MAHELDER HAILESELASSIE/ACTIONAID Sequía en el Cuerno de África. |
Las invasión rusa de Ucrania está lanzando un misil de largo alcance, tan invisible como mortífero, hacia millones de personas a miles de kilómetros del frente de guerra. Es el hambre. El Cuerno de África vive inmerso en una sequía que sólo es comparable a la que ocurrió hace 40 años, cuando murieron sólo en Etiopía un millón de personas. En estos momentos, 14 millones de seres humanos en toda la región se enfrentan a una falta de lluvias que se prolonga ya tres temporadas y no hay comida disponible para ellos.
Este desastre ambiental —que no es ajeno a un cambio climático sobre cuyos impactos alerta la ciencia desde hace décadas— coincide en el tiempo con el conflicto en un gran granero del mundo, Ucrania, un país invadido y masacrado que ha interrumpido las rutas comerciales que provenían a Etiopía, Somalia, Sudán o Kenia de entre el 60% y el 80% de los cereales que consumen. Incluso la mitad de los cereales que reparte el Programa Mundial de Alimentos (PMA) llegaban hasta ahora desde allí o desde Rusia. Lo mismo pasa con los fertilizantes y el aceite de girasol, mientras que la gasolina ha subido en la zona mucho más que en Europa y sin opción a ayudas públicas. Que los mercados mundiales se aprovechen para especular con las materias primas no ayuda a que en plena crisis humanitaria, puedan encontrar suministros asumibles por otros lados.
Los testimonios que Alianza por la Solidaridad-ActionAid ha recogido sobre el terreno son impactantes. La ayuda internacional, como denuncia la agencia humanitaria de la ONU, OCHA, llega con cuentagotas, cuando llega, y las organizaciones cada día se pueden comprar menos alimentos con el mismo dinero. A medida que aumenta la crisis alimentaria, más familias, con sus niños, sus ancianos y sus enfermos, dejan de comer y beber. En las imágenes que envían se ven famélicos hasta los camellos. La tierra, agrietada y reseca.
“En las imágenes que envían se ven famélicos hasta los camellos. La tierra, agrietada y reseca”
En el campamento de Giro-Sumo de Somalilandia, al norte de Somalia, un equipo de ActionAid se encontró a comienzos de este mes con Sagal Mohamed Shaheed. A sus 40 años, es madre de dos hijos y está embarazada de ocho meses del tercero. No ha visto llover desde abril del año pasado y su país que depende en un 95% de las importaciones de alimentos. “Mi familia —les contaba Sagal— poseía 100 animales y gracias a su leche teníamos una vida próspera. Pero todo el ganado ha desaparecido. Cada mañana vimos cómo morían entre cinco y 10 animales, hasta que no quedó ninguno. Es muy triste ver que ahora los hijos sólo comen una vez al día”. Hibo Aden, responsable de derechos de las mujeres de la ONG, comenta que, en esta situación desesperada, muchas niñas son obligadas a casarse a cambio de comida y agua. “La crisis de fuera de Somalilandia nos está llegando”, se queja Amina Ibrahim, de 80 años, que vive en la aldea de Ceel-Giniseed.
Y es que la subida de los precios es del 30% en apenas unas semanas, coincidiendo con el comienzo de la invasión rusa. El costo de un saco de arroz de 25 kilos ha subido de 20 a 30 dólares y el de cinco litros de gasolina se ha triplicado.
Según la OCHA ya hay 4,5 millones de somalíes afectados por la sequía, también las 700.000 personas desplazadas y se alerta de que un millón y medio de criaturas menores de cinco años sufren malnutrición severa. Si no se interviene ya, calcula que unos 350.000 morirán para este verano. Son unas dramáticas cifras que contrastan con la respuesta internacional ante este drama: de los 1.500 millones de dólares que han pedido a los donantes internacionales para ayudar a los somalíes… ¡se han recibido 56 millones!, menos del 4%.
“Muchas niñas son obligadas a casarse a cambio de comida y agua”
Pero esta desesperada situación no afecta sólo a Somalia. En Etiopía, donde hay un conflicto interno en el norte, en Tigray, desde finales de 2020 también hay 5,8 millones de desplazados internos. Y, dicen en la ONU, si antes en los campamentos tenían unos 70 dólares por familia de seis miembros para alimentarlos al mes, ahora necesitan 10 y esa inflación del 30% que también afecta a los combustibles y por tanto a todos los suministros.
Y en Sudán, la crisis alimentaria se deja notar porque resulta que el 80% de sus importaciones de trigo desde Ucrania se han frenado —el último envío fue de 20.000 toneladas, frente a las 120.000 que eran habituales— y las reservas que tenían se están agotando. Para final de año, Naciones Unidas calcula que la mitad de sus 40 millones de habitantes podrían engrosar las cifras de los hambrientos.
MAHELDER HAILESELASSIE/ACTIONAID Sequía en el Cuerno de África. |
¿Y qué decir de Kenia? Allí, los informes oficiales aseguran que sólo en febrero aumentaron en más de tres millones el número de personas que necesitan asistencia humanitaria por la sequía. Tampoco allí se ha cubierto la petición internacional de fondos que se hizo (apenas un 18%). A falta de lluvias, pastos y cosechas, las familias se ven obligadas a dejar los campos y migrar a las ciudades o a sobrevivir vendiendo leña y carbón vegetal, una salida que aumenta la deforestación. Los pastores masáis y de otras etnias ganaderas, que viven en zonas semiáridas, al igual que ocurre en Somalia cada día viven cómo su ganado se muere y con él su futuro.
“El siglo XXI camina hoy entre escombros y cadáveres, los de los misiles y los que ya causa el cambio climático”
Nada de esto vemos en las noticiarios más importantes estos días. Y de lo que no se habla, pareciera que no existe. Pero este escenario de sequía y guerra, de muertos por bombas y muertos por hambre, de especulación mercantil y escasa solidaridad internacional hacia el sur, que sufre el impacto de nuestras acciones, forma parte del mismo retrato del momento que vive la humanidad. El siglo XXI camina hoy entre escombros y cadáveres, los de los misiles y los que ya causa el cambio climático. Conviene tener a todos muy presentes.
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