue a estudiar. Pero eligió su pueblo para vivir. ¿Por qué ese viaje de ida y vuelta es tan poco frecuente? ¿Por qué los jóvenes cualificados se siguen marchando por sistema?
-Así es, me marché y me formé como maestra, pero siempre supe que regresaría a mi pueblo. Y nuestros jóvenes no se marchan, los echan. Si todo son trabas, si no hay conectividad, no hay infraestructura, ni pediatras, ni maestros, ¿qué esperan, que se queden?. La mayoría hace su vida fuera porque hay que comer y en la agenda política sonamos, pero no estamos.
-Creó su ganadería, pero ayuda en la familiar, lo que es otra excepción: el relevo generacional en las explotaciones es uno de los retos del mundo rural.
-A la vista está que nos lo han puesto bastante difícil y somos pocos los que decidimos dar el paso y seguir con la tradición. Y no sólo basta con eso: tienes que estar muy preparado para afrontar todas las dificultades que hoy atormentan a la ganadería extensiva, como la incoherente burocracia que han creado, el abandono por parte de la administración, las normativas que favorecen el intensivo, como la de Calidad del Cerdo Ibérico y decenas de incongruencias y despropósitos difíciles de entender.
-"Y encima, mujer", que dirían en otro tiempo. Ganaderas en Red tienen más repercusión ahora que los ganaderos a secas. ¿Qué ha supuesto la iniciativa?
-Pues en otro tiempo se hubiesen llevado las manos a la cabeza y tachado de majaderas y, por supuesto, estaríamos mal vistas. Pero por suerte todo eso ha cambiado mucho y sigue cambiando gracias a la lucha de mujeres ejemplares que nos precedieron. Ganaderas en Red está creada desde el cariño y la indignación y ha conseguido hacer más visible el mundo de la ganadería extensiva, su importancia y la necesidad de reaccionar ya, acompañadas siempre del mensaje: somos mujeres, sin prejuicios ni etiquetas y con muchas ganas. Es una iniciativa que ha abierto puertas y estoy muy orgullosa de ser una de ellas.
-¿Cree que la pandemia cambiará la forma de percibir al mundo rural, que el turismo, las ganas de alimentos sanos y de cercanía traerán oportunidades?
-Lo creo y lo veo. Todo este desastre nos ayuda a reflexionar, a hacer un parón y a reencontrarnos con nosotros mismos. Y al final, nuestras raíces, nuestra naturaleza y nuestro todo nos pide eso, lo que se vive en un pueblo, lo que se come en él y se siente siendo parte de él. Y espero encarecidamente que a este cambio hacia mejor se una la clase política y dejen de una vez el ombliguismo y el interés.
-Poco antes, hubo tractoradas en protesta por la baja rentabilidad de las explotaciones agrarias. ¿Cuál es la solución?
-La solución comienza por valorar lo que tenemos como país y lo que somos, querernos un poco más y saber priorizar, porque tenemos productos extraordinarios y muy valiosos. Por suerte, el ciudadano cada vez es más consciente de lo que quiere y no quiere comprar y apuesta más por la calidad y el bienestar. Sé que aún hay mucho camino por recorrer, pero el tener un etiquetado justo y claro, el llamar a las cosas por su nombre, el facilitar la venta directa al productor y, en definitiva, el apostar y mirar por lo nuestro sería el primer paso para lograr que un producto sea rentable y el campo pueda seguir adelante. Es una apuesta de futuro.
-El "somos" de la asociación Somos Sierra Norte que preside suena a reivindicación, a un "aquí estamos". ¿Quiénes y para qué?
-Se creó hace ya cinco años y arrancamos los jóvenes de los pueblos de la comarca, pero se unieron decenas de personas que reivindican ese aquí estamos y nos sentimos orgullosos de ser lo que somos y de hacer lo que hacemos, ya que, como digo siempre, sin pueblos no hay vida, ni en el campo ni en la ciudad. Es una asociación que ha unido mucho al territorio, remamos en la misma dirección y defendemos nuestra tierra a través de proyectos, encuentros, redes sociales… Ahora estamos con la campaña Consumo local, consumo responsable y este mes nos reuniremos con la delegada territorial y el secretario general de Agricultura en la Mesa Técnica de Ganadería y Agricultura.
-¿Es necesario que esa unión entre territorios rurales vaya más allá de una comarca y es posible?
-Es imprescindible y muy posible. Cada vez hay más grupos activos y la mayoría están conectados entre sí, porque la situación va siendo más y más preocupante y no podemos quedarnos de brazos cruzados. Ejemplo de unión es esa mesa técnica, en la que se tratarán temas cruciales para la comarca (PAC, sequía, jóvenes agricultores, futuro de la dehesa…) y es reflejo de esa unidad tan preciada y necesaria que toda tierra necesita y eso es algo muy bonito y esperanzador.
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