El pueblo costero, donde conviven 33 nacionalidades, organiza un campeonato de fútbol intercultural
06.06.10 - 02:31 -
LAURA UBAGO | ALBUÑOL.
Yousere tiene 14 años, la piel tostada y el pelo cortado en forma de cresta. Cuando algún adversario ataca deja caer un castizo «¿adónde vas?» y cuando los suyos no reaccionan, suelta con capacidad de análisis «se han 'quedao' 'pillaos'». Tras casi una década en España -de ésta cinco años en La Rábita- este joven marroquí observa un partido de fútbol desde la banda, recogiendo sus finísimos brazos kilométricos tras la espalda en cada jugada y lanzándolos al aire al terminar el lance.
Sobre la tierra del campo de fútbol de Albuñol se baten los equipos Bar Ríos -de albuñolenses- y Jóvenes marroquíes, en el que juegan chavales de Marruecos y un portero de Senegal, Mustafá, que se lanza a por los balones como una gacela sin pensar en lo duro que está el suelo. Ambos equipos se dejan la piel en la semifinal de la liga de fútbol intercultural que ha organizado el Ayuntamiento de Albuñol para fortalecer la integración entre los vecinos del municipio costero que son de hasta 33 nacionalidades diferentes.
Ahmed también se come el campo a bocados y tarda poco en hacer un gol que levanta a la parte marroquí de las gradas. A sus 32 años, acaba de abrir un bazar en Albuñol y aún conserva su «tiendecilla» de Motril, con la que empezó su andadura laboral. Cree que como España está en crisis sus paisanos no se la juegan ya surcando el mar en patera y que está encantado en el pueblo porque «no hay tanto racista». «Me gusta porque todos estamos juntos y aquí un senegalés tiene una novia de Rumanía y un marroquí una de Senegal...».
Albuñol no entiende de razas ni de colores y sus habitantes se esfuerzan por tratarse sin distinciones y por que reine la paz en esa torre de Babel que puede incendiarse y estallar si alguien se opone a la palabra multiculturalidad.
En este pueblo de la Costa, unos 2.000 extranjeros comparten la calle con unos 5.000 autóctonos. Los extranjeros más numerosos son los marroquíes, seguidos de los rumanos y los senegaleses y precisamente son de estos países los futbolistas aficionados que se han visto las caras en el terreno de juego con los originarios de Albuñol y La Rábita, organizados en 16 equipos que debían tener al menos un miembro de diferente procedencia que el resto. Por eso Mustafá -senegalés- cuida con garra la red de los Jóvenes Marroquíes que se miden contra los chavales del Bar Ríos, capitaneados por Cristóbal que tiene 27 años y trabaja de yesero.
«De los jugadores de los cuatro equipos de marroquíes que compiten conozco a unos diez y con cinco o seis tengo confianza como para bromear», explica este chaval de Albuñol que reconoce que todos se llevan bien aunque los marroquíes y los senegaleses hacen grupos entre ellos, a la hora de la convivencia diaria. Añade este albuñolense que a la hora de jugar al fútbol algunos extranjeros no llevan muy bien lo de las reglas porque no las acaban de entender.
«Los senegaleses no comprenden el fuera de juego, pero cuando les beneficia a ellos sí», cuenta bromeando Valeriano Fernández, técnico de Deportes del Ayuntamiento de Albuñol y coordinador de la liga de fútbol intercultural, que se ha organizado dentro de una semana festiva llena de actividades para todos los gustos donde los vecinos de las variadas nacionalidades lucen los encantos de su país.
Valeriano apunta que es el quinto año que se organiza esta liga de fútbol y que es una manera de integrar a los vecinos, de ayudar a que se conozcan y se respeten. Reconoce que en el terreno de juego hay alguna bronca -pero como en muchísimos campos de fútbol de este mundo- y que los conflictos se dejan atrás cuando se pita el final del partido. Él es el encargado de arbitrar y señala que a veces, es complicado por el idioma. «Al final, se dan la mano y se les olvida todo. El fútbol sirve para transmitir los valores del respeto, de la cooperación y del compañerismo».
Zacarías es el capitán del Team Marruecos y confiesa que la liga de fútbol le gusta y le ha hecho «muy feliz». Llegó de Larache -de donde proceden la mayoría de los marroquíes residentes en Albuñol- y trabaja en un invernadero. Ahora recoge sandías y piensa que en todos los equipos que se han formado «había buenos y malos» y que ninguna nacionalidad destacaba por ser mucho mejor que otra, aunque sí sabe que todas tienen cualidades positivas diferentes. De la convivencia en el pueblo no tiene ninguna pega: «si ya soy medio español, joe», exclama divertido.
El que también piensa que en Albuñol se convive en paz es Dani, el capitán de Rumanía, que trabaja en una panadería y que señala que los jugadores de su equipo se ganan el sueldo en los invernaderos. Él tiene una pega y es que el campeonato ha sido eliminatorio y han tenido muy pocas oportunidades para demostrar su juego.
La alcaldesa de Albuñol, María José Sánchez, explica cuáles son las claves para mantener el equilibrio y que no surjan problemas entre una población con culturas tan diferentes. Cuenta que el Ayuntamiento se acoge a todos los programas específicos de inmigración y que todos los colectivos se implican en la tarea de crear buen ambiente y unidad. Sánchez señala que una pieza importante de este puzzle son los centros educativos, ya que son en ellos donde se forman los albuñolenses del mañana. En los colegios, la diversidad es una asignatura básica pues en el centro de Los Castillas un 80% de los alumnos son marroquíes y en el del Pozuelo un 70% inmigrantes.
«Para que la convivencia sea buena tienes que conocer a quien vive en tu municipio. Si cuando se asientan los integramos no habrá problemas», apunta la alcaldesa que señala que muchos aspectos del funcionamiento del pueblo están adaptados a las necesidades de los inmigrantes como por ejemplo, la escuela de adultos donde se aprende español o se dan clases para pasar el examen teórico del carné de conducir.
En busca de trabajo
La alcaldesa de Albuñol recuerda cómo el pueblo se convirtió en multicultural en la década de los 90 en los que la población inmigrante llegó al pueblo para trabajar atraídos por las oportunidades que ofrecía la agricultura bajo plástico. Por aquellos años los extranjeros no llegaban al centenar y el municipio fue pionero en abrir una oficina de atención al inmigrante.
Paco el senegalés -en realidad se llama Serigne- llegó en patera a Canarias y ahora trabaja en un invernadero de Albuñol. Es el capitán del equipo de Senegal y dice que en el campo pasaron muchos «nervios porque estaban calientes» pero que luego «todos amigos otra vez». También está de acuerdo en que el mal rollo se olvida al abandonar el campo, Pepe Domingo, que ha estado a la cabeza del equipo Torre de Babel en el que hay marroquíes, y jóvenes de La Rábita y Albuñol. «Está bien, conoces las otras culturas», dice este estudiante de 16 años.
En el campo juegan marroquíes contra albuñolenses y en las gradas el público es de 'colores'. Las interjecciones saltan a la vez pero en varios idiomas. En la calle, desde una barandilla un marroquí con una camiseta de la Selección Española observa el partido de sus hermanos contra sus paisanos. Albuñol vive su propio mundial de fútbol, anticipado y divertido, con jugadores de muchos rincones del planeta que se han reunido en un pueblo de la Costa dispuestos a entenderse y a tratarse con respeto
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