PILAR CERNUDA
Es difícil creer a un Gobierno que ha cometido tantos y tan graves fallos, pero en algo hay que creer para no caer en depresión
La mejor noticia de un año dramático. Una Europa desfallecida por años problemáticos sucesivos, una Europa que parecía abocada a autodisolverse por falta de eficacia, ha puesto en marcha una operación inconmensurable de compra y distribución de vacunas para que lleguen a todos y cada uno de sus ciudadanos, con sus agencias sanitarias trabajando a destajo para analizar y dar el visto bueno a la vacuna de manera que no se desperdiciara un solo día.
Araceli, 96 años. La primera española de una lista que llegará, o debe llegar, hasta el último español del último pueblo. El ministro Illa ha declarado que es "el principio del fin" y es obligado que no se equivoque porque es difícil sobrellevar la carga que se ha soportado durante un año si no se tiene la esperanza de que estas vacunas significan el final de las cifras sobrecogedoras con las que desayunamos todos los días, el final de historias trágicas y el principio de una recuperación económica.
El propio ministro alertaba de la necesidad de no bajar la guardia, de mantener todas las precauciones que forman parte de nuestras vidas desde hace caso un año, mascarillas, higiene de manos, distancias de seguridad, restricciones de movimientos y de reunión. Medidas que se han incrustado dolorosamente en nuestras vidas, además de la enfermedad, la muerte… y el miedo. Decía también Illa que pasarán meses antes de que se adviertan los resultados de la vacunación general. Hay que creerle aunque es difícil creer a un Gobierno que ha cometido tantos y tan graves fallos de gestión, pero en algo hay que creer para no caer en la depresión.
Quedan muchos flecos pendientes. La cepa británica, que se transmite a velocidad de vértigo, ha llegado a Madrid y la presidenta del Gobierno regional se ha quejado con razón de la falta de controles eficaces en Barajas, a lo que ha respondido el gobierno central que fallan algunos PCR, que dan resultado negativo cuando son positivos. Hay pasajeros que llegan a Barajas y cuentan que en aduanas se preocupan más por si son españoles o residentes en España que por revisar con atención los documentos sanitarios.
Esta vez no se puede permitir que la política intervenga en una operación de supervivencia: Sánchez y su equipo, en lugar de publicitar tanto las vacunas -que las ha comprado y distribuido la UE- tendría que dedicar todo su esfuerzo a dejar en manos de los profesionales de la Sanidad que organicen una vacunación masiva como no se ha conocido en toda la historia.
La obsesión por ponerse medallas es cosa de gobiernos mediocres e inseguros.
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