El Museo de la Memoria de CajaGranada expone hasta enero 'Oro y plata. Lujo y distinción en la Antigüedad Hispana' donde se muestran tesoros como el de Aliseda o el del Carambolo
MANUELA DE LA CORTE / GRANADALa exposición está organizada por el Ministerio de Cultura.Pocas veces tesoros como el de Aliseda abandonan las vitrinas del Museo Arqueológico Nacional para poder ser admirados en otros territorios pero la reforma que sufre la institución madrileña ofrece la oportunidad de ver en Granada cerca de 300 piezas que son auténticos símbolos de la orfebrería desde la Prehistoria hasta la época prerrománica. El Museo de la Memoria de Andalucía de CajaGranada expone hasta el 30 de enero Oro y plata. Lujo y distinción en la Antigüedad Hispana, una muestra itinerante donde el espectador será testigo de la evolución de la cultura en la Península admirando de cerca el brillo de ajuares femeninos como el de Jávea o el popular pectoral del Tesoro del Carambolo.Comisariada por Magdalena Barril y Eduardo Galán, la exposición está dividida en siete ámbitos temáticos siempre con el hilo conductor de la orfebrería: "No se trata sólo de joyas sino que se pueden ver también monedas, vajillas y otros objetos", vehículos de la representación del poder en la sociedad, del estatus político y religioso.
El recorrido comienza con una curiosa pieza poco conocida pero que es emblema del primer uso del oro en este territorio. Se trata de la diadema de la Cueva de los Murciélagos en Albuñol, que algunos consideran una obra de metalurgia precoz y otros datan en un periodo un poco posterior, el Calcolítico. Sea como sea, verla de cerca supone entender la importancia que siempre han poseído los metales y el rasgo distintivo que adaptaban quienes los lucían.
Desde el Calcolítico a la época romana cambia no sólo su estética sino su significado, su funcionalidad y las técnicas de elaboración. En un primer apartado, los primeros orfebres basaban sus técnicas de trabajo en el martillado y batido del metal en finas láminas. Con ellas realizaban desde pequeñas cuentas y apliques hasta grandes bandas y diademas. Algunas, sin embargo, eran tan finas que su uso sólo podía entenderse apoyadas sobre otros materiales. Un ejemplo que puede verse en la exposición es el torques de El Viso (Córdoba), formado por una varilla de oro macizo que alcanza si se extiende los 45 centímetros de longitud y que pesa 114 gramos.
La eclosión del Bronce Final es el siguiente paso. Aquí, los orfebres imponen en sus técnicas la fundición y la decoración mediante martillo y cincel. Los tipos de joyas se reducen a torques o collares rígidos y brazaletes y a elementos de vajilla cuyo peso caracterizan los comisarios en el catálogo de "excesivo". Más de dos kilos pesa así el torques doble de Sagrajas. "Son pesos que hablan claramente de una joyería de ostentación, cuyo significado está más allá del adorno personal".
A finales de la Edad del Bronce, llegó la moda de la filigrana primero con los contactos con las gentes del Mediterráneo oriental y después el posterior establecimiento de colonos fenicios y griegos que venían en busca de metales. Desaparecen las piezas macizas y rígidas siendo sustituidas por piezas ligeras y flexibles y con recursos decorativos como la filigrana y el granulado. El brazalete de Aliseda y el Tesoro del Carambolo son modelos de esta etapa orientalizante.
La plata del rico y el oro de la novia es uno de los apartados más curiosos. En la orfebrería ibérica se distinguen dos periodos: hasta finales del siglo VI a. C. la mayor parte de las joyas son adornos personales, en oro, que forman parte de ajuares funerarios. En la segunda son joyas y recipientes, a veces acompañados de monedas, que se hallan en escondrijos y que se han considerado "ocultaciones debidas a las guerras cartaginesas y romanas, así como depósitos votivos". Esculturas ibéricas como la Dama de Elche o la de Baza reflejan a mujeres vestidas con sus mejores galas y aderezos, collares largos, torques, diademas y pendientes. Se pueden ver en esta sección exvotos femeninos como el del Collado de los Jardines en Jaén o el Tesoro de Jávea de Alicante.
En los tesoros célticos para los hombres y los dioses, la orfebrería meseteña prerromana muestra pequeñas joyas en plata halladas en el interior de sepulturas de incineración (torques, brazaletes y pequeños conos) así como pectorales, monedas y objetos troceados. Unos eran considerados ofrendas votivas al aire libre y otros, simplemente, monedas. Se pueden ver denarios en el Tesoro de Salvacañete, en Cuenca, o una interesante selección del depósito de Driebes, en Guadalajara, con lingotes, fíbulas, torques y vasos.
En el noroeste peninsular, los yacimientos de oro supusieron su uso casi exclusivo. Las piezas son aquí macizas y pesadas y los torques suponen la joya por excelencia para los hombres considerada un símbolo del poder masculino. También lo son las diademas-cinturón: los torques de la Coruña, Lugo y León o la diadema-cinturón de de Vega de Ribadeo (Asturias).
Por último, hacia la Globalización cuenta el periodo de la orfebrería cuando comenzó a darse la romanización con la introducción de materiales de origen itálico, la mayoría en forma de vajilla y elementos de mobiliario de lujo. Están realizadas fuera o siguen cánones foráneos pero se integran a la perfección en los rituales de los pueblos autóctonos. Anillos, colgantes, ánforas, figuras... forman parte de esta colección. Llama la atención en la exposición, por ejemplo, la figura que representa al dios Mercurio del siglo I d. C. adornada con torque y brazaletes.
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