TRIBUNA
¿Cómo habla hoy la gente? |
or un día no hablemos directamente de política, aunque, como se verá, se hable de lo que se hable, desembocaremos en lo que se llama política. Aludo en este artículo principalmente a decisiones que los españoles -y parece que no sólo los españoles- vienen tomando en los últimos años cuando se comunican usando su idioma, decisiones no siempre conscientes. Me referiré principalmente a acontecimientos relativamente recientes que consisten en expresiones o vocablos empleados de manera diferente de la usada hasta hace poco, generalmente desvirtuando el lenguaje y empobreciéndolo alarmantemente.
Es relativamente frecuente que una persona diga en la televisión o en la radio que ha escuchado una explosión; si dicha declaración fuese interpretada con exactitud, esa persona debería ser detenida, pues, si escuchó la explosión, es que sabía previamente que iba a producirse, dado que escuchar significa ponerse en posición de oír, se oiga o no. Obviamente la persona en cuestión oyó la explosión y quizá el terrorista que instaló el artefacto escuchó la explosión pero no pudo oírla porque en ese momento pasó un reactor que hacía mucho ruido. Se trata de la misma diferencia que existe entre ver y mirar, verbos que, por el contrario, hasta el momento no suelen confundirse. Es muy frecuente que alguien, con el teléfono en la mano, grita a su interlocutor que no lo escucha, lo cual es inexacto, pues lo que ocurre es que no lo oye. Otro error muy extendido es el de los que dicen que tal equipo infringió una seria derrota a otro, cuando lo que pretendía decir es que infligió esa derrota; infringir es violar una norma, por eso cuando dices que infringes una derrota, infliges un daño al idioma español: he visto este error en importantes articulistas. Como infligen otro daño esos políticos (hace dos días oí a una que lo hacía) que dicen "preveyendo" en lugar de "previendo", pues el gerundio de prever es previendo, confundiendo esa palabra con el gerundio de "proveer", que es "proveyendo". Sigue cometiéndose un error más antiguo consistente en añadir una "s" a la segunda persona del singular del antes llamado pretérito indefinido de los verbos, diciéndose, por ejemplo "llegastes" en lugar de "llegaste". O ese espantoso "ustedes queréis", llamando de usted conjuntamente a varias personas a las que individualmente tuteamos. Curiosa es, asimismo, la expresión "comer sano", que implica usar un adjetivo cualificando a un verbo, cometido que debe realizar un adverbio; habría que decir "comer sanamente". Cuando yo estudiaba Gramática en el pasado siglo eso se llamaba adverbio de modo, hoy los gramáticos usan otros nombres, pero la idea es la misma; conviene, a propósito de ello, atender al significado de esos adverbios, pues cuando la gente dice "musicalmente hablando", parece querer decir que el objeto de su discurso es la música, cuando lo que verdaderamente dice es que la música es en ese momento su manera de hablar, es decir, nos dice que hablará cantando.
Pero vayamos a otro ejemplo más llamativo: violencia de género; esta última palabra es un término gramatical que no tiene que vincularse al sexo; mesa, en español, es femenino, pero las mesas no son mujeres ni hembras; libro es masculino, pero un libro no es varón ni macho; en alemán, al contrario que en español, sol es femenino y luna, masculino; tenedor, femenino, cuchara, masculino, y cuchillo, neutro.
Si fuéramos puntillosos, carecería de sentido hablar de violencia de género porque ello significaría que debemos impedir, en español, que un abusivo tenedor pretenda aprovecharse coactivamente de una tímida cuchara; hay palabras españolas que son gramaticalmente masculinas aunque se refieran a una mujer, por ejemplo cuando decimos que Lola es miembro de una asociación y no "miembra", vocablo de gracioso recuerdo ; otras, por el contrario, son femeninas, aunque se refieran a un hombre, por ejemplo cuando decimos que Pepe es una referencia en Cardiología, no un "referencio": el origen de este probable error tal vez provenga de la traducción de la palabra inglesa "gender", que sí puede referirse también al sexo; la expresión se ha generalizado y sacralizado y ahora parecería una ordinariez hablar de violencia o ideología de sexo.
Por cierto, sí hay que tratarlo específicamente, porque es un problema necesariamente distinguible de la violencia intrafamiliar, en eso sí tiene razón la llamada izquierda, aunque tienda hoy a sacralizar palabras y expresiones, de modo similar a cómo han actuado las religiones. Puede ser que nuestra Real Academia admita eso y mucho más, pero, con todo respeto, mantengo mis opiniones: por ejemplo, permitió recientemente, entre otras cosas, no acentuar el adverbio "solo", provocando su posible confusión con el adjetivo del mismo sonido, de modo que, si hoy leo la frase "Ha venido un hombre solo", no sé si solamente ha llegado una persona o si han llegado varias, pero una, de sexo masculino, no acompañada. Es que el lenguaje, como el derecho, tiene una racionalidad interna, una coherencia. La gente, las academias o los legisladores pueden violarlas, pero a veces se nota espectacularmente.
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