El consumo de mamuts, rinocerontes lanudos y caballos aportó al hombre prehistórico los ácidos grasos esenciales que no podía obtener en una etapa en la que podía consumir escasos vegetales y pescados.
Hay periodos en los que la evolución humana ha dependido de un hilo y no solo por las catástrofes. La casualidad, entendida como un abanico de posibilidades con las que se podía acertar o no, ha sido una parte imprescindible en la historia del homínido. Esto fue, precisamente, lo que les sucedió a los hombres prehistóricos: garantizaron su supervivencia gracias a que acertaron en sus hábitos de alimentación. Un equipo de investigación dirigido por José Luis Guil Guerrero, miembro del campus de excelencia en agroalimentación CEIA3 y experto el Departamento de Agronomía de la Universidad de Almería, ha demostrado que los hombres del Paleolítico y del Neolítico pudieron sobrevivir consumiendo grasa que les aportaba tanto energía como ácidos grasos esenciales.
Según sus investigaciones, este hecho demuestra que si es necesario el ser humano puede adaptarse a dietas muy bajas en carbohidratos, que son reemplazados por grasas. El profesor Guil inició esta investigación en 2011. Le intrigaba la alimentación en la Edad del Hielo, en el paleolítico superior, y se preguntaba cómo los humanos podían obtener el ácido omega-3 necesario cada día en un ambiente sin muchos vegetales y con peces pobres en grasa, como son los de río.
Este investigador explica que hay teorías que indican que el alimento clave podría ser la carne de caza, pero en ella hay poco omega-3 y su consumo excesivo es tóxico. Pensó entonces que algunos animales que alteran mínimamente la grasa en la digestión podrían contener dichos ácidos grasos esenciales en sus tejidos subcutáneos, y obtenerla ellos a su vez a partir del consumo de musgos y líquenes, principalmente. Estos animales serían entonces el mamut, el rinoceronte lanudo o el caballo, todos ellos animales monogástricos. Guil concluye que el consumo de grasa de estos animales habría dado energía a los humanos de la Edad del Hielo y además con ella habrían obtenido todos los ácidos grasos esenciales, omega-3 y omega-6.
“Hemos hallado evidencias de que los mamuts pudieron haber sido hibernantes o semi-hibernantes, ya que el tipo de grasa que contenían permite esta adaptación al frío”, explica Guil. El hecho en sí de encontrar en animales congelados de más de 40.000 años ácidos grasos esenciales, teniendo en cuenta que estos son muy difíciles de conservar por su rápida alteración, es ya un hito científico. Guil apunta que se trata los ácidos grasos esenciales más antiguos del planeta, con casi total seguridad. “Hay hallazgos muy emotivos: en un bebé mamut, Lyuba, hemos encontrado en sus tejidos los ácidos grasos típicos de la leche de mamíferos, que indudablemente ella ingirió a partir de leche de su madre. Son los nutrientes de una leche que se produjo hace 40.000 años". Con el fin de comprobar estas hipótesis, en primer lugar, este investigador pensó en analizar algún animal similar a los que había en Siberia en el Paleolítico y se fijó en el caballo gallego, cuyos ancestros provienen de dicha época. En el Centro Tecnológico de la Carne Gallega, en Orense, le proporcionaron muestras de carne y grasa. Los análisis demostraron cantidades sorprendentemente altas de omega-3 en la grasa de este caballo, superiores a las de los caballos normales, aunque la alimentación en libertad jugaría en este hecho un papel crucial, puntualiza.
Después una amplia búsqueda bibliográfica, contactó con el director de la Academia Rusa de Ciencias de San Petersburgo, Alexei Tikhonov. En Rusia se conservan mamíferos congelados de la Edad del Hielo. Tras realizar una estancia de investigación en San Petersburgo, en 2011, Guil tuvo acceso a muestras de estos animales. Al volver a Almería y analizar dichas muestras, la recompensa fue encontrar que la grasa se hallaba en relativo buen estado, suficiente como para detectar en ella ácidos grasos esenciales.
Los resultados se han obtenido en un plazo de tiempo relativamente corto, unos meses. En el equipo de investigación, multidisciplinar, han participado zoólogos, paleontólogos, químicos y tecnólogos de alimentos, entre otros expertos. A lo largo de la investigación se han analizado tejidos grasos de distintas partes del cuerpo de mamuts, caballos y bisontes, todos ellos encontrados en el permafrost de Siberia. El procesamiento de los datos indica porcentajes de omega-3 muy importantes, especialmente en mamuts. “El desarrollo del cerebro necesita omega-3, así es que esta grasa sería la fuente de dicho omega-3. El caballo también podría haber sido una fuente importante de ácidos grasos esenciales en el Neolítico temprano, antes de la aparición de la agricultura, una vez extinguidos la mayoría de los mamuts”, argumenta José Luis Guil.
El omega-3 se produce en vegetales exclusivamente y los animales que lo contienen lo ingieren preformado, aunque en algunos casos pueden transformarlo parcialmente. Otra cuestión es que algunos vegetales que crecen en sitios fríos, como musgos y líquenes, contienen más omega-3 que otros que crecen en sitios cálidos. Esto es así porque las membranas de las células se adaptan mejor al frío con omega-3 u omega-6, por ser ácidos que proporcionan flexibilidad a las membranas celulares. Es decir, que en lugares fríos los animales tienen más omega-3, porque lo ingieren con los alimentos.
