A José Reyes Fernández, profesor del Instituto “Menéndez Tolosa” de La Línea de la Concepción se le va a caer el pelo por nombrar la cuerda en casa del ahorcado. A mi me consta que los profesores de Secundaria lo están pasando mal por culpa de alumnos maleducados, amenazantes e irrespetuosos contra los que nada serio se puede hacer. Algunos de esos alumnos, grandes como el Coloso de Rodas y con los cerebros de mosquitos, se aprovechan de su minoría de edad, es decir, de no haber alcanzado los 18 años, para poner en jaque a toda la junta directiva de determinados institutos de Bachillerato. Sé que existen profesores con baja médica por depresión, por la impotencia que les produce trabajar en la enseñanza frente a un puñado de insensatos que rompen la clase un día sí y otro también. Lo que desconocía era que un profesor con dos décadas de experiencia podía tener un expediente abierto en su centro de enseñanza por hablar del clima andaluz y de su bonanza para la cura de jamones. Tanto es así que una familia musulmana acaba de denunciar al profesor Reyes en una comisaría de La Línea por, según se desprende de la delación, “cuestionar sus creencias”, o sea, por haber manifestado en clase los beneficios del clima de Trevélez (Granada) para la cura de jamones. La Junta de Andalucía defiende al docente, como no podía ser de otra manera.
Los jamones de Trevélez, muy afamados, formaron parte de la vida cotidiana de alguien que fue ministro de Instrucción Pública durante el periodo de Allendesalazar, en 1919. Me refiero a don Natalio Rivas Santiago, amigo que fuese de mi abuelo materno. En un espléndido trabajo de Jesús Roberto Balboa Garnica, éste relata que don Natalio conocía muy bien a sus paisanos y que en cada pueblo tenía su representante, que le garantizaba los votos para el Congreso. Así, en Albuñol, en Órgiva y Ugíjar (cabezas de partido) disponía de un cacique al que se sometían los votos de su ámbito. En ese sentido, comenta Balboa: “Cuando su oponente político es fuerte, lejos de combatirlo, le da un cargo en el pueblo y asunto zanjado”. “Pero en Madrid –sigue diciendo Balboa—la vida política era de otra manera y don Natalio tenía las llaves de casi todas las residencias políticas de la Villa. Y las llaves no eran otras que los jamones de Trevélez. Era muy habitual que don Natalio contara con una amplia bodega de jamones que regalaba con muy buen criterio y con mejor tino a aquellos que podían serle de alguna utilidad; luego se convertía en algo habitual que esas personas siguieran recibiendo los magníficos jamones de Trevélez. Todo el mundo en Madrid conocía de las excelencias de los perniles de don Natalio y nunca faltaban en su casa de la calle Velázquez, 19, etcétera”. ¡Si don Natalio levantara la cabeza…!
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