Por 37 viaductos y 14 túneles discurre la Vía Verde de Ojos Negros, que salva 1.200 metros de desnivel en algo más de 200 kilómetros, entre el sistema Ibérico y el Mediterráneo.
Allá por el año 1907, un tren de carbón empezó a silbar y transportar mineral de hierro entre las minas de Ojos Negros (Teruel) y el Puerto de Sagunto (Castellón). Ello fue posible gracias al esfuerzo casi esclavo de personas como mi abuelo paterno, que me llegó a contar cómo después de la dinamita entraba en escena su cuadrilla de picapedreros. Después, entre el polvo de sus picos, se abrían paso las caballerías, los carros, los capazos, las azadas, las palas... ¡Un esfuerzo sobrehumano y descomunal para construir un ferrocarril paralelo a otro ya existente! Visto desde hoy, cuando el cicloturista o el senderista emulan al humeante pequeño tren minero, todo parece un sinsentido. Pero allí están, dos ferrocarriles paralelos a lo largo de cerca de 170 kilómetros, un caso único en nuestro país.
¿Cuál fue la razón que llevó a dicha construcción?
El motivo tuvo raíces económicas y, por tanto, miserables y miopes: era tan cara la tarifa del transporte del mineral en la ya existente línea de la Compañía Central de Aragón que la empresa minera, harta de no llegar a ningún acuerdo, optó por la construcción de un nuevo ferrocarril. Así fue como se ordenó perforar los catorce túneles, que hoy resultan emocionantes para los nuevos usuarios del siglo XXI. Con el esfuerzo inhumano de paisanos como mi abuelo y otros muchos se levantaron 37 portentosos viaductos, que costaron más de una vida. Especialmente conmovedores son el del río Albentosa, con siete arcos de piedra y 104 metros de longitud, que elevaba el tren a más de 50 metros de altura del lecho del río, y el de la Fuensanta, en Caudiel, con casi 150 metros de longitud. El despropósito finalizó, por lo que respecta al transporte del mineral de hierro, en 1972, cuando el tren de carbón dejó de echar humo.
Y llegamos al siglo XXI. El año 2002 se inauguró como Vía Verde el tramo valenciano, comprendido entre el límite de la provincia de Castellón con la de Teruel y el pequeño pueblo de Torres-Torres. Muy pronto tendrá continuidad hasta Sagunto y Valencia. Por lo que respecta al tramo aragonés, la Diputación de esa comunidad pretende acometer el acondicionamiento el año próximo.
En este luminoso litoral mediterráneo emociona descender el escalón natural que separa los valles del sistema Ibérico, en los alrededores de la ciudad de Teruel, del mar Mediterráneo ; en total, un desnivel de 1.200 metros entre el puerto de Escandón y el fértil delta del río Palancia, en las cercanías de Sagunto. El escalón del puerto del Ragudo, salvado mediante túneles de apreciable pendiente, es un trecho espectacular. Aquí, el ciclista puede rememorar sin pedaleo la velocidad del viejo tren de carbón.
Ojos Negros, naturaleza desbordante
En el tramo aragonés, el discurrir del trayecto está jalonado por las sierras de Javalambre y Gúdar, dos guardianes pétreos que se alzan a 2.000 metros de altitud, dejando ver entre sus laderas y por los alrededores de la Vía Verde magníficos sabinares. En el tramo valenciano, después de salvar las ya comentadas cuestas del Ragudo, el trazado busca el discurrir del río Palancia, que estructura la comarca homónima.
El verdadero viajero debería abandonar en algún tramo la Vía Verde para realizar una inmersión en la naturaleza de dos sierras mediterráneas actualmente protegidas bajo la figura de Parque Natural. Al norte, la de Espadán, que conserva en su corazón los mejores alcornocales del litoral mediterráneo español. Al sur, la sierra Calderona, de piedras rodenas –de color rojo–, donde se localizan recintos religiosos afamados, como la cartuja de Portaceli.
La Vía Verde de Ojos Negros merece ser recorrida con un sosegado andar o un lento pedaleo para acercarse a su monumental patrimonio cultural y arquitectónico. En la parte aragonesa, cautiva el afamado conjunto mudéjar de Teruel; en la valenciana destaca Jérica, con una torre también del mismo estilo; y Segorbe, capital comarcal y sede episcopal, con una portentosa catedral-basílica, tres conventos y una muralla del siglo XIX.
Pero el viejo ferrocarril minero de Ojos Negros emociona también por otros aspectos. El itinerario busca entre los ferrocarriles abandonados. Como la plataforma del viejo tren minero de Ojos Negros. Rodar por ella es viajar doblemente, es reescribir un camino olvidado y desnudo. Es entrar por la boca húmeda de un túnel y salir a las piedras. Porque el suelo se queda muy solo cuando las bicicletas se van y ningún tren vuelve.
Viajero deberías recorrer esta Vía Verde, la más larga, atrevida y original de las españolas.
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