Un paisaje megalítico en el Maestrazgo donde se enfrentan el Bien y el Mal
En la provincia de Castellón, en plena comarca del Maestrazgo, no lejos de Morella y Forcall, encontramos la localidad de Zorita, junto al río Bergantes, en cuyas cercanías se ubica el santuario de La Balma, en un desfiladero de incomparable y abrupta belleza. Para acceder a Zorita desde el norte, se sigue la denominada carretera de Aragón a lo largo de la orilla izquierda de dicho río y, tras pasar el barranco de Rosell, hay que coger el atajo que baja hasta Zorita. Durante algunos kilómetros, descenderemos por el desfiladero y los barrancos del río Bergantes hasta que, antes de llegar a Zorita, encontraremos a uno de los lados del barranco un santuario integrado en las rocas y cuevas del lugar en donde se venera a la Virgen de La Balma. Dicho monte adosado al barranco –denominado La Tossa– está lleno de cuevas y oquedades que posiblemente ya fueron utilizadas durante la cultura megalítica como lugar de culto a las deidades. Las cuevas fueron habitadas también en el medioevo por algún eremita. El nombre de Balma (en valenciano, cueva o gruta superficial) proviene del idioma céltico que en origen también apunta a cueva u oquedad natural.
Un aspecto misterioso
El santuario de la Virgen de La Balma consta de una iglesia de estilo renacentista con campanario construida entre los siglos XVI y XVIII, pero lo singular del edificio es que está integrado en una amplia gruta colgada sobre el río Bergantes, lo que confiere al interior un aspecto misterioso y lúgubre.
Junto al santuario, ya en el siglo XVI, fue edificada una hospedería que hoy todavía funciona y que se ha convertido además en restaurante. La hospedería se construyó aprovechando diversas grutas, por lo que el visitante que repone fuerzas aquí entra en contacto directo con el telurismo del entorno. Pero lo más curioso es que para llegar al santuario hay que pasar forzosamente por la hospedería a través de una larga escalinata. Accedemos luego a una extraña gruta alargada que, de hecho, es un balcón frente al río Bergantes. Bordeando pues un precipicio, vamos ascendiendo por escaleras y grutas hasta llegar a la puerta de la iglesia. El acceso no es fácil y todo parece indicar que el itinerario tiene una intención religiosa e iniciática.
En el interior de la ermita-iglesia nos sorprende la intensa penumbra del lugar incluso en días soleados. Al fondo, en una gran cueva encontramos la imagen de la Virgen de La Balma, rodeada siempre de cientos de cirios y protegida por varias rejas, y al lado miles de exvotos que cuelgan del lugar entre nubes de incienso. La impresión energética que uno tiene del lugar no es tanto de paz sino de tensión. Toda la atmósfera indica al visitante que no es una iglesia al uso y que la veneración de la virgen posee un carácter de petición de curaciones y de peregrinaje. Y, ciertamente, la historia nos corrobora que esto es así. El Santuario de La Balma ha sido durante siglos un centro de peregrinaje para la sanación de enfermedades supuestamente diabólicas y la iconografía del lugar retiene ese elemento energético.
Exorcismos y espiritistas
El origen del culto cristiano se inicia en 1308, cuando un pastor de los alrededores de Zorita tiene la visión de la virgen en el barranco. Pero ya a partir de entonces, y antes de construirse el santuario, las cuevas del lugar son descritas como lugares de visiones y exorcismos. Existe una obra del franciscano Gil de Zamora de finales del siglo XII en la que se mencionan exorcismos de posesión diabólica en la localidad castellonense. Es como si el lugar hubiera sido escenario de la aparición de fuerzas malignas y, por la acción de la divinidad de la virgen, estas apariciones pudieran contrarrestarse.
Una vez construido el santuario, el culto a la virgen se orienta a la curación de enfermedades de posesión y peticiones de curaciones milagrosas. Sin embargo, a finales del siglo XIX, los exorcismos dejan de ser dirigidos en el santuario por clérigos y van apareciendo hechiceras y espiritistas que conducen algunos rituales. Gracias al periodista Alardo Prats, que en 1929 realizó una serie de artículos sobre lo que sucedía en el santuario, sabemos que, en el siglo XX, la presencia de brujas como las caspolinas (mujeres procedentes de la localidad de Caspe y tenidas como hechiceras cristianas) y algunos espiritistas eran frecuentes en La Balma. Durante los años de la Dictadura de Primo de Rivera, e incluso durante la Segunda República, llegaron a acudir a La Balma para ver los exorcismos (algunos con rituales paganos) miles de personas que se agolpaban en las estrechas cuevas. Alardo Prats muestra casos de levitación y de premoniciones entre los asistentes, y alguna escena de espiritismo, ya que la hospedería se transformaba en el mes de septiembre por la fiesta del santuario en un lugar de encuentro de brujas y hechiceros. Todo esto causó la alarma de la comunidad eclesiástica y del obispado de Castellón y se utilizó a la Guardia Civil para terminar con la afluencia de endemoniados al santuario. En 1935, un año antes de la Guerra Civil, la Guardia Civil disolvió las ceremonias y, tras la Guerra, ya no se reanudaron.
