El incidente en el Instituto La Contraviesa de Albuñol reaviva el debate sobre el 'deporte rey', que logra escenas divinas que emocionan pero también saca lo peor que llevan dentro todas las personas
JAVIER F. BARRERA | GRANADA
El gol de Torres, el de Zarra, el de Marcelino, el de Iniesta, la 'mano de Dios' de Maradona, Las faltas imposibles de Rivelinho, 'Evasión o Victoria', el 12-1 de Malta, el gol en semifallo de Rubén Cano en el pequeño Maracaná de Belgrado, la noche mágica del 'Buitre' en Querétaro, las nueve Copas del Madrid y las tres del Barça...
... Pero también el escupitajo de Juanito a Stielike, la tragedia de Heysel o el cabezazo de Zidane en una final de un Mundial. Lo bueno y lo malo. Lo divino y lo infernal. Lo que queda para el recuerdo y lo que es mejor olvidar. Dicen que «el fútbol es así» pero lo que realmente ocurre es que las personas son así y el fútbol no hace sino retratarlas.
Como ha ocurrido la semana pasada en Albuñol, donde una pelota de fútbol que salió mansamente por la banda ha provocado un incidente muy grave, de los que hay que analizar con calma. La pelea a las puertas del Instituto La Contraviesa fue tumultuosa y se saldó con heridos, con alumnos expedientados, con madres llorando y padres que reclaman que se esclarezca completamente el hecho.
Como en Albuñol, en los últimos años se han sucedido situaciones igualmente lamentables a lo largo de toda la geografía granadina que han terminado en el calabozo, en los juzgados o, peor, en el hospital. Son conocidas como las 'guerras del fútbol'. Y Granada es un campo en el que los incidentes se repiten.
El rastreo comienza un 30 de marzo de 2004. Un joven de 22 años acudió al juzgado de lo Penal de La Caleta para rendir cuentas por haber pegado a un contrincante en un partido de fútbol hasta romperle la boca. Como suena. Fue condenado a seis meses de prisión y a pagar una indemnización de 3.700 euros. Según el relato del fiscal, ambos jugadores disputaban un encuentro de fútbol sala en Huétor Santillán con motivo de las fiestas locales en el verano de 2001. Nótese la trascendencia del encuentro.
El resultado de la agresión fue de tal envergadura que el árbitro se vio obligado a suspender el partido. Le rompió el labio y le arrancó dos dientes completos. La agresión fue de forma súbita sin que mediara provocación alguna. El jugador del equipo 'Los Gansos' quedó tendido y sangrando. El atacante, formaba parte del equipo 'La Farlopa Mecánica'.
Un 24 de enero de 2005 este periódico publicó los testimonios de los jugadores juveniles del Imperio de Albolote tras jugar contra el equipo malagueño Atlético Juval. «En el partido de ida ya nos dijeron que allí nos iban a matar», se titula la crónica, que explica que los incidentes se saldaron con catorce partes de lesiones en jugadores alboloteños y una denuncia. El resto de la crónica es una sucesión de actos nauseabundos en los que hay insultos, bofetadas, entradas, duras, expulsiones y una tangana final rebosante de violencia.
En febrero de 2005 una árbitro de 18 años fue vapuleada mientras intentaba que el equipo visitante, el Deportivo Comarcal de Ventas de Zafarraya, se refugiaba en el vestuario. Los jugadores del Zaidín se habían liado a tortas por un incidente que comenzó en la grada. El resultado fue «el presidente sangrando de la nariz, a un aficionado le rajaron la chaqueta, al delegado lo amenazaron de muerte...». El propio entrenador del Zaidín, Antonio Mata, reconoció los hechos: «Estamos planteando retirar al equipo. Tenemos jugadores muy conflictivos. Nos llevan por la calle de la amargura...».
La lista es extensa. En abril de 2006 los filiales de Granada y Atlético acabaron a bofetadas y en noviembre del año pasado una discusión banal en otro partido de fútbol entre el Instituto Francisco Ayala y el Recreativo C. Cívico Norte acabó con siete personas lesionadas en el tumulto. Todas ellas, víctimas de las guerras del fútbol.
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