PABLO BUJALANCE
Además del criterio biológico, los relativos al sentido y el deseo son claves para concluir si alguien está vivo o muerto
En uno de sus diagnósticos más polémicos, Carl Gustav Jung concluyó que el paciente al que había tratado durante varias semanas, un joven huraño, de tendencia antisocial y depresiva, "no había nacido". Así de simple y, a la vez, de complejo: el muchacho no había terminado de nacer, seguía de alguna forma en el interior del vientre materno, fuera del mundo. Tenía que hacer todavía ese camino que corresponde al alumbramiento, reconocerse y ser reconocido como individuo y echar a andar. En éste y otros casos, Jung quiso demostrar hasta qué punto lo que llamamos vida es en los seres humanos mucho más amplio que lo meramente biológico. Al mismo tiempo, el psicólogo recogía intuiciones e ideas presentes en el pensamiento clásico que advertían de cómo a menudo en el ser humano la existencia biológica sigue unos parámetros mientras que la vida, en su conjunto, sigue otros distintos, que pueden contener los anteriores si bien no siempre son coincidentes. En el caso del paciente de Jung, se trataba de alguien con una vida todavía en la semilla, por más que su desarrollo físico invitara a pensar lo contrario. Del mismo modo, alguien aparentemente vivo puede, tal vez, no estarlo. Eso sí, vida y muerte son conceptos mutuamente excluyentes. O estás vivo o estás muerto. Pero el biológico no es aquí el único criterio.
Es posible, por tanto, que en alguien con sus funciones vitales operativas la muerte haya hecho ya acto de presencia. Lo que significa, por tanto, que ese alguien está muerto. Hay que tener en cuenta al menos otros dos parámetros distintos de la biología a la hora de concluir si alguien está vivo o muerto: el sentido y el deseo. Es decir, el reconocimiento de un sentido a la propia existencia y al ser individual y el deseo de seguir viviendo. Hace falta al menos uno de estos dos parámetros además del biológico para que en el caso del ser humano podamos seguir hablando de vida: si fallan los dos, tenemos otra cosa. Y, dado que vida y muerte son absolutos y excluyentes, a lo que no es vida lo llamamos muerte. Cuando el parámetro biológico y los correspondientes al sentido y el deseo no coinciden, el sufrimiento es insoportable: por más que el posthumanismo pretenda reducir lo humano a lo biológico, necesitamos aún esa armonía para hablar de vida. Respecto a la atención médica, lo que hay que procurar es un reajuste entre biología, deseo y sentido. Si es en la vida, en la vida. Si es en la muerte, en la muerte.
Y si Jung resulta un trago demasiado duro, siempre podemos acompañar a quienes deciden terminar y a sus familiares. Comprender y compartir. Se llama caridad.
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