Los vecinos de la Costa Oriental se quejan de que su parte de A-7 todavía no tenga plazos
ISABEL ALCÁNTARA | MOTRIL.
En algún punto de la carretera que discurre por la Costa Tropical en dirección a Almería, sin haber salido de Granada, las emisoras de radio dejan de hablar de esta provincia y ya se refieren a la vecina. Está muy cerca. Aunque no todo lo que podría. Igual que también queda al lado Almuñécar, pero tampoco lo suficiente. La autovía que debería acercar Albuñol, La Mamola o Castell de Ferro al resto de la Costa granadina por un lado, y a Almería por el otro, no será una realidad el próximo año, a no ser que ocurra un milagro. Se han quedado en el limbo.
Los tramos de Carchuna-Castell y Polopos-Albuñol no salieron de la boca del ministro de Fomento, José Blanco, el pasado miércoles cuando se refirió a las obras la A-7 que quedarán concluidas en 2012. «Ya lo sabíamos», comenta Francisco Javier Costa, que aunque tan sólo tiene 25 años parece que de decepciones entiende un rato, sobre todo por el trato que recibe la zona en la que vive. «Somos el culo del mundo», continúa. Reside y trabaja en Albuñol, si tiene que ir al médico se desplaza hasta Motril, pero si lo que quiere es salir de fiesta, se olvida de provincia a la que pertenece. Le sale mucho más a cuenta coger el coche hacia Almería y llegar hasta El Ejido «con una mejor carretera, menos peligro y menos tiempo». A él y a sus compañeros en el tajo el anuncio de Blanco les sentó mal, muy mal, como a muchos de los vecinos de los pueblos que salpican esa zona.
Cada día estos chicos, trabajadores de Eurocastell, una empresa hortofrutícola, han de lanzarse a la carretera para transportar el género desde el almacén de este pueblo al que tienen en Castell de Ferro. Aseguran que todo sería mucho más fácil con la Autovía del Mediterráneo. Se ahorraría tiempo, dinero y se ganaría en seguridad. Un cambio radical en todos los sentidos.
Incluso podría variar el concepto que se tiene de Albuñol en otros puntos de la provincia. La mala comunicación y la odisea que hay que vivir hasta llegar allí desde, por ejemplo, la capital, hacen que gente como José Manuel Espigares esté deseando que a su mujer le cambien el destino de trabajo.
«El camino del infierno»
De domingo a viernes vive en Albuñol y el fin de semana, retorna a su ciudad, Granada. «Volvemos el domingo porque el lunes por la mañana sería imposible, con el tráfico, tendríamos que salir de madrugada para poder llegar aquí a las nueve». Asegura que algo de alivio le supondrá que al menos hasta Carchuna, si se cumple, el año que viene pueda ir por autovía, pero desde ahí hasta Albuñol «seguirá siendo un infierno». «Normal que nadie quiera que le toque este destino» apunta con cara de resignación a la vez que recuerda cómo hace cuatro años, cuando destinaron a su mujer allí, ya le anunciaban como un hecho inminente esta ansiada vía, que ahora vuelve a ser papel mojado. Tendrán que seguir esperando.
¿Hasta cuándo? Los más optimistas creen que para 2015, otros que para 2020. Los escépticos responden con otra pregunta: «¿se terminará alguna vez?» y los que han perdido la esperanza están convencidos de que no conducirán por ella.
En su antigua barbería Antonio Martín lee el periódico de cara al mar mientras deja que le rocen algunos rayos de sol. Este vecino de La Mamola oye hablar de A-7 y recurre rápidamente a los diarios de los últimos días para volver a repasar minuciosamente lo que dijo Blanco en su visita a Motril. «Me parece una injusticia que queden seis tramos por acabar y ahora dos de ellos los deje fuera». Por su local han pasado durante años casi todos los vecinos del pueblo y la esperada carretera ha sido tema de conversación continuo. Y lo sigue siendo, en antigua barbería, o en el paseo marítimo. Allí sentado está Juan Villegas, que charla tranquilamente con Antonio García. Juan no había seguido mucho las últimas noticias, pero Antonio rápidamente le pone al tanto sobre lo acontecido. Su mueca cambia y su cara dibuja un ligero gesto de decepción. Antonio intenta dar con los motivos de por qué ellos. «No sé si será porque han encontrado muchos problemas en el terreno, más de los que imaginaban, o porque estamos discriminados». A lo que responde Juan: «este terreno es muy complicado, pero también lo han sido otros muchos tramos y la obra ha salido adelante...». Su duda se decanta más hacia que están dejados por parte de las administraciones que porque su orografía es especialmente dificultosa.
Antonio se echa a temblar sólo con imaginar otro verano teniendo que aguantar colas de más de una hora para llegar desde Castell hasta La Mamola cuando quiera regresar a casa después de trabajar. Y justamente temblores es los que más de una noche otro Antonio, pero en este caso García, también vecino de La Mamola ha sentido sobre su casa. Vive a los pies de la N-340 y en ningún momento deja de ver pasar coches y camiones. «Yo ya estoy acostumbrado porque me he criado aquí, pero el día que la autovía exista esto será un enrome descanso». Al saber que los planes inminentes para el tramo que pasará por detrás del cerro que tiene justo enfrente de su vivienda son nada, se quedó perplejo. «Pero no me extraña porque con el agua y con el regadío pasó igual, somos siempre los últimos».
El patito feo
Misma referencia hace el alcalde del pueblo, Pedro García (Agrupación Socialista Independiente), que lamenta el trato que durante años lleva recibiendo la Costa Oriental granadina. «La zona de la Contraviesa ha sido el patito feo tanto cuando ha gobernado el Partido Popular como cuando lo ha hecho el PSOE», apunta. El pago de las expropiaciones es otro tema que sale a relucir en esta conversación. Pedro recuerda que el ministro de Fomento no hizo alusión a ellas. Por su parte, Antonio García espera poder cobrar pronto el 50% que aún le deben de sus invernaderos expropiados.
En Castell de Ferro se han quedado muy cerca de la A-7, los que más. Pero ahora muchos allí se han de sentir como quien no se lleva el premio de la lotería sólo por un número. Por lo menos este boleto del año que viene no lleva su nombre. «Más de veinte años llevan anunciando el paso de la A-7 por aquí y somos los únicos que no tenemos conexión. Desde Francia hasta Cádiz, y justo se corta en este sitio», señala con énfasis Antonio Gálvez. Regenta un bar en la plaza del pueblo desde 1965 y ahora, igual que antes, le sigue dando la sensación de que están olvidados. «Si hubiera autovía, en lugar de ser un pueblo que viviera prácticamente de la agricultura, también podría hacerlo del turismo, generaría mucha más riqueza y mucha más vida». El fatídico anuncio del pasado miércoles lo recibió como «una bomba». Primero se enfadó y ahora le queda resignación en impotencia al ver que no puede hacer nada más que aguantarse.
Pero no todos en su pueblo piensan igual. El alcalde, Miguel Díaz (PSOE), comprende que la situación económica ha hecho que todo se ralentice. «Pero el ministro me dijo que estos tramos vendrían inmediatamente después y que quizá la fecha sea 2013».
Opiniones para todos los gustos. Los hay más comprensivos y otros a los que la paciencia ya se les ha acabado. En un paseo por la parte de Granada que se ha convertido en la olvidada, por el momento, de la A-7, muchos son los vecinos se han cansado de esperar. Y que después de esto nada les hará dejar de pensar que parecen ser el último rincón del mundo.
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