JOSÉ TORRENTE
La ética democrática es una filfa en manos de dirigentes que avasallan toda honestidad con la excusa del un mal llamado progresismo
odio ideológico no escampa su ira sin dejar de impregnar el dolor con el que se retroalimenta. Es triste que la noticia, leída sin vestir la camiseta partidaria, sea creíble sin dudar. Los saboteadores usan la calidad de la asistencia hospitalaria como elemento de lucha. Eso da idea del nivel de esos orates. La vida de los enfermos les importa una higa por tal de desprestigiar a quien gobierna. ¡Qué fuerte.
Como poco estético parece que cohabite en un Consejo de Ministros un matrimonio, ni que use como niñera particular de la pareja interministerial a una miembro de su gabinete que pagamos entre todos los españoles. No supera el listón ético, ya de por sí bajo tras la llegada al trono del hombre que susurraba a los votantes haciendo de la mentira un instrumento a su servicio.
Tampoco reluce la ética más pulcra cuando una exministra socialista pasa, por decisión del susurrador, del Consejo de Ministros a la Fiscalía General. O su sociólogo de cabecera, Tezanos, de hacer encuestas para el PSOE a propagar estrategias y manipular sondeos desde el CIS que paga el Estado. El algodón de la pulcritud ética no saldría impoluto de su Moncloa. Como no salió de aquella Junta de los ERE, la FAFFE, los puticlubs…
El problema no es ya Bárcenas, condenado y en la cárcel por 29 años, como antes estuvo el socialista Josep María Sala por financiar al PSOE con los casos Filesa, Malesa o Time Sport. O el tesorero de CiU. O el hijo de Jordi Pujol, patriarca y trincón catalán a costa del sentimiento indepe del poble, del que aprovecharon su contante y sonante tres per cent de magros caudales. Nos debería de preocupar mucho, como demócratas, cuando se silencia el escándalo si el foco ilumina a los propios. Y mucho más aún el sabotaje que en Cataluña o País Vasco hacen a diario a la democracia, condicionando el uso de la libertad a según qué ideas o proclamas. Nos empequeñece como democracia que en España haya regiones donde la libertad de los no independentistas haya que negociarla.
El sabotaje a la democracia es usarla contra su propia esencia. Utilizar una pandemia para evitar el debido control parlamentario. Excusar entre el dolor de quienes mueren los errores que maltratan a la población, sin autocrítica alguna. La ética democrática es una filfa en manos de dirigentes que ni sienten ni padecen, que avasallan toda honestidad con la excusa de un mal llamado progresismo.
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