Este estudio ha estado financiado a través del Plan Propio de Investigación de la Universidad del Almería. Guil obtuvo una beca gracias a la cual pudo desplazarse hasta San Petersburgo para realizar su estancia de investigación. En la actualidad, el equipo liderado por José Luis Guil está trabajando en tipos de omega-3 y omega-6, en relación a su efecto en células cancerígenas, para conocer qué grasas y aceites pueden prevenir mejor el cáncer de colon. Tratan de averiguar qué tipo de grasa omega-3 puede prevenirlo dicho cáncer, las formas adecuadas y el mecanismo por el que actúan.
Según sus investigaciones, este hecho demuestra que si es necesario el ser humano puede adaptarse a dietas muy bajas en carbohidratos, que son reemplazados por grasas. El profesor Guil inició esta investigación en 2011. Le intrigaba la alimentación en la Edad del Hielo, en el paleolítico superior, y se preguntaba cómo los humanos podían obtener el ácido omega-3 necesario cada día en un ambiente sin muchos vegetales y con peces pobres en grasa, como son los de río.
Este investigador explica que hay teorías que indican que el alimento clave podría ser la carne de caza, pero en ella hay poco omega-3 y su consumo excesivo es tóxico. Pensó entonces que algunos animales que alteran mínimamente la grasa en la digestión podrían contener dichos ácidos grasos esenciales en sus tejidos subcutáneos, y obtenerla ellos a su vez a partir del consumo de musgos y líquenes, principalmente. Estos animales serían entonces el mamut, el rinoceronte lanudo o el caballo, todos ellos animales monogástricos. Guil concluye que el consumo de grasa de estos animales habría dado energía a los humanos de la Edad del Hielo y además con ella habrían obtenido todos los ácidos grasos esenciales, omega-3 y omega-6.
“Hemos hallado evidencias de que los mamuts pudieron haber sido hibernantes o semi-hibernantes, ya que el tipo de grasa que contenían permite esta adaptación al frío”, explica Guil. El hecho en sí de encontrar en animales congelados de más de 40.000 años ácidos grasos esenciales, teniendo en cuenta que estos son muy difíciles de conservar por su rápida alteración, es ya un hito científico. Guil apunta que se trata los ácidos grasos esenciales más antiguos del planeta, con casi total seguridad. “Hay hallazgos muy emotivos: en un bebé mamut, Lyuba, hemos encontrado en sus tejidos los ácidos grasos típicos de la leche de mamíferos, que indudablemente ella ingirió a partir de leche de su madre. Son los nutrientes de una leche que se produjo hace 40.000 años". Con el fin de comprobar estas hipótesis, en primer lugar, este investigador pensó en analizar algún animal similar a los que había en Siberia en el Paleolítico y se fijó en el caballo gallego, cuyos ancestros provienen de dicha época. En el Centro Tecnológico de la Carne Gallega, en Orense, le proporcionaron muestras de carne y grasa. Los análisis demostraron cantidades sorprendentemente altas de omega-3 en la grasa de este caballo, superiores a las de los caballos normales, aunque la alimentación en libertad jugaría en este hecho un papel crucial, puntualiza.
Después una amplia búsqueda bibliográfica, contactó con el director de la Academia Rusa de Ciencias de San Petersburgo, Alexei Tikhonov. En Rusia se conservan mamíferos congelados de la Edad del Hielo. Tras realizar una estancia de investigación en San Petersburgo, en 2011, Guil tuvo acceso a muestras de estos animales. Al volver a Almería y analizar dichas muestras, la recompensa fue encontrar que la grasa se hallaba en relativo buen estado, suficiente como para detectar en ella ácidos grasos esenciales.
Los resultados se han obtenido en un plazo de tiempo relativamente corto, unos meses. En el equipo de investigación, multidisciplinar, han participado zoólogos, paleontólogos, químicos y tecnólogos de alimentos, entre otros expertos. A lo largo de la investigación se han analizado tejidos grasos de distintas partes del cuerpo de mamuts, caballos y bisontes, todos ellos encontrados en el permafrost de Siberia. El procesamiento de los datos indica porcentajes de omega-3 muy importantes, especialmente en mamuts. “El desarrollo del cerebro necesita omega-3, así es que esta grasa sería la fuente de dicho omega-3. El caballo también podría haber sido una fuente importante de ácidos grasos esenciales en el Neolítico temprano, antes de la aparición de la agricultura, una vez extinguidos la mayoría de los mamuts”, argumenta José Luis Guil.
El omega-3 se produce en vegetales exclusivamente y los animales que lo contienen lo ingieren preformado, aunque en algunos casos pueden transformarlo parcialmente. Otra cuestión es que algunos vegetales que crecen en sitios fríos, como musgos y líquenes, contienen más omega-3 que otros que crecen en sitios cálidos. Esto es así porque las membranas de las células se adaptan mejor al frío con omega-3 u omega-6, por ser ácidos que proporcionan flexibilidad a las membranas celulares. Es decir, que en lugares fríos los animales tienen más omega-3, porque lo ingieren con los alimentos.
Este estudio ha estado financiado a través del Plan Propio de Investigación de la Universidad del Almería. Guil obtuvo una beca gracias a la cual pudo desplazarse hasta San Petersburgo para realizar su estancia de investigación. En la actualidad, el equipo liderado por José Luis Guil está trabajando en tipos de omega-3 y omega-6, en relación a su efecto en células cancerígenas, para conocer qué grasas y aceites pueden prevenir mejor el cáncer de colon. Tratan de averiguar qué tipo de grasa omega-3 puede prevenirlo dicho cáncer, las formas adecuadas y el mecanismo por el que actúan.
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