Carl Sagan fue el mayor divulgador científico del siglo XX
Cuando yo tenía veintipocos años cayó en mis manos un libro titulado El mundo y sus demonios (1995). Lo leí de un tirón y su lectura me cambió la vida. Me hizo valorar, como reza su subtítulo, "la luz de la Ciencia en un mundo en oscuridad". En aquel momento no presté la más mínima atención al nombre del autor, pero años después su obra se convertiría para mí en un gran referente personal y profesional.
El pasado 9 de noviembre muchos celebramos el 'Día de Carl Sagan', ya sea como un recordatorio de la importancia de realizar una divulgación científica de calidad, como una oportunidad más para luchar por un mundo libre de pseudociencias, como un modo de reflexionar sobre la hipótesis de la existencia de vida extraterrestre o como un anhelo por mantener viva su figura, a falta de que aparezcan dignos herederos que le sucedan en nuestros días.
A menudo pienso que si él estuviera vivo, hoy tendría 85 años. Les confieso que me produce una inmensa tristeza sentir su pérdida, pues para mí representa una suerte de abuelo sabio, al que necesito acudir con frecuencia para conversar, para pedirle consejo, para pensar. Sin duda, además de un científico de primer nivel, fue el mayor divulgador del siglo XX y pocas personas he encontrado dedicadas a esta labor que no conozcan su extenso legado.
Pero si por casualidad no sabe de quién le hablo, le daré alguna pista. Es probable que usted haya visto la serie televisiva Cosmos: un viaje personal (1980) y recuerde al presentador, un amable cicerone que, en trece maravillosos capítulos, nos llevaba de la mano por un menor recorrido a través del universo y del pensamiento científico de la Humanidad.
Ese era Carl Sagan. Consiguió en este formato asombrar al público general con su especial modo de explicar Ciencia, sin importar la disciplina: Astronomía, Física, Química, Matemáticas, Biología, Geología… y, sobre todo, Historia de la Ciencia. El esfuerzo didáctico que realizó surtió efecto, pues se calcula que la serie ha sido seguida por más de 400 millones de personas en 60 países y con toda seguridad ha conseguido despertar no pocas vocaciones científicas.
Desde el primer capítulo me transmitió un amor desbordante a la lectura. Paseando por una Biblioteca de Alejandría simulada por ordenador –toda una proeza técnica de la época– nos advertía sobre la importancia de elegir muy bien nuestras lecturas… pues no dispondríamos de tiempo material en una vida para leer todo lo que quisiéramos.
Creo que muchos de los que fuimos jóvenes adolescentes interesados en la Ciencia en los años 80 y 90 aprendimos con sus palabras a distinguir las evidencias de las especulaciones, los hechos de sus interpretaciones, una habilidad que resulta indispensable para alguien que se embarca en la aventura de la búsqueda de la verdad.
En España, su locución original en inglés fue doblada por la voz del inigualable José María del Río –clásico locutor de documentales en castellano–, quien reconoce haberse emocionado más de una vez durante aquel trabajo. Y es que Carl Sagan habla de Ciencia y de Humanidad de un modo tremendamente inspirador y profundamente motivante. Nos desafía a aplicar la metodología científica, que no es poco, y a poner sobre la mesa un sano escepticismo.
Es cierto que el grafismo de la obra de 1980 ha quedado obsoleto para las nuevas generaciones –no así la mayoría de su contenido–. He de reconocerlo. Ellos seguramente prefieran Cosmos: una odisea en el espacio-tiempo (2014), una versión modernizada, conducida por Neil de Grasse Tyson, que nace con la misma filosofía de divulgación y que cuenta con el apoyo de parte de los mismos productores y guionistas de entonces. Pero si usted ya tiene una edad, y prefiere el fluir de una trama de información calmada, le recomiendo que disfrute del original. Banda sonora de Vangelis incluida.
Con los años fui encontrando que Carl Sagan, desde una profunda honestidad intelectual, no evitó tratar la polémica cuestión de la relación entre Ciencia y Fe. Lo hizo de forma explícita y extendida en las conocidas Conferencias Gifford (1985), siempre desde la serenidad y rigurosidad del pensamiento crítico. Su lectura en el compilatorio póstumo La diversidad de la Ciencia (2006) marcó en mi forma de pensar otro punto de inflexión importante.
De sus libros me fascinó la capacidad que exhibe de plantarle cara a las pseudociencias a la vez que reivindica respeto por la posibilidad de vida extraterrestre, como en La conexión cósmica (1973). La sociedad española de los años 90 en que viví ridiculizaba el fenómeno OVNI y percibí que hablar abiertamente de este tema no era bienvenido, especialmente en un contexto académico.
La Exobiología de entonces estaba en pañales y han tenido que pasar bastantes años para que su consideración social comience a ser de cierto respeto y no se vea mezclaba con historias fantasiosas de hombrecillos verdes de Marte.
Como investigador y divulgador pionero, Carl Sagan defendía la posibilidad de una comunicación con inteligencias extraterrestres y permanecía abierto a las más diversas hipótesis. Esa fue desde siempre su obsesión. Logró su sueño de participar en el programa SETI (SearchforExtraterrestrialIntelligence) de la NASA y colaboró activamente en iniciativas como el envío de información codificada a diferentes lugares de nuestro Sistema Solar en sondas tan célebres como Pioneer y Voyager. En este sentido, su novela Contact (1985), convertida en largometraje por el director Robert Zemeckis en 1997, tiene una clara inspiración autobiográfica.
Quienes tengan interés en saber sobre sus tres esposas, sus cinco hijos, su ascendencia judía, su infancia, sus viajes, sus influencias personales y académicas, sus amistades y enemistades o su trágica muerte, pueden acudir a las obras de sus biógrafos, W. Poundstone y K. Davidson.
Puede decirse que Carl Sagan fue capaz de convertir su pasión en una nueva profesión, la Astrobiología. Imagino que en el fondo de nuestros corazones todos queremos saber si estamos solos en el universo. Queremos saber si en este "punto azul pálido" somos algo más que flotante "polvo de estrellas".
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