LUIS SÁNCHEZ-MOLINÍ
Hay mejores formas de defender la dignidad de los inmigrantes que recurrir a una ridícula mentira histórica
Al igual que vemos normal que para hablar de virus y vacunas se requiera una mínima formación científica, ya va siendo hora de que esta exigencia se aplique también a los asuntos históricos. Quizás así se podrían evitar episodios tan sonrojantes como el vivido el pasado miércoles en el Congreso, cuando Isabel Franco, diputada sevillana de Podemos, acusó a la "monarquía hispánica" del genocidio de las gentes de Al Andalus. No sabemos muy bien cuáles son los conocimientos históricos de su señoría, pero por su intervención parecen adquiridos en algún panfleto editado por una tetería del Albaicín. Por no saber, Franco hasta confunde la monarquía hispánica -concepto que, como muy temprano, no se puede usar hasta finales del siglo XV- con los reinos cristianos que proliferaron en el solar ibérico durante todo el Medievo y que protagonizaron la reconquista, término del que algunos historiadores reniegan.
Franco no ha hecho más que prestar palabras nuevas y torpes a ese mito que afirma que moros, judíos y cristianos vivieron en perfecta armonía -como el ébano y el marfil en la canción de Stevie Wonder y McCartney- bajo el manto musulmán, concordia que se rompió para siempre cuando asomaron por el horizonte las mesnadas de la cruz. Desconoce que en ocho siglos de historia hubo tiempo para todo. También, por supuesto, para momentos de relativa tolerancia entre las diferentes religiones del Libro. Pero estos periodos de convivencia, al igual que las épocas de matanzas y persecuciones, se dieron por igual con monarcas moros y cristianos. Si lo que pretendía Franco era defender la dignidad de los inmigrantes magrebíes ante los ridículos ataques de Vox (la morisma nos invade), existían maneras más acertadas que ese tóxico magreo del pretérito.
Entre las muchas herencias envenenadas que nos deja el movimiento de la memoria histórica está el de haber convertido el pasado en un continuo campo de batalla político. Al igual que algunos han querido ganar la Guerra Civil más de ochenta años después (justo cuando la mayoría de los españoles habíamos concluido que todos la perdimos), ahora parece que los mismos quieren darle la vuelta a las Navas de Tolosa, obviando que la identidad andaluza no es otra que aquella que nació de ese proceso al que Franco llama "genocidio". El único genocidio que se observa en este asunto es el que está acabando en la actualidad con la vida inteligente en el Parlamento. Descanse en paz.
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