La contribución del arte y la cultura al cuidado de la salud fue definitivamente confirmada por la Organización Mundial de la Salud en noviembre de 2019
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Llevar a tu hijo al hospital, saber que tiene consulta con su médica, tratamiento intravenoso en el hospital de día y luego sesión de teatro con otro grupo de niños-que-también-son-pacientes. Todo sin salir del hospital.
En 2022, señalar que la salud va más allá de lo biológico y que trasciende el ámbito de lo meramente individual para arraigarse en lo económico, laboral, educativo o cultural es no aportar absolutamente nada nuevo al conocimiento existente. Sin embargo, cuando se trata de aplicar soluciones terapéuticas que tengan en cuenta ese marco, las herramientas suelen ser escasas y exclusivamente centradas en esa visión biomédica individual. Por otro lado, en no pocas ocasiones se ha afirmado que no se puede entender lo cultural como un sector estanco segregado del resto de ámbitos de la experiencia, sino que es necesaria una aproximación transversal que conecte la cultura con el resto de dimensiones de nuestra vida. Sin embargo, tampoco esto ha tenido mejor suerte en su traslación a las políticas de la cultura. La cuestión es que ni la salud tiene que ver únicamente con lo biológico ni la cultura con lo meramente cultural, por eso hay que ponerlas a jugar en el mismo campo.
En este sentido, en la última década ha ido tomando importancia la denominada prescripción social, que puede definirse como la recomendación a un/a paciente, por parte de un profesional de la salud, de recursos de su propia comunidad que puedan ser beneficiosos para su salud. Dentro de este tipo de prescripción, una dimensión sería la de la prescripción cultural. En el “Programa de Prescripción Social y Salud” de la Generalitat de Catalunya se contempla la prescripción de recursos culturales como un elemento más del abordaje de trastornos en el ámbito de la salud mental, también la Generalitat Valenciana ha puesto en marcha el programa “Receta Cultura, del centro de salud al museo” en la que se prescriben visitas guiadas a museos públicos, y esta incorporación de elementos culturales y artísticos en la prescripción social está muy claramente establecida en los documentos publicados por la Social Prescribing Network del Reino Unido.
Este reconocimiento de la contribución del arte y la cultura al cuidado de la salud fue definitivamente confirmada por la Organización Mundial de la Salud en noviembre de 2019 con la publicación de un informe en el que reconocía cómo el arte y la cultura mejora la calidad de vida y recomendaba a los gobiernos regionales que la incorporen a sus sistemas sanitarios, y ha comenzado a materializarse en algunas iniciativas como la creación del primer Centro Colaborativo de Arte y Salud, en la University College de Londres, con el objetivo de investigar sobre cómo las artes, la cultura y el patrimonio afectan a la salud mental y física.
“La cuestión es que ni la salud tiene que ver únicamente con lo biológico ni la cultura con lo meramente cultural, por eso hay que ponerlas a jugar en el mismo campo”
Articular una relación profunda entre salud y cultura es beneficioso para la salud y es beneficioso para la cultura. Mediante la incorporación del arte y la cultura a la vez que se humaniza la atención sanitaria, se mejoran las variables médicas, se profundiza en la investigación y se contribuye a favorecer la inserción y sostenibilidad del trabajo cultural. La idea de la cultura como un elemento que puede ser prescrito para actuar en el beneficio de la salud de la población va mucho más allá de iniciativas puntuales destinadas al entretenimiento en centros sanitarios y señala de forma clara el reconocimiento de que la cultura, por medio de la mejora del bienestar, la conciencia de enfermedad o disminución de los niveles de estrés o ansiedad, debe ser un aspecto relevante en el abordaje de la salud de las personas.
Asimismo, la interacción entre la cultura y la salud no se limita exclusivamente al ámbito de las políticas de la humanización de la asistencia sanitaria, entendidas estas como esa dimensión que trata de cuidar los aspectos intangibles de la asistencia sanitaria tales como el acompañamiento o el alivio de la carga emocional de los ingresos hospitalarios, sino que ha de pensarse como una simbiosis con capacidad para mejorar los resultados clínicos de los pacientes y, a la vez, transportar a la creación cultural a lugares a los que solo se puede llegar desde la íntima relación con el contacto, como paciente, con el sistema sanitario y con la alteración de la propia salud.
Por eso, la sintonía entre el tejido cultural y los servicios de salud puede ser un ejemplo de círculo virtuoso, donde los pacientes se beneficien en lo relacionado con su salud (no solamente en variables clínicas, sino también en aspectos vinculados a cómo se relacionan con su condición clínica o la capacidad para elaborar y desarrollar pensamientos y emociones en torno a su cuerpo o su salud) y donde los y las artistas tengan la posibilidad de generar procesos artísticos que mejoren la salud de las personas y, al mismo tiempo, nutrirse de las singularidades de los entornos sanitarios para desarrollar piezas que no podrían generarse en la interacción con otros entornos diferentes. Además, se favorece la empleabilidad en la cultura generando múltiples posibilidades de desarrollo profesional a artistas, gestoras o mediadores culturales.
“En un mundo como el que estamos en el que lo que nos sucede no tiene ni una sola explicación ni tampoco una única vía de intervención, poner en relación salud y cultura es apostar por una mutua estrategia de enriquecimiento”
Esta colaboración virtuosa ha sido llevada al terreno por un gran número de iniciativas provenientes de la sociedad civil como pueden ser la Fundación Cultura en Vena que impulsa los proyectos MIR (Músicos Internos Residentes) y Arte Ambulatorio; Yo Cuento Teatro en el Hospital Universitario Niño Jesús, o el proyecto Concomitentes un trabajo en la UCI Pediátrica del Hospital Universitario Nuestra Señora de Candelaria realizado por ZEMOS98. Pero lo cierto es que su existencia y continuidad depende del esfuerzo y convicción de quienes lo impulsan o de la financiación puntual de agentes privados. Por eso es fundamental apostar por incorporar de manera estructural el arte y la cultura en los sistemas sanitarios como un elemento más del cuidado integral de la salud.
En un mundo como el que estamos en el que lo que nos sucede no tiene ni una sola explicación ni tampoco una única vía de intervención, poner en relación salud y cultura es apostar por una mutua estrategia de enriquecimiento. Las vidas que queremos construir como sociedad estarán vertebradas por el carácter transversal de la cultura y la salud, y para que eso pase hace falta favorecer que esta relación se arraigue para crecer.
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