El político republicano hizo una accidentada excursión a Sierra Nevada A base de papas fritas soportó un nevazo en Güéjar Sierra "No recuerdo haber visto nunca un espectáculo tan grandioso"
JOSÉ LUIS DELGADO GRANADA
Uno de los políticos y diplomático más sobresaliente de la primera mitad del siglo XX, el madrileño Pablo de Azcárate y Flórez, obtuvo la cátedra de Derecho Administrativo de la Universidad de Granada con tan solo 23 años. Educado en los postulados de la Institución Libre de Enseñanza, era sobrino de Gumersindo de Azcárate, uno de los fundadores de la ILE; formó parte del Secretariado de la Sociedad de Naciones en Ginebra representando a España. Durante la República fue embajador en Londres. Amigo de su colega de cátedra en Granada Fernando de los Ríos y padre de Manuel Azcárate, dirigente del Partido Comunista hasta 1981. Tras la República se exilió en París. Murió en Ginebra en 1971.
Leyendo una vez más a uno de nuestros más prestigiosos historiadores granadinos, el profesor Titos Martínez, nos enteramos de esta visita que acabó siendo algo accidentada. Estando en Granada se interesó don Pablo por conocer los encantos de nuestra Sierra Nevada; hace de esto un siglo; corría el año 1915; buscó a dos voluntariosos compañeros granadinos: José Álvarez de Cienfuegos y Ramón Pérez Roda; pero, no sé si bien asesorado, eligió para su excursión los últimos días de octubre. Él mismo cuenta su aventura en un artículo titulado Una excursión a Sierra Nevada que publicó en el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza. Refiere con ciertos detalles los encantos de la visita que duró tres días; llevaban un mulo que les costaba 5 pesetas diarias, incluido el arriero, según recoge en el presupuesto que hizo de la excursión y que detalla al final de su artículo. La pensión en Güejar Sierra le salió por 1,50 pesetas día, incluida cena; el guía de nombre Isidoro costó 1,50 pesetas día; y los servicios de agua y leña 3,50 pesetas para los tres excursionistas.
A juzgar por la detallada descripción que va haciendo del paisaje, veredas, barrancos, ríos, vegetación, etcétera, notamos que quedó muy gratamente sorprendido. En uno de los párrafos que relata el encuentro frente al Mulhacén y la Alcazaba dice esto: "A poco de trasponer la divisoria de los dos barrancos se nos aparecieron el Mulhacén y la Alcazaba enteramente rojos con la luz de la puesta de sol… no recuerdo haber presenciado nunca un espectáculo tan grandioso". Todo iba bien desde el día que salieron, el sábado 30 de octubre a las tres de la tarde; pertrechados con mantas, impermeables y dos camas de campaña, hicieron noche en la Posada de La Rubia de Güéjar Sierra. Al día siguiente salieron para La Estrella; almuerzan en un cortijo unas "riquísimas papas fritas al estilo del país" para bajar luego al barranco de Valdeinfierno. Amanece un nuevo día y se disponen a subir al picacho Veleta y aquí empezó la "odisea" porque "la mañana se presentó de granizo y ventisca". El fuerte viento hizo que el guía aconsejara cambiar el programa; el ascenso con aquel viento era poco seguro. Hubo que volver a la Estrella cuando ya eran las seis de la tarde. Todavía peor fue el regreso a Granada el 2 de noviembre; amaneció nevando y camino de Güéjar Sierra hubieron de soportar una fuerte tormenta de granizo y viento en pleno barranco. Llegan por fin a la posada de La Rubia y tras un breve descanso y de nuevo papas fritas regresan por un verdadero barrizal y bajo frecuentes chaparrones. Así lo cuenta el propio Azcárate: "Fue una etapa poco agradable; sobre todo la última hora; ya con noche cerrada, lloviendo y sin ver materialmente dónde poníamos los pies. A las siete entrábamos en Granada".
Poco duró la estancia de Azcárate en Granada pues enseguida su vida de diplomático y político comprometido le haría recorrer media Europa. Sin embargo su aventura serrana en las montañas granadinas seguro que le resultará inolvidable hasta en el otro mundo.
Leyendo una vez más a uno de nuestros más prestigiosos historiadores granadinos, el profesor Titos Martínez, nos enteramos de esta visita que acabó siendo algo accidentada. Estando en Granada se interesó don Pablo por conocer los encantos de nuestra Sierra Nevada; hace de esto un siglo; corría el año 1915; buscó a dos voluntariosos compañeros granadinos: José Álvarez de Cienfuegos y Ramón Pérez Roda; pero, no sé si bien asesorado, eligió para su excursión los últimos días de octubre. Él mismo cuenta su aventura en un artículo titulado Una excursión a Sierra Nevada que publicó en el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza. Refiere con ciertos detalles los encantos de la visita que duró tres días; llevaban un mulo que les costaba 5 pesetas diarias, incluido el arriero, según recoge en el presupuesto que hizo de la excursión y que detalla al final de su artículo. La pensión en Güejar Sierra le salió por 1,50 pesetas día, incluida cena; el guía de nombre Isidoro costó 1,50 pesetas día; y los servicios de agua y leña 3,50 pesetas para los tres excursionistas.
A juzgar por la detallada descripción que va haciendo del paisaje, veredas, barrancos, ríos, vegetación, etcétera, notamos que quedó muy gratamente sorprendido. En uno de los párrafos que relata el encuentro frente al Mulhacén y la Alcazaba dice esto: "A poco de trasponer la divisoria de los dos barrancos se nos aparecieron el Mulhacén y la Alcazaba enteramente rojos con la luz de la puesta de sol… no recuerdo haber presenciado nunca un espectáculo tan grandioso". Todo iba bien desde el día que salieron, el sábado 30 de octubre a las tres de la tarde; pertrechados con mantas, impermeables y dos camas de campaña, hicieron noche en la Posada de La Rubia de Güéjar Sierra. Al día siguiente salieron para La Estrella; almuerzan en un cortijo unas "riquísimas papas fritas al estilo del país" para bajar luego al barranco de Valdeinfierno. Amanece un nuevo día y se disponen a subir al picacho Veleta y aquí empezó la "odisea" porque "la mañana se presentó de granizo y ventisca". El fuerte viento hizo que el guía aconsejara cambiar el programa; el ascenso con aquel viento era poco seguro. Hubo que volver a la Estrella cuando ya eran las seis de la tarde. Todavía peor fue el regreso a Granada el 2 de noviembre; amaneció nevando y camino de Güéjar Sierra hubieron de soportar una fuerte tormenta de granizo y viento en pleno barranco. Llegan por fin a la posada de La Rubia y tras un breve descanso y de nuevo papas fritas regresan por un verdadero barrizal y bajo frecuentes chaparrones. Así lo cuenta el propio Azcárate: "Fue una etapa poco agradable; sobre todo la última hora; ya con noche cerrada, lloviendo y sin ver materialmente dónde poníamos los pies. A las siete entrábamos en Granada".
Poco duró la estancia de Azcárate en Granada pues enseguida su vida de diplomático y político comprometido le haría recorrer media Europa. Sin embargo su aventura serrana en las montañas granadinas seguro que le resultará inolvidable hasta en el otro mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario