Polvo de estrellas |
Dicen que el futuro está escrito en las estrellas. Esta afirmación, propia de astrólogos, resulta muy del gusto de personas con escasa formación. Nos retrotrae a la oscuridad de la Edad Media, en la que abundaba la incultura y, en consecuencia, el miedo y la superstición. La escritura solo la practicaban la corte real (determinados nobles y los escribanos) y el clero. El resto de la población, analfabeta, sufría con amenazantes homilías, y confiaba su porvenir a las predicciones de charlatanes y embaucadores. Había un sentimiento general de sumisa predestinación, muy contrario a la libertad.
Recientemente, el Gobierno central ha aprobado, como normas reglamentarias básicas para todo el Estado, dos decretos en materia educativa que han venido a reducir el estudio de la Historia y de la Filosofía. En concreto, en la Historia de España, parecen eliminar la época Moderna, es decir, desde 1492 a 1812 (origen y desarrollo de nuestra nación), y todo se concentra en los siglos XIX y XX. Ambos textos normativos se regodean con los característicos conceptos de la nueva jerga política: transversalidad, participación, transparencia, igualdad, educación en la salud afectivo sexual y alimentaria, formación estética y emocional, diversidad… de alumnos y alumnas; con el objetivo de "aprender a aprender". Pero sin apenas memorizar.
Los jóvenes del futuro no sabrán pensar ni discurrir, ni conocerán la fundación patria. Eso sí, estarán adoctrinados en la tergiversada memoria histórica, con la sectaria igualdad de género, y se expresarán en el redundante y cansino lenguaje inclusivo.
Dentro de 5 años los estudiantes, en general, no tendrán ni idea de quienes eran los Reyes Católicos, Cristóbal Colón o Sebastián Elcano, y desconocerán la guerra de Sucesión tras la muerte del último monarca de los Habsburgo. Los pocos profesores de Historia que sobrevivan no podrán mencionar, en ningún caso, el descubrimiento y la colonización de América. Los españoles debimos de aparecer en las Indias Occidentales por arte de un encantamiento celestial. Los estamentos oficiales como fieles seguidores de la leyenda negra: avergonzados de nuestro pasado Imperial.
No me extrañaría que los escolares del mañana, que pasan de curso sin aprobarlo, puedan afirmar que el futuro está escrito en las estrellas. Para qué van a estudiar. Cualquier duda la solventarán en las redes sociales, y con el auxilio del horóscopo o de la correspondiente carta astral.
Las nuevas generaciones, ignorantes e irresponsables, confiarán la suerte de la sociedad a incultos políticos, que tomarán sus decisiones aconsejados por los oráculos de las encuestas. Volveremos a la oscuridad medieval sin capacidad para descubrir la verdad dentro de las reinantes noticias falsas. Un eclipse total.
Hace unos 10 días, la Real Academia Sevillana de Buenas Letras rindió la preceptiva sesión necrológica al académico don José Luis Comellas. Eminente catedrático de Historia, tiene calle en nuestra ciudad como astrónomo (nunca astrólogo). Entre otras materias, dominaba la música y la climatología. Fue definido como un hombre del Renacimiento.
El doctor Comellas representa todo lo contrario a lo que aspira la nueva regulación educativa estatal: el estudio concienzudo y riguroso. Recuerdo en mi pubertad la gozosa lectura de su famosa Historia de España Moderna y Contemporánea. Más adelante, como joven notario, lo releí con mayor disfrute: pude apreciar su prosa limpia y exacta en un texto en el que se sucedían los datos científicos en justa y sabia medida. Consiguió escribir la historia "total", la que integra todos los factores del pasado. También abordó "La guía del firmamento" fijando el concepto de las estrellas dobles. Al tratar disciplinas tan variadas se convirtió en una estrella múltiple, irradiando su luz en el firmamento intelectual español: polígrafo y maestro ejemplar.
Aunque los astros también mueren, el profesor Comellas, nos alumbrará con la luz estelar de sus libros y de sus muchos discípulos. Al final, los eclipses son transitorios como la noche oscura. En todo caso, su recuerdo nos servirá de faro para sortear la oscuridad que suponen las citadas normas, y nos guiará para no encallar en el empeño de conseguir una sociedad culta, más libre.
Estos flamantes decretos no son una buena noticia y, desde luego, no fomentan el surgimiento de nuevas estrellas de la erudición. No obstante, hay un rayo de esperanza, siempre cabe derogarlos. Mientras tanto, viviremos con la luz refulgente de nuestros reconocidos intelectuales. Si el Boletín Oficial del Estado no lo remedia, en el futuro solo habrá polvo de estrellas
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