MUCHO han tardado los alcaldes de los diez ayuntamientos socialistas de la Costa en caer en la cuenta de que la famosa rebelión contra el Ministerio de Fomento a costa de la paralización de la Autovía del Mediterráneo era un artefacto político inventado por el alcalde de Motril, Carlos Rojas, para mantener en vilo la tensión hasta las elecciones municipales y luego pasar el cepillo en busca de votos. Muy ingenuos han sido los señores alcaldes de Castell de Ferro, Jete, Ítrabo, Rubite, Vélez de Benaudalla, Lújar, Sorvilán, Albuñol, Los Guájares y Albondón al pensar que el levantamiento carecía de lecturas políticas favorables al Partido Popular y que era una acción espontánea en la que estaba comprometidos partidos, empresarios y ciudadanos todos sin fisuras ideológicas.
Es verdad que una carretera paralizada no entiende de izquierdas ni derechas, y que las molestias o el riesgo de circular por carreteras de la época de las diligencias no discrimina entre unos y otros sino que perjudica a la comunidad. Pero el trasfondo del movimiento encabezado por el alcalde de Motril tenía una clara intención electoral, la de dejar la Costa en las manos del PP. O como ahora ha reconocido la alcaldesa de Vélez Benaudalla, Pilar Peramos, "hacer su campaña electoral con fines partidistas y sin tener en cuenta a los distintos ayuntamientos integrantes" de la mancomunidad.
Algo habrá debido influir en este sorprendente despertar del PSOE la angustiosa situación de Motril, donde los socialistas se han visto obligados a elegir a la persona que primero descartaron, la secretaria local Flor Almón, elegida tras la huida de Luis Rubiales y sus chicos y la inevitable escisión del partido. Pero sigamos en la A-7. El abandono de la protesta de los alcaldes del PSOE deja medio muerta la jaleada rebelión de la Costa y la reduce, si es que continúa, a una concentración de alcaldes conservadores con el respaldo, a lo sumo, de Juan Carlos Benavides. Y una cosa así no tiene venta.
Yo creo que hay razones para mantener las suspicacias sobre la finalización de la A-7. No fiarse de Fomento es una consigna saludable que no conviene olvidar. Sin embargo, es cierto que el Gobierno tiene intención de acabar la autovía, y para ello ha incluido la terminación de la obra del tramo de El Puntalón en el presupuesto de 2011. ¿Qué pasará después? ¿Qué efectividad tendrá el famoso sistema de pago alemán cuando se elaboren los presupuestos de 2012? ¿Estaremos vivos? ¿Habrá carreteras? Son muchas la incógnitas que habrá que despejar. Lo que no vale es usar todas esas interrogantes para aclarar no cuándo estará concluida y pagada la puñetera autovía sino qué partido ganará en las elecciones del año que viene.
Es verdad que una carretera paralizada no entiende de izquierdas ni derechas, y que las molestias o el riesgo de circular por carreteras de la época de las diligencias no discrimina entre unos y otros sino que perjudica a la comunidad. Pero el trasfondo del movimiento encabezado por el alcalde de Motril tenía una clara intención electoral, la de dejar la Costa en las manos del PP. O como ahora ha reconocido la alcaldesa de Vélez Benaudalla, Pilar Peramos, "hacer su campaña electoral con fines partidistas y sin tener en cuenta a los distintos ayuntamientos integrantes" de la mancomunidad.
Algo habrá debido influir en este sorprendente despertar del PSOE la angustiosa situación de Motril, donde los socialistas se han visto obligados a elegir a la persona que primero descartaron, la secretaria local Flor Almón, elegida tras la huida de Luis Rubiales y sus chicos y la inevitable escisión del partido. Pero sigamos en la A-7. El abandono de la protesta de los alcaldes del PSOE deja medio muerta la jaleada rebelión de la Costa y la reduce, si es que continúa, a una concentración de alcaldes conservadores con el respaldo, a lo sumo, de Juan Carlos Benavides. Y una cosa así no tiene venta.
Yo creo que hay razones para mantener las suspicacias sobre la finalización de la A-7. No fiarse de Fomento es una consigna saludable que no conviene olvidar. Sin embargo, es cierto que el Gobierno tiene intención de acabar la autovía, y para ello ha incluido la terminación de la obra del tramo de El Puntalón en el presupuesto de 2011. ¿Qué pasará después? ¿Qué efectividad tendrá el famoso sistema de pago alemán cuando se elaboren los presupuestos de 2012? ¿Estaremos vivos? ¿Habrá carreteras? Son muchas la incógnitas que habrá que despejar. Lo que no vale es usar todas esas interrogantes para aclarar no cuándo estará concluida y pagada la puñetera autovía sino qué partido ganará en las elecciones del año que viene.
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