Quien toca sus ramas y raíces puede ver cumplidas sus ilusiones. Para ello tiene que recorrer un sendero de fantasía en el interior de la turbera de Padul
JUAN ENRIQUE GÓMEZ | GRANADA
Todo aquel que toque sus múltiples troncos y raíces puede pedir un deseo que se cumplirá con una única condición, respetar la naturaleza. Es la leyenda que cuentan los conocedores de las turberas de Padul sobre una higuera centenaria que se encuentra en pleno sendero del Mamut, el recorrido obligado para conocer las lagunas y turberas de este municipio granadino. Es la ‘higuera de los deseos’, que habita en el interior de un denso bosque de ribera, y supone el límite entre los cultivos y las aguas de la laguna, en el espacio donde crean orillas, donde dicen que habitan las hadas y en las que, en todas las épocas del año, crecen los hongos y viven pequeñísimos moluscos, caracoles de color azul, Oxychilus draparnaudi, a los que los guías del humedal califican de duendes, aunque son casi imposibles de ver. Hay que mirar con atención bajo los troncos húmedos.
El inicio del sendero del Mamut, desde el Aula de Naturaleza del Aguadero es un recorrido entre grandes árboles, álamos y eucalíptos en los que habitan lúganos, pardillos, pinzones y las grandes oropéndolas, esas aves de alas amarillas y canto rasgado. Un camino que cruza acequias y se abre paso entre zarzamoras, mimbreras y matorral de ribera, para llegar a un gran túnel. Es el punto en el que comienza el minibosque encantado, un paseo por el interior de un gran cañaveral que cubre el cielo y por el que se puede pasar gracias a que se ha abierto, artificialmente, el sendero hacia las lagunas.
En el túnel, donde se oye el insistente canto del ruiseñor bastardo, el fino tableteo de los mosquiteros y la melodía del ruiseñor común, aparecen las raíces y troncos de la gran higuera de los deseos. Dicen que tiene más de un centenar de años, y que sus ramas han intentado alcanzar la luz y atravesar la densidad vegetal, por lo que han crecido de forma considerable en horizontal y vertical, hasta convertirse en un entramado de troncos y raíces.
Es un paraje especial, donde no existe el calor del verano. El interior del cañaveral genera un microclima que supone un oasis de frescor aunque, en el exterior, los termómetros se sitúen cerca de la cota de 40 grados. El agua, una constante que llega a cortar por inundación el sendero durante la época de lluvias, no deja de estar presente y genera la humedad necesaria para la supervivencia de un ecosistema vegetal que sirve de alimento y refugio a decenas de especies de aves, sobre todo insectívoros, que utilizan la enmarañada vegetación para nidificar y reproducirse.
Reportaje completo, fotos, videos y datos en la revista de naturaleza de IDEAL, Waste Magazine, en la dirección http://waste.ideal.es/padul-higueradelosdeseos.htm
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