La celebración de la fiesta del Corpus tiene este año en Lorca un especial formato obligado por los terremotos del 11 de mayo, que tantas modificaciones están imponiendo en la vida normal de la ciudad y de sus habitantes. La solemne procesión vespertina que recorría el centro urbano, con salida y regreso en la colegial de San Patricio, cambia de horario y de itinerario. Eso sí, el templo catedralicio servirá de telón de fondo a las celebraciones matinales.
El templo que fuera más importante desde el punto de vista religioso y artístico de la ciudad está cerrado a consecuencia de los daños sufridos por los seísmos. Son apreciables en el exterior la caída de parte de algunas de las estatuas y de varios de los pináculos que remataban los contrafuertes laterales. Alguno de aquellos, situado en la torre, cayó como un obús atravesando techumbres y bóvedas e incrementando los daños internos de la iglesia.
El edificio, de estilo renacentista, fue declarado Monumento Histórico-Artístico por decreto de 27 de enero de 1941. Este templo es la piedra angular del conjunto monumental de la Plaza de España, junto al Ayuntamiento, el Palacio del Corregidor y las Salas Capitulares. Es de los pocos que hay en España bajo la advocación de San Patricio, que también tiene iglesias dedicadas en Albuñol (Granada), Málaga y Madrid. Su consagración al santo irlandés tiene su origen en la batalla de los Alporchones, (17 de marzo de 1452), que enfrentó a los habitantes de la ciudad con huestes musulmanas granadinas que habían asolado la comarca de Cartagena. Por eso, tras la victoria cristiana, fue nombrado Patrón del Reino de Murcia.
Las obras de la Iglesia Colegial de San Patricio comenzaron en 1533, tras la bula de erección del Papa Clemente VII, sobre la modesta iglesia medieval de San Jorge. El empuje de la oligarquía lorquina que buscaba un proyecto que dignificara la imagen de su pujante ciudad, fue en buena medida la impulsora de esta obra, inspirada en la catedral de Murcia.
Por el parecido de la planta de ambos templos, de tres naves, siendo más amplia la central, capillas laterales entre los contrafuertes y capillas radiales en la girola, así como torre-campanario en la girola que aloja la sacristía, y elevado crucero, se apunta a Jerónimo Quijano como autor de la traza de San Patricio. Quijano actuaba desde 1526 como maestro mayor de la Catedral de Murcia, era el arquitecto de mayor prestigio en la zona, y es muy probable que recibiera el encargo de trazar el que estaba destinado a ser el segundo templo en importancia de la Diócesis de Cartagena. La presencia de Jerónimo Quijano en Lorca durante esos años queda probada por la cantidad de encargos que recibió del Concejo lorquino, entre ellos las Carnicerías, un azud en el río Guadalentín y un puente sobre el mismo.
La construcción no estuvo exenta de problemas y se dilató hasta 1780. Las obras estarán marcadas a lo largo de su historia por las continuas interrupciones. Así, mientras el Concejo de la ciudad había previsto una duración de ocho años para las obras, éstas se extenderán por casi 250. Esta ralentización estuvo en gran parte ocasionada por la falta de medios económicos, así como por los pleitos que tuvo que afrontar el Cabildo de la Colegial por los derechos de enterramiento adquiridos por muchas familias en la iglesia de San Jorge y que ahora pretendían hacer efectivos en San Patricio.
Los trabajos comenzaron en la Capilla Mayor y pronto se concluirían la cabecera de la Iglesia y el primer cuerpo de la torre, donde está ubicada la sacristía. En una segunda fase, a partir de 1553, se levantaron el resto de capillas de la girola, parte del crucero con el arranque de sus pilares y la cubierta de todo el conjunto. En el exterior se realizó la portada lateral del lado de la Epístola y los dos primeros cuerpos de la torre-campanario. Los materiales empleados para la construcción son locales, pues se empleó piedra de las canteras del Río y Murviedro, ideales por su gran dureza.
En el sistema de cubierta empleado en San Patricio, se alternan las bóvedas de crucería de tradición gótica, empleadas en la girola y sus capillas, con las bóvedas ya típicamente renacentistas de la sacristía, la capilla mayor y la capilla del Sacramento, inspiradas en la obra de Andrés de Vandelvira, con quien trabajó en su juventud Jerónimo Quijano.
A lo largo del siglo XVII las obras se vieron afectadas por más penurias y retrasos que en la centuria anterior. Inmersa la ciudad en una profunda crisis, y comprometidos los fondos del Concejo lorquino, no había dinero para la obra de la Colegial mientras no se resolvieran otras urgencias que siempre estaban relacionadas con el agua. Por este y otros motivos, entre ellos los terremotos que asolaron el Levante español a lo largo de la centuria, los trabajos arquitectónicos realizados se vieron limitados a levantar muros lisos para delimitar el perímetro de la iglesia. Hacia 1640 se realizó la sillería del coro por el carpintero Andrés García Ramos. Se componía de 29 sillas altas y 23 bajas.
La falta de recursos obligó a hacer una petición expresa a la Corona para que aumentase su ayuda en la construcción. Con la respuesta afirmativa de Carlos II, se inicio el trabajo de mayor envergadura realizado en todo el siglo con el levantamiento, a partir de 1694, de la monumental fachada barroca dirigida por el arquitecto José de Vallés.
El siglo XVIII verá por fin la finalización de las obras en San Patricio, con la cubierta de la Colegiata. Dadas las especiales características de la fábrica de San Patricio, para la cubrición de las naves se optó por la bóveda de ladrillo de vuelta por arista. Junto a la cubierta se culminó el enlosado de la iglesia, las paredes del coro, el trascoro, el último cuerpo de la torre y el carrerón que da acceso a la portada del lado de la Epístola. A finales del siglo XVIII alcanzó San Patricio el aspecto que presenta hoy día.
La fachada principal, por su belleza y monumentalidad, constituye uno de los elementos más destacados de la colegiata. Fue erigida entre 1694 y 1704 por José de Vallés, entonces maestro mayor de las obras. Trabajó también un equipo de canteros y escultores entre los que destacan Salvador y Diego de Mora, Félix Vallés (hijo de José de Vallés) o Jacinto Martínez de la Vega; y encargados del trabajo escultórico, Manuel Caro, Agustín Pareja y los hermanos Salvador y Jerónimo Caballero. La fachada de la Catedral de Murcia y la de San Patricio constituyen los dos únicos ejemplos de fachadas monumentales de la Región de Murcia.
Aquí se aprecian la fusión de las influencias arquitectónicas granadinas y valencianas, y de la jesuítica en la sobria decoración de los dos cuerpos superiores de la fachada. De estilo barroco, aparecen elementos netamente como columnas, hornacinas, pedestales, etc., que le imprimen un cierto carácter clasicista.
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