Cuando el deseo exacerbado de ser aceptada y acogida por los otros lleva a la disolución de la identidad de la persona y al vacío afectivo.
Por
David Martín Escudero
Psicólogo
RAYO PÚRPURA |
A J. le gusta ser objeto de todas las miradas. Siempre, no sabe cómo, se las apaña para ser el centro de atención. Le encanta contar anécdotas, y aunque algunas contienen elementos reales, tiende a exagerar e incluso a apropiarse de vivencias ajenas. Le han dicho muchas veces que habla demasiado alto. Es muy seductora, le gusta su cuerpo y normalmente lleva ropa de una talla demasiado pequeña. Le encanta mostrar selfies en redes y observa con fruición el número de likes que recibe. Es muy pasional, cambia de pareja con frecuencia. Defiende que es una enamorada del amor. Lleva una vida muy ajetreada, le gusta estar siempre con gente y siente aversión a la rutina. Sin embargo, pocos saben que se siente sola y vacía. Ha sido diagnosticada recientemente con trastorno histriónico de la personalidad (THP).
El término ‘histriónico’ proviene en su etimología del latín ‘histrionĭcus’, referente al ‘histrión’ o actor de teatro grecolatino que con su disfraz, gestualidad y actuación entretenía al público. La persona que padece trastorno histriónico de la personalidad es a menudo llamada teatrera, egocéntrica, vanidosa. Es Antoñita la fantástica, es el muerto en todo entierro, es el alma de las fiestas. Paradójicamente, el deseo exacerbado de ser aceptada y acogida por los otros le lleva a la disolución de su identidad y al vacío afectivo.
Ser histriónico, o un poco payaso, no significa padecer un trastorno. Un trastorno de la personalidad implica un patrón prolongado de comportamiento, emociones y pensamientos muy diferente a las expectativas del contexto cultural del individuo, que interfiere con su capacidad funcional, provocando malestar psicológico. El THP se caracteriza por una emotividad variable y una búsqueda constante de atención y aprobación externa, sustentadas ambas en una baja autoestima y escasa autonomía afectiva.
El THP comienza a manifestarse en la adolescencia o inicio de la edad adulta y se estima que afecta a entorno un 2% de la población. La investigación indica una mayor prevalencia en las mujeres. Lo cual no indica que se trate de un trastorno típicamente femenino, simplemente se registra un mayor número de diagnósticos.
“Es frecuente que en el inicio de sus relaciones sean encantadoras y entregadas, y en el transcurso se muestren progresivamente más demandantes y posesivas.”
La persona con este trastorno parece creer que vive una película y no tolera ser un actor secundario. Buscan la aprobación externa, y desean destacar a toda costa en su grupo de iguales. Son personas extrovertidas, locuaces y dicharacheras y su estilo de comunicación es manierista y exagerado.
A menudo, la fragilidad de su identidad se engalana con un relato repleto de vivencias interesantes a los ojos de su interlocutor. Son personas que se preocupan por su atractivo físico, que muchas veces es sexualizado de una forma llamativa, y pueden resultar tanto magnéticas y atractivas para unos, como estrafalarias o extravagantes para otros. A pesar de su aparente diferencia, son maleables e influenciables. Como camaleones, son capaces de mimetizarse con opiniones, aficiones o vivencias ajenas con tal de obtener aceptación o respeto. Su egocentrismo dificulta que empatice con los problemas ajenos. Lo cual no implica que no lo intente, llegando incluso a pasarse algunos pueblos reclamando un papel coprotagónico como cuidador o salvador del doliente.
A la persona con THP le cuesta regular sus emociones; se ilusiona o frustra fácilmente, mostrándose lábil y superficial. A menudo, sus reacciones son percibidas por otros como exageradas o poco convincentes, incluso impostadas. Acostumbran a tener una escasa tolerancia a la frustración y su comportamiento es intenso e impulsivo, en ocasiones irracional. Tienen dificultades para dimensionar sus respuestas de forma adecuada y acostumbran a reaccionar con ira, o con entusiasmo exagerado, ante situaciones que para otros carecen de importancia.
“No es adecuado hablar en términos de ‘curación’ sino de una mejor adaptación al contexto social y afectivo y a las exigencias cotidianas.”
La persona con trastorno histriónico tiene dificultades para tolerar el aburrimiento y la rutina. Sus dificultades de adaptación le llevan frecuentemente a idear e ilusionarse con nuevos proyectos de vida, a cambiar de trabajo, pareja o círculo de amigos. Su vida afectiva es pasional, inestable y conflictiva. Con trazas de dependencia emocional, son personas enamoradizas y mantienen una concepción idealizada del amor. Es frecuente que en el inicio de sus relaciones sean encantadoras y entregadas, y en el transcurso se muestren progresivamente más demandantes y posesivas. Temen ser excluidas o rechazadas, cualquier atisbo de abandono es catastrófico. En ocasiones son manipuladoras e inmaduras, pueden montar escenas con tal de salirse con la suya o llegar a fingir enfermedades o malestar con tal de obtener cuidados o consuelo.
Las personas con THP a menudo buscan tratamiento cuando sufren ansiedad o depresión. Una vez se mitigan los síntomas ansiosos o afectivos, el tratamiento psicológico se orienta a la modulación a la mejora de competencias de regulación afectiva y conductual. No es adecuado hablar en términos de ‘curación’ sino de una mejor adaptación al contexto social y afectivo y a las exigencias cotidianas. Tampoco se trata de convertirse en otra persona, sino en modular aquellos rasgos (ej. histrionismo, dependencia, egocentrismo, etc.) que no son adaptativos. La identificación, exploración y análisis de esquemas de conducta, cognición o emoción en el pasado, desde la experiencia presente, son la clave del tratamiento.
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