El doctor Pedro Blasco.URÓLOGO |
CRISTINA VALDIVIESO
El doctor Pedro Blasco es actualmente jefe del servicio de Urología del Hospital Universitario de Valme tras 30 años de vinculación laboral a este hospital sevillano donde se estrenó como residente en 1992. De reconocido prestigio internacional en su especialidad, destaca por su activa participación en asociaciones internacionales de pacientes asociadas a patologías de suelo pélvico y Urología funcional. Desde 2013 es también secretario de la Sociedad Iberoamericana de Neurourología y Uroginecología y es autor de más de una docena de publicaciones en revistas científicas y ha participado en otros tantos congresos internacionales y nacionales e innumerables webinar.
–El pasado julio representó a la sanidad pública andaluza en una mesa de pacientes de la Asociación Europea de Urología en Ámsterdam. ¿Cuáles son sus méritos?
–Se trata de una asociación muy potente que ha creado una oficina de información al paciente y que, de hecho, tiene incluidos pacientes en la elaboración de las guías para que presten su opinión. Mi presencia allí me reafirmó la idea de que trabajar con ellos es fundamental para ser sostenibles, que es la mesa en la que yo participé. Los que te ayudan a hacer sostenible cualquier tratamiento son los pacientes. Contar con los pacientes hace que los profesionales consumamos menos recursos. El tener una tecnología cada vez más avanzada es muy importante, pero desde el punto de vista profesional nos estamos dando cuenta de que contar con el paciente nos puede hacer llegar aún más lejos. Estoy convencido.
–¿Qué cura el urólogo?
–La urología es muy desconocida para la población. Todo el mundo sabe lo que es un ginecólogo, un cirujano o un pediatra, pero es verdad que a la urología siempre se ha asociado con problemas del genital masculino y, sobre todo, evidentemente, con el tema de la próstata y de la micción. Aparte de ello, también tratamos la litiasis, la incontinencia urinaria, ya sea masculina o femenina, o la oncología a nivel de cualquiera de los órganos urológicos, renal, uréter, vejiga, próstata... Tenemos una amplia implantación social.
–¿Sabe el paciente cuando acude a la consulta que aquello que le pasa lo mira el urólogo?
–Normalmente, cuando llegan a consulta, ya sí saben a lo que vienen porque son derivados de Atención Primaria.
–¿Qué nivel de importancia tiene la implicación del paciente en el manejo de las enfermedades urológicas?
–La implicación del paciente tiene toda la importancia a la hora de manejar prácticamente cualquier tipo de patología. Si nosotros estamos un poquito más metidos en este tema es porque tratamos casos que necesitan más que una prueba objetiva. Por ejemplo, en la incontinencia, la única información que yo puedo tener es la que me da el paciente, es decir, no puedo hacer un TAC para ver si se le escapa más o menos la orina. Únicamente puedo manejarme con lo que me diga el paciente. También, cuando hablamos de pacientes con dolor pélvico crónico. No hay pruebas que me digan el grado de dolor. Ese tipo de problemas son los que nos han llevado a tener que desarrollar esa capacidad de interaccionar con los pacientes y ser conscientes de que son absolutamente indispensables para cualquier toma de decisión.
–¿Podemos decir que esa vinculación con el paciente de la que hace gala desde su departamento en el Hospital de Valme es lo que le llevó también recientemente a ser el único clínico español representado en una webinar internacional sobre incontinencia urinaria?
–Lo primero, valorar que es una webinar organizada por una asociación de pacientes. Que una asociación de pacientes internacional te dé ese honor te hace pensar que estás en el camino correcto y después, sobre todo, te enriquece muchísimo. Te das cuenta de que somos muchos profesionales de muchos ámbitos que entendemos que tenemos que trabajar juntos y con los pacientes para resolver problemas de salud. Llega un momento en que uno tiene los resultados que tiene, pero la única manera de mejorar la adherencia de los pacientes a los tratamientos es hablar con ellos. Hay que explicarles, por ejemplo, que probablemente el efecto adverso aparezca antes que el efecto terapéutico. Si no se explican estos detalles, el paciente puede optar por dejar el tratamiento. Al final, esto se traduce en tratar de trabajar con él para mejorar tus propios resultados en salud y eso no lo puedes conseguir haciendo pruebas clínicas. Además, hay una parte importante de pacientes crónicos que lo único que puedes hacer con ellos es acompañarlos porque no puedes solucionar del todo su problema.
–¿Existe alguna señal clara para ver que estamos ante una enfermedad urológica?
–Hay una, por ejemplo, muy clara que es el sangrado por la orina, la hematuria. En estos casos, en pacientes con antecedentes de ser fumador, puede ser un claro indicador de un tumor de vejiga. Si lo que se tiene es un cuadro de cólicos nefrítico, con un fuerte dolor en la espalda, eso te hace pensar que el paciente pueda tener una piedra. O cuando el paciente empieza a contarte historias de que cada vez orina peor o que tiene que ir mucho a veces al baño y que se levanta por la noche, si es un varón, posiblemente esté relacionado con el crecimiento de la próstata, otra cosa que sea un crecimiento benigno o maligno. Sí, hay cosas que nos orientan mucho.
–¿Ha experimentado la urología muchos cambios en los últimos años?
–Posiblemente sea de las especialidades médicas más tecnificadas que existen. En los últimos 25 años, el avance ha sido brutal. Yo llevo aquí 30 años y le digo que, de las endoscopias y cirugía abierta, hemos pasado a ser capaces de llegar hasta un cáliz renal con un simple aparato o tratar piedras de muy pequeño tamaño. La cirugía abierta se ha reconvertido en la cirugía laparoscópica usando cámaras y con puertos de acceso con los que se operan los pacientes. Y, ya más recientemente, el salto a la cirugía robótica. Es una de las especialidades más tecnológicas que existen, sin duda.
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