domingo, 21 de agosto de 2011

Granada, el 15 de agosto granadahoy.com

La vida se traslada a las zonas que permiten refrescarse, como la Costa o los ríos · Las altas temperaturas y el descanso por ser fiesta nacional motivan un éxodo propio de la fecha

Mª ÁNGELES PORCEL / N. MARTÍN
Lunes 15 de agosto. En Granada se pueden contar con los dedos de una mano los héroes que aún permanecen en la capital, eso sí, si nos aventuramos lejos de este desierto urbano hacia la costa o hacia cualquier otro oasis cercano, la situación cambia de forma radical. Para combatir los 38 grados de los que alertaban todos los partes meteorológicos ayer, los granadinos y otros turistas que visitan en estos días la ciudad cogieron rápidamente el bañador y la toalla y emigraron a lugares frescos con el deseo de pegarse un chapuzón.

Las playas, abarrotadas, son una opción muy socorrida y ayer sin duda estuvieron a la altura de lo previsto.Desde el límite del litoral granadino por Málaga, en el paraje natural de Maro-Cerro Gordo, hasta la parte más oriental, en Albuñol, miles de bañistas disfrutaron del agua ayer fresca, el oleaje respetuoso y la limpieza de las orillas.

Como siempre, de las más concurridas, la playa de Poniente de Motril, que registró el lleno hasta la bandera, a pesar de ser una de las de mayor capacidad en la Costa Tropical, o Salobreña. Mientras, en Playa Granada, los turistas y vecinos se negaban durante todas estas noches a abandonar la playa, ante lo agradable de la temperatura y la ausencia de viento. Almuñécar siguió fidelizando a su público de tantos años en la multitud de calas que tiene entre sus límites. Algo más tranquilas estuvieron las que hay en dirección a Almería, exceptuando Carchuna -que este año presenta un caos en el aparcamiento-, Calahonda o la bellleza sin igual de La Rijana en Castell de Ferro.

No todo en verano es sol y playa. Los veraneantes se las saben todas y ayer también llenó la zona baja de los Cahorros. Las pequeñas pozas que forma a su paso el río Monachil son las piscinas naturales elegidas por muchos granadinos -y también turistas- para bañarse en aguas directas de Sierra Nevada, más a gusto imposible.

Atravesando el puente colgante se descubre ante los ojos de los intrépidos el encañonamiento del río y la verticalidad de sus paredes labradas en piedra. Para llegar al paraíso descubierto hay que andar unos quince minutos, depende de la distancia de la poza escogida o de la que quede libre. Las vistas del cuadro cambian, el atuendo del tradicional bañista se acerca más a la vestimenta propia del senderista (que no impide refrescarse) y el verde intenso y la sombra de los árboles de la orilla dejan de lado el colorido de las sombrillas.

Y mientras tanto, en las calles de la capital, una escena propia de las películas del oeste. Con algún viandante refugiándose a la sombra de cualquier árbol o edificio, empapándose en las fuentes públicas o en casa frente al ventilador, y a su lado el popular 'matojo rodante' atravesando las aceras. Ni gente, ni taxis o autobuses, ni comercios, ni siquiera los jóvenes que estos días han pasado por Granada antes de su peregrinación a Madrid, ellos también se fueron ayer. Sólo sobrevivieron al 15 de agosto los trabajadores obligados a permanecer en sus puestos y los pocos que no pudieron irse a las zonas costeras o al río, pero por la calle no se vio ni un alma.

La fuga de cerebros, tanto de jóvenes como de mayores, se produjo en una fecha clave. Se celebró una fiesta nacional de carácter religioso, la Asunción de Nuestra Señora la Virgen María, que además coincidió con el inicio de la segunda quincena del mes, día en el que muchos apuraban sus últimas 24 horas de vacaciones y otro turno las empezaban con alegría. También se agruparon muchos festejos en municipios y ciudades cercanas, como las fiestas patronales de Almuñecar o la feria de Málaga. En cualquier caso, por un motivo o por otro, ayer fue el día del éxodo, huida y abandono de la capital granadina.

Hoy ya se ha notado una leve mejoría, un aumento de la población que se deja ver en la ocupación del transporte público, en las terrazas de bares y restaurantes o de compras en los comercios. Pero con el próximo golpe de calor inaguantable o en otro día de descanso, Granada volverá a ser desierto.

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