La filóloga Lola Pons Rodríguez (Barcelona, 1976). |
Catedrática de Lengua Española en la Universidad de Sevilla, Lola Pons Rodríguez (Barcelona, 1976) ha centrado su investigación en la historia del español y el cambio lingüístico, con especial atención a fenómenos de sintaxis. Ha editado el libro Virtuosas e claras mugeres de Álvaro de Luna y ha publicado libros como La lengua de ayer. Manual práctico de historia del español y Una lengua muy larga, además de numerosos artículos de prensa. Ahora reúne buena parte de ellos en El árbol de la lengua (Arpa), un alegato contra la pureza lingüística a prueba de prejuicios e inmovilismos.
-“La pureza lingüística es tan peligrosa como la pureza racial”. ¿El racismo empieza por la lengua?
-Hay una palabra que circula por los artículos de sociolingüística a menudo: acentismo, del inglés accentism. Implica la postergación de alguien por su acento y es una forma de racismo más, claro. La identidad se expresa de inmediata por nuestra apariencia física pero el siguiente indicio de identidad que mostramos a los demás es nuestra forma de hablar.
-¿Es más eficaz la lengua que la historia o los símbolos a la hora de aglutinar una determinada comunidad o forjar una identidad?
–“Yo hice el mundo en mi lengua castellana” dijo Dámaso Alonso en uno de sus poemas. ¡Dentro de esa frase se resume tanto! Precisamente por la sensibilidad que despiertan las lenguas es tentador politizarlas. Y ahí estamos los filólogos, defendiendo a escobazos que las lenguas son patrias pero no fronteras.
-¿Son las lenguas objetivo predominante de depuración en el siglo XXI?
-Más que las lenguas veo que se depuran y tergiversan conceptos. Yo veo una falsificación en el lenguaje político verdaderamente alarmante; me echo a temblar cuando escucho a responsables de nuestras administraciones hablar de reconsiderar, revisitar o replantear para no decir públicamente que van a hacer algo tan legítimo como decidir, con todas sus letras.
-A la hora de hablar, ¿el mejor antídoto contra la pedantería es la higiene?
-Esa higiene por la que me pregunta sería en la lengua el esmero, la compostura adecuada. No es el telegrafismo de la concisión sino la adecuación al contexto. Igual que al vestir ponemos distinto cuidado al ir a una boda o al ir a hacer deporte, en la lengua se ha de componer el texto de acuerdo a la situación. Me enfado mucho cuando se pasan por alto los errores ortográficos, los descuidos en la expresión... En la lengua las cosas no dan igual. Cuando nos vestimos usamos determinadas marcas y cuando hablamos tenemos la boca llena de marcas.
-¿Y no es pedante un anglicismo como webinar?
-Soy la de la generación que, sin dejar de salir a correr, ha llamado a ese deporte jogging en los ochenta, footing en los noventa y running hoy. Muchos de los anglicismos se perderán y otros quedarán por años. Hoy los percibimos como nuevos porque aún son neológicos, igual que nuestros antepasados sintieron como neológicos los galicismos o arabismos de otros tiempos.
-¿Confía en que alguien seguirá utilizando el subjuntivo en lengua castellana dentro de un siglo?
-Me sorprende la pregunta. Por supuesto, no creo que se pierda el subjuntivo (en esta frase ya estoy usando uno). En El árbol de la lengua explico cómo usamos el subjuntivo para expresar deseos (que te vaya bien), para las despedidas definitivas (descanse en paz)... Solo en la variedad de español de algunos de los hablantes estadounidenses se ha detectado cierta sustitución de subjuntivo por indicativo.
-¿A qué cree que obedece la resistencia a, por ejemplo, quitar la tilde a guión?
-Los hablantes son muy conservadores gráficamente. Y digo conscientemente son porque yo dejé de ponerle la tilde a solo o a guion. Ser historiadora de la lengua ayuda a ver el proceso con distancia: nuestros antepasados a partir del siglo XVIII se hicieron a dejar de usar la ç o a olvidar la ph.
-¿Comparte la idea de que el acento andaluz entraña una evolución lógica del habla castellana por su economía de medios?
-Es uno de los tópicos falsos que hay en torno al español que hablamos en Andalucía. El andaluz no es mejor ni peor, no es más rico ni más pobre lingüísticamente que el español general. Es una variedad geográfica más, muy representativa demográficamente y de gran peso histórico, pero una variedad más. Parece que por los prejuicios que hay sobre nuestra variedad reaccionamos a la defensiva, sacando el argumento de la riqueza. Ricos o pobres somos los hablantes según cómo usemos la lengua. Quien no la emplea para llevar su pensamiento a palabra es un hablante pobre, tenga la pronunciación que tenga.
-Respecto a los prejuicios, ¿señalaría otros motivos más allá de los económicos? ¿De género, tal vez?
-La próxima conferencia que voy a dar la imparto este mes de junio a la sección de traductores e intérpretes de español de la ONU y me piden justamente que les hable de la génesis andaluza de la pronunciación americana; en esa conferencia hablaré en mi variedad, con mi pronunciación, sin que esto me haya planteado rechazo. Las razones del desprestigio del español de Andalucía en la tribuna política tienen que ver con nuestra posición económica y también con la forma con que hemos consentido que se nos represente en la vida pública (el gracioso, el chistoso). Observe cómo la variedad canaria, hermana de la andaluza y de un territorio que también ha sido periferia económica, no ha sufrido tal discriminación.
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