Sauces y almendros desafían al frío, mientras los gatos monteses buscan pareja y las garcetas esperan en los puertos
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JUAN ENRIQUE GÓMEZ / MERCHE S. CALLE | GRANADA
Febrero es tiempo de acacias, de las mimosas. :: J. E. G.
En los bordes de ríos y arroyos, incluso entre las acequias, las mimbreras presentan ya sus pequeños brotes cargados de minúsculas flores de color amarillo y rojo, que crecen desde las ramas que hasta hace unas semanas parecían secas y de pronto se han cubierto de un color granate. Es una de las señales de que el ciclo biológico continua en bosques y campos, que la bajas temperaturas del invierno, en su máximo apogeo, no impiden que llegue lo que se podría considerar como la avanzadilla de las flores.
Febrero se considera tradicionalmente como un periodo de espera, en el que la lejanía de la primavera no permite demasiadas alegrías a quienes viven en el medio natural, pero también es un tiempo en el que algunas especies viven su etapa de esplendor. En los espacios naturales de la provincia de Granada, sobre todo en territorios como la Alpujarra y la totalidad de las sierras que se consideran de media y baja montaña, florecen los almendros. Forman grandes extensiones que llenan el horizonte de color blanco y rosado. Los primeros en florecer son los que crecen en las laderas de las sierras que miran al mar y aprovechan las brisas más cálidas del sur. Poco a poco, con el paso de los días se hacen omnipresentes en todos los campos de la geografía granadina.
Almendros y sauces son especies que lucen sus flores antes de verdear y hacer que crezcan sus hojas, que no aparecerán hasta que las flores caigan y comiencen a verse sus frutos, las vainas en las que se encuentran las almendras. Es una fórmula de crecimiento y reproducción que utilizan las especies de flora invernal. El frío y la escasez de luz no permiten que la planta desarrolle una gran energía por lo que aprovechan toda la que tienen para la floración y no la malgastan en hacer crecer las hojas. Cuando ya el fruto está en marcha, el trabajo termina y tornarán al verde cuando la primavera esté próxima.
Es una transición que se puede ver en los jardines de la ciudad, que en febrero comienzan a colorear con las gruesas flores amarillas del Macasar o el azul intenso del Solanum rantonnetii, conocida como Dulcámara, que aprovechan los escasos rayos de sol para acumular energía y florecer. También en los jardines, aparecen las flores rojas del membrillo de Japón, Chaenomeles speciosa, que también florece entre los tallos sin hojas, y una planta de gran porte, la Aralia de japón, con hojas palmeadas que ahora muestra inflorescencias formadas por centenares de pequeñas flores blancas.
Reportaje completo, Vídeo y fotogalerías en la revista de naturaleza de IDEAL, Waste Magazine.
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