Hay una guerra, y nuestras mejores armas son la risa y la lectura. Ése fue el mensaje que Rafael Reig (Cangas de Onís, 1963) transmitió en su visita al XXI Congreso de la Fundación Caballero Bonald, que tuvo lugar la pasada semana en Jerez. Según él mismo cuenta, ha trabajado, casi siempre, como profesor (incluyendo talleres de escritura en Hotel Kafka). Regenta una librería (Fuenfría) en Cercedilla, y es autor de títulos como Manual de literatura para caníbales, Todo está perdonado (VI Premio Tusquets de Novela) o Para morir iguales.
-Llega a la Caballero Bonald de Jerez para hablar del Humor en defensa propia.
-Tenemos unas narraciones comunes sobre lo que debe ser una buena persona, qué sentir cuando te enamoras, cuando eres padre, cómo querer, qué sentir cuando se muere tu madre. Nos creemos libres de todo ello pero, a nivel emocional y de comportamiento, somos el Congo: tenemos una colonización digna del rey Leopoldo de Bélgica.
-No deja de ser increíble.
-Pero en todos los aspectos: nos amoldamos a lo que dicen que debemos hacer, lo que debemos vivir, lo que debemos disfrutar... y allá vamos. La mayor parte de la gente no sabe lo que le gusta, ni siquiera en la cama. Por eso es tan importante "aprender a leer", a defendernos de las narraciones dominantes para contar nuestra propia historia desde otro punto de vista. Cuando Aristóteles dice aquello de que el hombre es un bípedo implume, y le sacan una gallina desplumada... Ésa ha de ser nuestra actitud, nunca hemos de perder el responder así ante un sistema aristotélico totalizador. Y la mejor forma de meter palos en la rueda es, sin duda, la carcajada.
-Me recuerda a Guillermo de Baskerville.
-Según la cultura católica, sólo estás bien si algo te cuesta, con el esfuerzo. Una perversión de esta asunción hace que la verdad sea lo que se obtiene mediante confesión, no lo que está a la vista. Es una contabilidad ética muy extraña porque ser feliz es, en realidad, bastante fácil.
-Ya, pero entonces... ¿cómo te controlo?
-Justo. Yo soy un gran partidario del placer. Pero para librarse de todos los corsés que te dicen hay que educarse un poco, hay que leer a Galdós y a Dickens. Escuchar los cuartetos de Mozart no es igual que escuchar las canciones de Perales.
-Curioso: uno de los factores en el demérito del humor en este país viene, precisamente, porque se asocia a la baja cultura.
-Siendo el país que somos. En El Quijote, precisamente, lo que hay es ese diálogo entre alta y baja cultura, representado por Quijote y Sancho.
-El humor ha sido siempre un gran refugio, quizá el último refugio, del periodismo y la crítica. ¿Su uso es una garantía de oxígeno o una señal de alarma?
-Cuando sólo nos queda hacer chistes sobre Franco, por ejemplo, es que la desarticulación de la sociedad es seria: no hay sindicatos o partidos que puedan ejercer presión real. El humor, como todo sentimiento humano, es un archipiélago: ahora bien, el humor que provoca la carcajada es más bien anecdótico; el que te hace sonreír y pensar es mucho más potente. Que te dejen espacio para ridiculizar es una válvula de escape controlada que ya usaban desde antiguo: el mundo al revés, el rey del desorden, del Carnaval... Una especie de fábula compensatoria para todo ese rencor acumulado, una válvula de olla exprés mientras se sigue cocinando lentamente.
-Me recuerda a esa frase de Billy Wilder: "Si quieres contar la verdad a la gente, hazlo con un chiste, o te matarán".
-Desde luego que lo harán; la verdad está siempre a la vista, lo que ocurre es que pocas veces podemos soportarla: no hay que buscarla con un candil, pero nos exige una responsabilidad a la que no estamos dispuestos en absoluto. Nos han enseñado a mirar para otro lado.
-En un día como hoy (pasado jueves), es inevitable esta pregunta: ¿cree que la exhumación de Franco servirá de algo, o corre el riesgo de quedarse en un gesto simbólico?
-No creo que sacar a Franco del Valle sea algo esencial: tenemos una losa de granito que pesa más que todo eso. Hay una anécdota de la visita al Valle de un embajador americano, que se asombró ante el monumento. Y Franco le contestó: "No se equivoque, el monumento a mi memoria es la clase media española". Lo que hay que hacer es destruir la ideología franquista de la clase media española.
-Tiene una librería justo en la sierra de Madrid, en Cercedilla. Dicho así, suena idílico.
-Qué decir: ser autónomo es explotarte a ti mismo.
-¿Las librerías deberían ser consideradas un bien patrimonial o estoy pecando de intensita?
-Si se protege el luminoso de Schweppes en la Gran Vía, cuánto más no deberían proteger las librerías. En los sitios pequeños, además, son medio corazón del pueblo. Si a un pueblo llega una librería, o desaparece, ya es otro tipo de pueblo. Es una dinámica que afecta a todo tipo de comercios, y al tipo de vida que llevamos, o al que aspiramos. A mí me da mucha rabia cada vez que abre una gran superficie cerca de un pueblo, no sólo porque yo no sé conducir, sino porque está matando todo un tejido. Yo ya sé que en Mediamarkt tengo el ordenador un 20% más barato, pero me gusta comprárselo a Rubén, que me da confianza para llevárselo si se escacharra. Estamos eligiendo una forma de vida que, en realidad, no nos gusta.
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