50 años de 'Mediterráneo' |
Se cumplen ahora 50 años desde que en la playa de Port Bo, frente al edificio Batlle en Calella de Palafrugell, Juan Manuel Serrat creara el más bello himno al mar jamás compuesto, Mediterráneo. Solo catorce años después, su alma de marinero le retornaría al tema con su desgarrador Plany al mar (¡ai,qui ho diria!).
Conocí al que ya empezaba a ser mi ídolo musical en el Hotel Atlántico de Cádiz una noche que actuaba en el Cortijo Los Rosales. Por cierto que en los escasos 10 minutos que duró la charla me confesó su simpatía por el Real Betis, extremo que luego confirmaría en Caminito de la obra cuando describe: "Y arrepechao en la sombra duerme la siesta/soñando con hacerle, a su capataz, la vaca/y que gane fuera el Betis y el Barça en casa". Desde entonces, y no sólo por eso, la simpatía se tornó en devoción hacía el Noi del Poble Sec.
Antes de aquel fugaz encuentro, había sentido la emoción y el escalofrío de presenciar el estreno del disco dedicado "A un tal Antonio Machado, poeta", en el Teatro S. Fernando allá por las Navidades de 1969, cursando yo tercero de Licenciatura. Después ha habido muchas ocasiones en que lo he disfrutado, en actuaciones en Sevilla, o dónde pudiera. Es bueno que en estos tiempos en que nuestra juventud se ha perdido en tantas zafias idolatrías, se recupere el testimonio de gratitud y admiración por quien supo ser tierno en tiempos duros y crítico en tiempos tibios.
Sin embargo, serán aún muchos los que crean que Serrat solo musicó a Machado, Hernández (2 discos, Miguel Hernández e Hijo de la luz y de la sombra), o Benedetti. Por el contrario, es tan grande la deuda que la cultura española ha contraído con él, que conviene recordar que asimismo lo hizo con Alberti (La Paloma, que creyó que el mar era el cielo). Por cierto que después cantarían algunas de sus canciones mitos musicales de la talla de Mina que se atrevió nada menos que con el Romance de Curro el Palmo, o Gino Paoli, el autor del eterno Sapore di sale), Lorca (Herido de Amor), León Felipe (Vencidos, en la playa de Barcino, frente al mar), Neruda (Veinte Poemas de amor), Cernuda (Más que a nadie), García Montero (Señor de la noche), José A. de Goytisolo (Historia conocida), o Joan Salvat Papasseit (Res no es mesquí). En todos ellos bebió hasta llegar a componer para Machado un espléndido homenaje, En Colliure, donde en íntima comunión con él nos dice "Profeta/ni mártir/quiso Antonio ser./Y un poco de todo lo fue sin querer".
Serrat ha sido a menudo incomprendido y hasta tratado de manipular por mezquinos oportunismos políticos. Ya ocurrió así cuando el célebre conflicto de Eurovisión con la canción La, la, la cuyo único responsable fue José Mª Lasso de la Vega, su representante, quien creyó necesario recurrir a su vernácula lengua para resarcir al público catalán presumiblemente ofendido. Más tarde muchos han vuelto a intentarlo en vano, no obteniendo más que respuestas irrefutables, poco beligerantes, a pesar de cierta ambigüedad, tales como que Cataluña no merece políticos de la catadura de Arturo Más o Puigdemont, o que todo el montaje no es sino consecuencia de la gran crisis económica y de la sumisión al poder financiero, lo que le valió graves descalificaciones (Botifler) de sus paisanos.
¡Lejos estaba todavía de calibrar que lo que entonces cantaba, "Españolito que vienes al mundo te guarde Dios,/ una de las dos Españas ha de helarte el corazón" traería la fractura radical por la mediocridad y torpeza de sus paisanos! No obstante su negativa a ser alineado en bando alguno la corrobora no sólo no haber escrito jamás nada de contenido oportunistamente subliminal como aquel ¡Diguem no! o L'estaca, o el ser requerido para cantar Manuel o algo en catalán, y él sonreír y continuar cantando con no poca emoción Poco antes de que den las diez, o Qué bonito es Badalona en un delicioso estilo aflamencado por cierto.
Por el contrario, Serrat se nos muestra extraordinariamente polifacético en sus creaciones y siempre compacto y homogéneo en sus sentimientos. Con inmensa ternura le cantó a su abuelo (El carrusel del Furo), a su padre (Mi guitarra, Pare), a su madre (Cançó de Bressol), a sus amores (desde la insuperable Paraules d'amor, hasta Irene, Helena, Lucía o Penélope), a los hijos que un día crecerán y nos dirán adiós (Esos locos bajitos, o la entrañable nana La lluna, la pruna), a sus atorrantes amigos que "son gente cumplidora y pa'ellos la amistad es lo primero" (Las malas compañías) y a tantos afectos como recibió y devolvió con creces.
Para quiénes, neutrales y sensibles, la música no es sino un "puente de culturas", nunca les pasará desapercibida la dimensión de éste cantor de las grandes "pequeñas cosas y los pueblos blancos". Y así, nueve fueron los Doctorados Honoris Causa que recibió, así como la Medalla de Oro del Mérito al Trabajo, reconocimiento a su universalidad, a su trabajo, a su capacidad para emocionar y emocionarse, para enamorar y enamorarse, para llorar y hacer llorar. También porque golpe a golpe logró que sus canciones no fueran ya solo suyas sino de todos, más allá de su generación, hoy hago con él protestación de pasión por la poesía a través de la música de un poeta de la canción al que, quizás, algunos sigan hoy sin comprender y muchos ni siquiera merezcan. Gracias Juan Manuel por llevar la luz y el olor mediterráneos por dondequiera que has ido.
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