TRIBUNA
Tenemos un preacuerdo que parece vislumbrar un nuevo Gobierno, que no va a ser fácil y que a todos no gusta, pero que debe seguir apostando por la igualdad
Cuando el presidente Pedro Sánchez formó su primer Gobierno, después de la moción de censura, fue notica en todo el mundo que España pasará a ser el país con mayor presencia de mujeres en el Ejecutivo: 11 ministras frente a 6 ministros. En la UE, detrás de España, se situaría Suecia, Francia, Eslovenia y Alemania, pero la mayoría de los países europeos, y no digamos nada de los del resto del mundo, suspenden en igualdad.
"Pero no solamente es el Gobierno de la igualdad, escribí en julio de 2018, por el número de mujeres ministras, sino por sus currículos, en una demostración de la calidad profesional de las mujeres, que además son titulares de las carteras reservadas, tradicionalmente, a los hombres".
"Al defender el principio de igualdad efectiva de derechos de hombres y mujeres, el feminismo cuestiona la estructura misma del poder. La revolución feminista apelaría, así, a una nueva e irrenunciable distribución del poder". "Ningún país, ni siquiera los más avanzados, ha logrado cerrar la brecha de género, especialmente en relación al dominio político y económico. Compartir el poder no es una renuncia fácil, pues no se trata sólo de sumar a más mujeres", escribe María Solanas.
Desde comienzos de la Transición, cuando empezaron a crearse, siempre por gobiernos socialistas, instituciones dedicadas a poner fin a la desigualdad que sufrimos las mujeres, he sostenido que, por el carácter transversal que tienen las políticas de igualdad, estas tenían que estar radicadas en Presidencia, "por ser este el órgano del Gobierno que se encarga de la coordinación y el responsable de la acción transversal del mismo. Así se recomendó ya en la Conferencia Mundial de Pekín de 1995, por la sencilla razón, tantas veces repetida, de que las mujeres no somos ningún colectivo social marginado, sino la mitad de la humanidad, carentes de derechos sólo por el hecho de ser mujeres. El discurso de la igualdad tiene que ser un discurso transversal que afecte a toda la acción política y, por tanto, hay que buscar el instrumento organizativo más adecuado para hacerlo posible. Nunca me gusto que Igualdad estuviera con Sanidad o Servicios sociales; las mujeres estamos discriminadas por el patriarcado, que es global, y no por razones sanitarias o de minusvalías, que también podemos sufrir.
En el tiempo de Gobierno del presidente Sánchez se ha demostrado, en la práctica, que esta teoría es la acertada. Que la vicepresidenta haya sido titular del Ministerio de Presidencia, responsable de igualdad, además de feminista reconocida, ha impregnado toda la acción del Gobierno, hasta el punto de que se le ha reconocido como el Gobierno más feminista de cuantos han existido, no sólo por el número de mujeres, sino por las políticas globales que ha hecho. La vicepresidenta ha repetido que "la igualdad entre hombres y mujeres es el reto más importante de cualquier sistema democrático del mundo". "El presidente pensó, manifiesta Carmen Calvo en una entrevista, que la igualdad sería el eje troncal de la política de este Gobierno, así que lo mejor era que el Ministerio se quedara en este ámbito. Siempre he pensado que una de las grandes líneas que le quedaban a la democracia por desarrollar eran las políticas feministas de Estado. A mí me parecía que era un lugar desde donde podíamos avanzar más y más rápido".
Ahora, después de muchos meses de bloqueo, tenemos un preacuerdo que parece vislumbrar un nuevo Gobierno, que no va a ser fácil y que a todos no gusta, pero la realidad no suele coincidir con el deseo. Sencillo no va a ser, la crisis social y territorial es inmensa y, por tanto, es muy pronto para hablar de la estructura orgánica de ese posible Gobierno, pero sí quiero subrayar, desde ya, la necesidad de que la igualdad de género, la primera de las desigualdades, siga ocupando el espacio que ha tenido para avanzar mejor.
Lo más grave de lo mucho malo que acaece en España, y en el mundo, es la terrible desigualdad social en que vivimos, que no hace más que incrementarse. Las tragedias cotidianas de millones de personas, pobreza infantil incluida, han provocado además el crecimiento de los partidos de ultraderecha en todo el mundo, de lo que tampoco nos hemos librado. Partidos que están destrozando la convivencia y los derechos conquistados, sobre todo, los de las mujeres. Vamos a "garantizar la seguridad, la independencia y la libertad de las mujeres". Y esto sólo se conseguirá con un Gobierno para la igualdad.
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