viernes, 21 de diciembre de 2018

' elhuffingtonpostMétodo anti-estrés para toda la familia

PEXELS
El estrés es una reacción de nuestra mente y nuestro cuerpo a las experiencias de nuestra vida.
En función de la emoción con la que estamos viviendo esas experiencias, nuestra mente las clasifica y registra, y nuestro cuerpo reacciona preparándose para hacer frente a ese peligro o amenaza.
Hay dos tipos de estrés: el estrés positivo que nos hace sacar lo mejor que tenemos, por ejemplo cuando vas conduciendo de camino al hospital y calmando al niño al mismo tiempo que llora sin cesar. Al llegar a la puerta no sabes cómo lo has hecho pero has sido capaz de llegar.
Y el estrés negativo que es el que se mantiene demasiado tiempo, incluso después de haber concluido la situación amenazante. Es decir, serían aquellos pensamientos y emociones negativas que mantienes días y días después de llevar al niño al hospital: el miedo por lo que le podría haber pasado, la rabia por no haber estado más pendiente de él, la tristeza por lo mucho que sufrió...
¿Qué pasa cuando no eres la única persona que vive ese estrés?
¿Qué pasa cuando eres la madre de un bebé que está igual de estresado que tú? Hace ya mucho tiempo que estamos de acuerdo en la fusión emocional que vive la madre con el hijo o hija hasta los 3 años.
Si mamá está muy nerviosa porque hay probabilidad de que a papá le echen del trabajo, el bebé está nervioso. Si mamá está triste porque se ha muerto la bisabuela, el bebé está triste.
Tanto si la madre está feliz y orgullosa como si siente vergüenza, culpa, impotencia o miedo, el bebé está sintiendo lo mismo.
¿Cómo reducir el estrés para que el bebé no sufra los efectos del estrés?
Cuando el estrés se eleva por encima del límite tolerable la biología pone en marcha un plan de acción y es entonces cuando oímos cosas como "le dio un ataque de ansiedad porque acumulaba mucho estrés", "su cuerpo se paró porque ella no paraba" o "la enfermedad le enseñó lo que no quiso aprender por otras vías".
Demasiado estrés pone en peligro nuestra vida.
Lo que podemos hacer para que ese estrés no se eleve tanto es algo muy sencillo: expresar nuestras emociones. Y para eso antes hemos tenido que identificarlas y reconocerlas.
Sí. Ya sé que has oído muchas veces eso de "tienes que expresar lo que sientes" y no lo has hecho pero ahora lo vas a hacer porque entiendes la absoluta importancia que tiene.
Como ya te he contado, el estrés es un mecanismo que necesitamos y que nos salva la vida porque nos ayuda a superar situaciones desafiantes. El problema es cuando recreamos la situación estresante demasiado tiempo en nuestra mente.
Y si pensamos en ella día y noche y no estamos hablando ni contando los sentimientos que nos despierta esa situación, toda esa guerra interna sucede en soledad.
Las emociones que más estresan
Las emociones que más estresan son la rabia, el miedo y la tristeza. Estas emociones pueden plasmarse en infinidad de sentimientos como apatía, agresividad, resentimiento, insatisfacción, humillación, culpabilidad, incomprensión, desesperación y todos aquellos que te hayan venido a la mente.
Si queremos coger a tiempo los avisos que nos da el cuerpo cuando acumulamos demasiado estrés, y evitar así que el niño manifieste el estrés de la madre debemos centrarnos en identificar cuándo estamos acumulando rabia, miedo o tristeza.
La rabia, el miedo y la tristeza son las emociones que más daño pueden hacer.
Si eres capaz de escuchar a tu cuerpo y señalar de qué sentimientos acompañas a esas emociones estarás capacitada para enseñarle a tus hijos la mejor herramienta preventiva para su bienestar.
Educación para la salud de madres e hijos
La clave para reducir el estrés que tanto daño nos hace tanto física como psicológicamente es hablar. Poner en palabras aquello que da vueltas sin cesar en nuestra mente.
Cuando hablamos, utilizamos una zona del cerebro que activa las emociones positivas. Es decir, que al hablar de las emociones negativas que acumulamos, nos vaciamos de esa negatividad y activamos emociones positivas.
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Estos son los pasos a dar
  1. Identifica cuál es el pensamiento que da vueltas sin cesar en tu cabeza desde la mañana a la noche.
  2. Reconoce cuál es la emoción que le acompaña: ¿rabia, miedo o tristeza?
  3. Profundiza más e identifica los sentimientos que vienen con esa emoción.
  4. Observa si hay una parte de tu cuerpo que conecta con la emoción o los sentimientos, por ejemplo, un nudo en el estómago cuando piensas en eso.
  5. Ponlo en palabras. Habla con una persona de confianza, sin juzgarte al hablar y vacíate de todo eso. Si no tienes cerca a alguien y no te quedan megas para 'whatsappear' escríbelo en un papel. Sin filtros, sácalo todo. Te aseguro que cuanto más te vacíes de esos pensamientos y emociones negativas más alivio y bienestar encontraréis tu hijo y tú.
Cuando seas capaz de identificar y hablar sin tapujos de tus sentimientos estarás en la mejor disposición de enseñarle este método preventivo anti-estrés a tu familia.

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