Las redes sociales son, entre otras cosas, plataformas idóneas para que los médicos ofrezcan información contrastada y sin artificios retóricos
Sin bata blanca en las redes |
No son pocos los pacientes que sienten ansiedad, o alguna otra suerte de miedo, ante la figura del médico y su impecable bata blanca con rayas de planchado en perfecto orden de revista. La literatura médica ha dado ya cuenta del síndrome de la bata blanca, cuya psicosomática debe de parecerse a la de cualquiera que avista de frente un toro descompuesto: alguna palpitación extra y, sobre todo, aumento de la presión arterial, mayormente en los primeros momentos del encuentro con el omnisciente hombre de blanco. La primera vez que charlé con uno de mis catedráticos fuera de la facultad, siendo aún estudiante de medicina, fue en una fiesta campera. Allí descubrí que, además de aficionado a los caballos, era un caballero. Recuerdo la grata sorpresa que me produjo descubrir su trato afable. Quiere decirse que el médico no es un portador exclusivo de conocimientos o de un idioma que sólo entienden los de su sangre. Retirar el vetusto velo que rodea a la profesión ayuda a comprenderla mejor. En ese sentido, el uso de las redes sociales por parte de los médicos puede ser una excelente herramienta para superar estos escollos. Las redes no están sólo para exponer selfis, gatitos o para que personas inteligentes se dejen dominar por la pasión en cuestiones políticas. Son, entre otras cosas, plataformas idóneas para que los médicos ofrezcan información contrastada y sin artificios retóricos, es decir, herramientas eficaces en la creación de conciencia y en la comprensión de los efectos de algunos tratamiento o de diversas opciones médicas.
El médico puede manifestar en ellas las causas en las que cree y opinar con cierto rigor conceptual sobre las tecnologías o procedimientos innovadores en los que trabaja. Puede llegar a miles de personas y ofrecer información de calidad, ya sea sobre los problemas del sistema sanitario o sobre las razones y los beneficios o perjuicios de esos tratamientos. Cuando en alguna ocasión se publican fotos de una gran cirugía -sin violar ninguna ley- se ayuda a desmitificar procedimientos y tratamientos. El buen uso de las imágenes, junto a explicaciones sensatas y claras, fomenta intercambios fecundos con los usuarios. Estos tienen la oportunidad de formular preguntas y despejar dudas, de informarse y comprender mejor la elección de determinados planteamientos. Es verosímil que estas tecnologías contribuyan al acercamiento de pacientes y médicos. Las redes sociales pueden destacar también los aspectos más humanos de los profesionales: sigo en Twitter a médicos de EE. UU. que cuentan sus diversas experiencias en los encuentros con sus seguidores. Hablan de su vocación, de las razones que le llevaron a elegir su especialidad. Algunos mezclan sus vidas personales y profesionales y se muestran accesibles. Se despojan así de la bata blanca y la sensación de ansiedad asociada a esos encuentros desaparece. Los interlocutores comentan los éxitos o fracasos de los periodos de formación u otros aspectos de la vida de los galenos.
Esto no significa que quitarse la bata en las redes sea lo mismo que desnudarse. Nada impide que la vida privada se mantenga en la reserva. El acto de abrir una cuenta, mostrarse, interactuar y explicar algunos procedimientos médicos otorga al seguidor cierta capacidad para tomar conciencia del críptico mundo de la medicina. Son, al
mismo tiempo, plataformas idóneas para abrir debates de envergadura, aun en temas que son discutidos dentro del la comunidad médica. De hecho, algunos problemas de salud no están bien categorizados como patologías; ocurre con la calvicie (me gusta recordar a Marañón cuando escribe que "Estar calvo es, en el fondo, un positivo signo de virilidad"), con el déficit de atención en niños y con otros problemas de la esfera sexual... Trasladar esas discusiones a las redes, de un modo sereno y respetuoso, puede hacer que los seguidores se sientan más cómodos a la hora de ofrecer opiniones o plantear cuestiones. Muchos conceptos manejados en medicina tienen como soporte los valores de la comunidad, y a nadie se le escapa que ahora esos valores se encuentra en revisión. De ahí que la medicina tienda a tensar sus cuerdas más que nunca entre la objetividad de lo científico y la subjetividad de las construcciones sociales. En una sociedad abierta, estas tecnologías pueden abrir líneas inéditas de comunicación con los profesionales, toda vez se cumpla con algún manual de estilo. Los médicos se esmeran en informar o ilustrar con imágenes, los seguidores se sienten relajados para consultar. Y tales intercambios imprimirán efectos balsámicos sobre la práctica médica. Se puede percibir al profesional, sobre todo al médico, con mayor cercanía, y eso forja otro pilar en la construcción de relaciones más horizontales entre los unos y los otros.
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