Francisco Herrera, presidente de Proyecto Hombre Sevilla.
Médico y cura, al lado de personas con adicciones
Especialista en Aparato Digestivo, Francisco Herrera del Pueyo, natural de Sevilla, tuvo su primer contacto con el mundo de las drogas a través de los chicos heroinómanos que acudían a los servicios especializados por problemas hepáticos y VIH a final de los 70 y primera mitad de los 80. Posteriormente estudió Teología y fue ordenado sacerdote de la Diócesis de Sevilla. Dos años de formación en Roma y en otros lugares hasta que pudo abrir una primera casa, Proyecto Hombre, en Sevilla. El primer día llegaron 22 familias. En 30 años sin parar, ni un solo día, han pasado unos 19.000 muchachos por Proyecto Hombre.
–¿Cómo ha transcurrido 2020 en Proyecto Hombre?
–Complicado. Las personas que pasan por un estado de mayor necesidad también se resienten más de las carencias y dificultades. Es la situación de la gran mayoría de usuarios de Proyecto Hombre. Detrás de una persona que padece un problema de adicción, con o sin sustancias, lo que de verdad hay es una situación de malestar personal y, a veces, familiar profunda.
–¿Cómo viven o sobreviven?
–La necesidad de ayuda, de encuentro, de apoyo profesional se topa con las limitaciones y recortes de los canales de comunicación propios del tiempo de confinamiento y alerta. El malestar aumenta y las situaciones de estrés por inactividad, desempleo, inseguridad económica, miedo a la enfermedad personal o en la familia, vértigo en general ante un presente raro y un futuro incierto, conduce a la búsqueda del falso bienestar que puede producir el consumo de alcohol o de otras sustancias.
–Las adicciones aumentan.
–Han aumentado los consumos y en paralelo la petición de ayuda. No se trata tanto de un consumo vinculado a la “fiesta”, más bien relacionado con un profundo malestar.
–¿Qué dificultades afronta la organización que preside?
–El primer problema que nos planteamos ante la sorpresa del 13 de marzo era qué hacer con los más de 350 chicos y chicas que teníamos en ese momento en nuestros programas, sólo en Sevilla, en parte ambulatorios y en parte en centros residenciales. Nos cerraron los centros de día, los trabajadores debían permanecer en casa, además se cortó radicalmente el trabajo de los voluntarios y de los estudiantes en práctica.
–¿Cómo lo solucionó?
–Ideamos un sistema de comunicación para mantener el contacto con todos los usuarios y sus familias, haciendo entrevistas, grupos y toda la actividad habitual. Progresivamente fuimos estableciendo un sistema mixto, presencial y telemático, hasta que las circunstancias permitieron volver a una cierta normalidad. El trabajo y el esfuerzo que venían haciendo los chicos no se podía tirar por la borda en momentos de especial dificultad. Había que estar ahí y acompañarlos, más que nuca, aunque fuera telemáticamente.
–Y, ¿la reinserción?
–Nuestro trabajo es global para conseguir no solo ayudarles a salir de las adiciones, sino también para una adecuada inserción social, familiar y laboral. Muchas de esas actividades complementarias están limitadas.
–¿Los riesgos de confinar?
–Para los usuarios en tratamiento es añadir a su malestar e inseguridad, las dificultades que la situación genera en cualquier ciudadano.
–En adicciones, ¿cuál es el perfil más frecuente?
–Nuestros centros comenzaron a final de los 80 para dar respuesta a consumidores de heroína, perfiles muy duros, personas muy excluidas. Con el tiempo se ha diversificado. Diversas edades, consumos, realidades personales y sociales. Tenemos incluso adictos sin sustancias, consumidores de juegos, pantallas, incluso adolescentes donde lo más grave son las conductas disruptivas en el núcleo familiar.
–¿Nuevas enfermedades?
–Si hace décadas las patologías más unidas al mundo de las adiciones eran las hepatopatías y el sida, ahora cerca de un 40% de nuestros usuarios presentan un problema de salud mental. Esto hace mucho más difícil la ruptura de los procesos terapéuticos. Es como más difícil retomar y volver a empezar.
–¿Ha aumentado alguna adicción en especial, en alguna franja de edad?
–Ha aumentado en todas y seguirá aumentando. El paro, la inactividad, las situaciones que se nos avecinan son los mayores factores de riesgo para el consumo. En los programas orientados a personas que han mantenido su puesto de trabajo y acuden en horario de tarde- noche, también la inseguridad y el miedo les incita más al consumo de alcohol y psicoestimiulantes.
–¿Qué necesidades hay?
–Tenemos más demanda de tratamiento, de actividades de prevención, de consulta, de información... estamos a veces un poco desbordados
–¿Sus objetivos?
–Seguir consolidando un sistema válido, eficaz que ha dado vida a cerca de 19.000 personas de Sevilla y a sus familias a lo largo de estos 30 años. La Covid 19 es un reto más a superar. Lo conseguiremos entre todos. Nuestros chicos lucharán más para salir adelante.
–¿Tres décadas de lucha?
–Me toca ir dejando paso a un equipo de profesionales magnífico, a casi 100 voluntarios con una entrega generosa, a patronos, donantes, colaboradores, la gran familia de Proyecto Hombre. Seguirán dando respuesta a tantas personas que vuelven a ver la luz después de pasar por el túnel del mundo de las adiciones.
–¿Cómo comenzó?
–En mi destino como médico y cura en los poblados de colonización de la Marisma del Guadalquivir. La droga entraba en lanchas por los brazos del río y hace estragos en la población más joven. Ante la situación brutal que se vive, con el apoyo del Cardenal Amigo Vallejo y de Cáritas, buscamos un modo de dar respuesta al problema. Formamos un equipo con psicólogos, educadores, médicos … hasta dar con el sistema Proyecto Hombre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario