Si una democracia no es capaz de corregir las injusticias no es descabellado pensar que la ciudadanía empiece a albergar cierta desafección respecto de su régimen político
Las trampas del capitalismo global |
Como sucedió cuando salieron a la luz pública los llamados papeles de Panamá lo que más me ha llamado la atención del último «escándalo» motivado por los papeles de Pandora es eso, el escándalo mediático. ¿Que no sabíamos que existen los paraísos fiscales? ¿Que no sabíamos que hay ejércitos de abogados y asesores fiscales dispuestos a hacer lo que sea menester -legal o no tan legal- para que sus adinerados clientes se libren todo lo que puedan y más del pago de sus impuestos? ¿Que no sabíamos que hay una élite con mucho dinero que entiende que es moralmente legítimo hacer las trampas que el sistema les permite para conservar para sí el máximo de sus ganancias porque para eso la han ganado ellos y nadie más? ¿Que no sabíamos que los Gobiernos de nuestras democracias, las que se tienen por el único sistema de gobierno que vela por el bien común, se hacen los locos ante tamaña burla del principio de solidaridad esencial para asegurar la cohesión social imprescindible si queremos disfrutar de una buena convivencia?
En las últimas décadas la economía global se ha desarrollado de la mano de un proceso inexorable al que algunos economistas han dado en llamar "desformalización". El resultado de la revolución neoliberal ha sido la desformalización del capitalismo occidental, es decir, la desaparición en la práctica de la oficialidad y de la protección reglamentaria en el mundo de los negocios. Esto, y no otra cosa, es el gran tesoro a cuidar tras la defensa a ultranza del valor de la libertad que lleva aparejada una campaña de inoculación del miedo a cualquier gesto político que trate de recuperar algo de la capacidad de protección reglamentaria que se supone que ha de tener cualquier gobierno democrático. Porque si una democracia no es capaz de identificar y corregir las injusticias no es descabellado pensar que la ciudadanía empiece a albergar cierta desafección respecto de su régimen político. En un contexto así el populismo más radical y retrógrado puede encontrar su más propicio caldo de cultivo con el riesgo cierto de desencadenamiento de una imparable regresión histórica en términos éticos. El caso de Trump en los Estados Unidos de Norteamérica puede considerarse el más reciente experimento ofrecido por la historia que da pábulo el susodicho temor. Sin embargo, el remedio de los conservadores contra el fenómeno populista desestabilizador de las democracias es más de lo mismo: más rebajas fiscales para los ricos y las corporaciones, menos regulaciones, un papel del Estado aún más restringido.
Los papeles de Pandora revelan la corrupción (ética) intrínseca de este capitalismo global hipercomercializado, como lo llama el economista serbioestadounidense Branco Milanovic. En Capitalismo, nada más: el futuro del sistema que domina el mundo explica sus causas. La primera radica en su sistema de valores, el cual sitúa el lucro del tipo que sea como lo más importante. La segunda tiene que ver, precisamente, con la existencia de toda una batería de servicios, ya sea en países ricos ya en paraísos fiscales, que no buscan otra cosa que atraer a los ladrones de fondos de los países pobres o a los evasores de impuestos de los países ricos. La tercera se concreta en la legión de banqueros y abogados residentes en los países ricos que hacen negocio con las prácticas lesivas para el bien común, y que favorecen a los agentes y promotores inmobiliarios que ganan dinero con los extranjeros corruptos. Todos ellos actúan con impunidad pues encuentran no pocas complicidades entre los políticos, las universidades, las ONG y los laboratorios de ideas que participan en el blanqueo moral de dinero.
Estamos en la era de la plutonomía, del imperio de la economía del lujo, que funciona autónomamente como un sector separado del resto del campo económico. Hay quien incluso se plantea si no atravesamos una época de neofeudalismo en la que los señores feudales actuales viven tras las murallas de sus lujosas mansiones mientras crece el número de ciudadanos pobres que viven peor que sus padres.
Los paraísos fiscales son esenciales para hacerlo posible. Conforman una jurisdicción secreta con sus exclusivas prácticas económicas, donde cabe evadirse de la ley y hacer realidad el sueño del capitalismo libertario gracias al oficio de los profesionales de las finanzas y las leyes que liberan a las gentes más ricas del planeta no solo de sus obligaciones fiscales sino también de cualquier otra ley que consideren inconveniente.
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