La lucha entre el Bien y el Mal
El día 8 de septiembre es una efemérides importante para el pueblo de Zorita, ya que acuden al santuario gentes procedentes de pueblos de Castellón y Teruel. Todos se encuentran en la llamada Creu coberta (Cruz Cubierta): un templete de grandes dimensiones que alberga una cruz artística. Ante esta cruz, que se halla cerca de la entrada de la hospedería, se representa una danza entre un niño que viste y encarna a un ángel y el demonio, representado por un hombre maduro vestido con pieles y el rostro tiznado. Tras la victoria del ángel sobre el maligno, se realiza una procesión durante la cual se interpretan danzas ancestrales con atuendos de siglos anteriores, y las danzas muestran siempre la victoria del Bien sobre el Mal.
Este acto muestra que, en La Balma, el cristianismo adopta un carácter netamente dualista y gnóstico: en él se enfrentaban las fuerzas benéficas contra las maléficas, lo positivo contra lo negativo, la luz contra la oscuridad, y la danza relata los esfuerzos de las fuerzas de la luz para superar a las tinieblas. El santuario y el lugar se hallan, pues, bajo este signo. La Balma nos recuerda que el mal no sólo es un error de conocimiento o de la naturaleza, sino que el mal puede tener también un origen espiritual y metafísico. El Maligno no es meramente una iconografía infantil o un invento de la Iglesia: mucho antes del cristianismo, se aceptaba ya que en la Tierra tenía lugar un enfrentamiento entre fuerzas positivas y negativas y que, más allá del mal natural o del social, existe a veces un mal espiritual que es el más serio para la raza humana y en el que pocos creen. Como indica el cristianismo gnóstico, los profetas y Cristo son enviados por el Padre para intentar hacer frente a este poder negativo espiritual.
Propuesta de itinerario
Proponemos llegar a Zorita y al santuario de La Balma a través de Morella para iniciarnos en el ambiente del Maestrazgo. Una vez en Morella, vale la pena pernoctar en uno de los casones medievales de la ciudad, como el hostal del Cardenal Ram, hoy convertido en hotel. Una visita indispensable es la catedral de Santa María, de enormes proporciones para la pequeña Morella; no debemos perdernos los rosetones y las sillerías del coro. Y si queremos sentir la violencia histórica del general carlista Cabrera (conocido antaño como el tigre del Maestrazgo), ascenderemos a su castillo, que corona el monte de la urbe. Una vez allí, veremos en las construcciones restos de diversas épocas, sobre todo, el aljibe de procedencia árabe y las torres del homenaje del medieovo. Desde el castillo hay una excelente panorámica de la comarca.
Saldremos de Morella en dirección a Zorita, hacia Morella la Vella y Forcall. En Morella la Vella podemos admirar pinturas rupestres en balmas troglodíticas y, en Forcall, rastrearemos las huellas de dinosaurios del jurásico. Siguiendo el río Bergantes, llegaremos a Zorita, donde podemos ver la iglesia de la Asunción, con unos frescos notables y un castillo del siglo XIV de la familia Peralta.
Por el mismo curso del río, llegaremos al santuario de la Cruz Cubierta. Como hemos indicado, es un templete con cuatro pilares gigantescos que sostienen una cúpula con pinturas religiosas. La cruz está a unos 200 metros del santuario y de la hospedería. Vale la pena fijarse en el motivo de las pinturas acordes a la lucha del Bien y el Mal.
Por unas escaleras ascenderemos a la hospedería primero y luego al restaurante, con una gran sala de ojivas medievales en donde los romeros de otras épocas descansaban. Subiendo más escalones, llegaremos a diversas salas en donde se aposentaban los familiares de los endemoniados en el siglo pasado. Finalmente accederemos al restaurante de la hospedería. Aquí recomendamos elegir una de las mesas que se hallan al borde del precipicio. La cocina del restaurante mantiene su gastronomía del siglo XX con platos típicos del Maestrazgo.
Luego, atravesaremos la hospedería para avanzar por un pasillo escalonado que asciende hacia el santuario y que ofrece una impresionante vista sobre el precipicio del barranco, mientras vamos pasando por cuevas y oquedades. Finalmente llegaremos a la iglesia. En ella reina la oscuridad y el olor a cera quemada y a incienso. La virgen se halla en una oquedad rodeada de rejas y en un mar de cirios; por la penumbra difícilmente podemos ver su rostro. No lejos están los exvotos. Vale la pena recogernos unos minutos en esta iglesia y pensar en las aglomeraciones y en los éxtasis que se producían aquí hace menos de cien años. Podemos incluso meditar y visualizar la lucha entre el Bien y el Mal.
No obstante, el lugar más impactante se encuentra en una cueva superior a la iglesia, denominada por los lugareños La Cueva del Diablo. La reconoceremos por una cruz moderna blanca que el pueblo sufragó en la década de los 70 del siglo XX para evitar extrañas apariciones supuestamente diabólicas que tuvieron lugar en los años sesenta. En dicha cueva, las caspolinas realizaban a veces sus rituales de exorcismo y toda la cueva emana todavía una energía ancestral que deja al visitante anonadado.
Octavi Piulats