El profesor Enrique Dans. |
Enrique Dans es profesor de Innovación en IE Business School desde 1990. Tras licenciarse en Biología en la Universidad de Santiago de Compostela, cursó un MBA en el Instituto de Empresa, se doctoró en la Universidad de California (UCLA) y desarrolló estudios postdoctorales en la Harvard Business School. Como investigador, estudia los efectos de la innovación tecnológica. Desde 2003 escribe a diario en su blog, enriquedans.com, uno de las más populares sobre innovación en español. Es autor de Todo va a cambiar (Deusto, 2010) y acaba de publicar Viviendo en el futuro (Deusto, 2019).
-"El futuro es ser capaces de tener un futuro". ¿Qué quiere decir con eso?
-Nos enfrentamos a la mayor amenaza que hemos vivido como especie, que es la climática. A dos décadas vista, simplemente la civilización humana puede no ser viable. Emitimos mucho más de lo que la tierra es capaz de asimilar y vivimos un proceso de calentamiento global y desestabilización del clima. Nos enfrentamos a procesos de migración que pueden ser casi apocalípticos, a lo madmaxiano, o la disrupción de los sistemas políticos que conocemos. ¿Cómo nos vamos a plantear un futuro tecnológico si no está claro que tengamos un futuro?
-¿Qué papel puede jugar la tecnología?
-La tecnología nos ha metido en esto y esperemos que también nos saque. Desde la Revolución Industrial ha permitido una mejora de las condiciones de vida que ahora sabemos que no es sostenible. Tenemos que desarrollar alternativas a través de la tecnología para que la vida sea sostenible. Y la buena noticia es que la tecnología ya existe para descarbonizar la economía hasta límites razonables. El problema es la adopción de la tecnología, porque aparentemente no estamos dispuestos a renunciar a ninguna comodidad. Por ejemplo, protestamos si nos cierran el centro al coche.
-¿Ese desarrollo no fomenta la desigualdad entre los que tienen acceso a la tecnología y los que no?
-El problema es que esa tecnología es más caro mientras la demanda no tire de ella. La única forma de obligar a las empresas a que inviertan en el vehículo eléctrico es que el ciudadano común diga que no quiere un producto que echa humo y envenena.
-El 5G va a desembarcar en nuestras vidas. ¿Cómo las va a cambiar?
-Mucho, como veremos en nuestras casas al estar rodeados de objetos inteligentes. Lo primero que nos va a aportar es comodidad, como encender la luz sin tener que levantarnos. Pero el hecho de que prácticamente todo lo que hagamos genere datos trae muchas cosas buenas. El hecho de llevar un Apple Watch con una banda que mide el ritmo cardíaco o que permita hacer un análisis de orina todas las mañana hace que te puedas replantear la salud para que no sea ir sólo al médico cuando estés mal, sino que éste te llame cuando detecte algún problema antes de que ocurra.
-Eso nos lleva al debate de la privacidad. ¿Qué uso se hace de esos datos?
-Efectivamente. Nadie discute hoy que las redes sociales han llegado para quedarse. Pero no debemos considerar normal un modelo de negocio en el que todo lo que escribes sirva para caracterizarte de cara a unos anunciantes. Ya hemos visto sus efectos perversos.
-Pero Facebook ya lo ha normalizado.
-Claro. Ahora lo que estamos discutiendo es hasta qué punto tenemos que regularlo porque genera efectos peligrosos, como el que un político pueda mentir y polarizar el electorado y hackear unas elecciones.
-¿La tecnología se puede volver como el ser humano? Es una idea recurrente en el cine. Recuerdo a Skynet o HAL 9000.
-La hipótesis de Terminator es que las máquinas van a ser capaces de pensar como una persona y eso no está ni siquiera en el escenario. Lo que conseguimos es que una máquina aplique un análisis de datos mucho más potente que un humano a un problema concreto. Eso no es una máquina que piensa.
-¿Ese es el camino que sigue Google con el ordenador cuántico?
-El ordenador cuántico es la posibilidad de que funcione mucho más rápido, gracias a una superconductividad a baja temperatura y a una arquitectura de datos distinta. Tareas que hoy llevan mucho tiempo, como romper una contraseña, las puede hacer en mucho menos tiempo. Pero la gran verdad es que al nivel que avanza la desigualdad, lo que podemos esperar no es que se rebelen las máquinas, sino las personas.
-¿Por ejemplo, por la robotización?
-Claro. Esa gente se va echar lógicamente a la calle.
-Como ya pasó en el siglo XIX con los luditas.
-Y lo puedes ver ahora con muchas fábricas. En mi tierra, en Galicia, tenemos desde el cierre de las plantas de aluminio hasta la térmica de Meirama. Eso empobrece a una comarca, pero retira una barbaridad de emisiones. Es difícil de explicar para esas personas pero fácil para el conjunto de la sociedad.
-Usted asistió en primera persona al desarrollo de internet durante su doctorado en la UCLA y se le considera un gurú. ¿Le gusta esa etiqueta?
-Lo de levitar todavía lo llevo mal, la verdad.
-¿Qué es lo que más le ha sorprendido que sea hoy una realidad?
-Lo que más me ha sorprendido es la velocidad brutal con la que las cosas mejoran las prestaciones. Se me sigue haciendo raro pensar que el móvil que llevo en el bolsillo tiene más capacidad de procesamiento que toda la sala de la NASA que llevó el hombre a la luna.
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